Esta vez nos encontramos en la bella ciudad de Guanajuato - México
Su capital
es la ciudad homónima y su ciudad más poblada es León. Se divide en cuarenta y
seis municipios. Y es donde viven nuestros protagonistas
Doña Ana era
una joven bella, de cabello negro y sedoso con grandes ojos negros, pero de
mirada seductora, ella se encontraba al cuidado de su nana, Doña Matilde, mujer
de facciones duras, pero de enorme corazón, ya que ella adoraba a su niña Ana,
desde que quedo huérfana de madre.
El padre de
Ana era un aristócrata de la sociedad colonial de Guanajuato. Dedicado tanto a sus negocios, que nunca
tenía tiempo para su hija, la cual siempre buscaba el cariño de su padre, pero
era tanto el egoísmo del padre que no se dio cuenta que su hija ya no era una
niña sino una bella señorita.
La costumbre
de doña Ana, era asistir a misa a diario, cosa que doña Matilde su nana la
acompañaba, pues las hacía sentir buenas cristianas, además de asistir a la
catedral, que siempre lucia majestuosa con esos diseños barrocos y además
escuchar sus hermosas campanas.
Una mañana
primaveral, Ana comenzó a percibir una mirada insistente, pero por más que ella
buscaba, no lograba ver a nadie. Una
mañana, cerca de la puerta de la salida un apuesto joven se colocó al lado de
la pila de agua bendita, donde Ana y su nana acostumbraban a mojar el índice y
el corazón de sus manos derechas antes de salir.
Con el mayor
de los atrevimientos, el joven le ofreció con su mano el agua bendita, por lo
cual la muchacha, toda timada y sonrojada, la tomo y le sonrió.
Así pasaron
varios días, en los cuales sucedía lo mismo, la nana hacía que no veía nada y
ellos los jóvenes intercambiaban miradas de amor. El joven era Don Carlos,
Romeriro, hijo de una de las familias más acaudaladas de Guanajuato. Y ahí en la iglesia, nació el romance de
Carlos y Ana, bajo la vigilancia de doña Matilde, que aprobó este puro amor
nacido entre los jóvenes.
Pero como
todo se sabe, pronto se corrió el rumor sobre la nueva pareja y esto rumores
llegaron a oídos del padre de Ana, quien al enterarse de lo que se hablaba de
su hija, decidió encerrarla en casa para después mandarla a un convento, lejos
de Guanajuato, para que se olvidara de aquel joven.
Los días pasaron,
y Carlos esperaba pacientemente todos los días en la iglesia a su amada Ana,
pero todo era en vano, ya que no volvió.
Finalmente,
Doña Ana, decidió enviar una carta al joven Carlos, explicándole la
situación. Doña Matilde su nana, fue la
encargada de tan importante misión, ataviada con su viejo mantón corrió
presurosamente a la iglesia, donde encontró a Don Carlos, muy triste por la
ausencia de su amada,
Una vez
leída la misiva, su corazón se llenó de ira, pues no sabía por qué el padre de
doña Ana había reaccionado de esa manera, ya que sus intenciones eran buenas.
Después del
enojo llego la cordura para Don Carlos que ideo una forma de ver a su amada
Ana, recordó que una ventana de la casa de su amada daba a un callejón muy
estrecho, tanto que se podía tocar la pared de enfrente, sacando solamente la
mano.
La casa
frontal, precisamente a la altura de la recámara de Doña Ana, tenía una ventana
por la cual pensó Don Carlos, si lograba introducirse a la casa, podría ver y
hablarle a su amada Ana.
Así que
compró la propiedad. Lo primero que hizo fue espiar a Matilde la nana, cuando
salió a la calle por algún encargo la intercepto y le contó su plan y le pidió
que se lo comunicara a Ana
A la hora
señalada se abrieron los dos balcones.
Ana no pudo resistir más y le ofreció sus brazos, y lloró de felicidad
en el pecho de su amado, quien, al verla en ese estado, no pudo más que
levantar su hermoso rostro y ofrecerle el beso más amoroso que jamás hubiera
brindado.
En ese
instante tan tierno, se escuchó una voz tan dominante que hizo sobresaltar a
los dos enamorados, ¡era el padre de Doña Ana!, quien, al presenciar tal
escena, tomó a su hija del brazo y loco de ira, le clavó un puñal en el
corazón.
Cuando don
Carlos iba a cruzar el balcón y arrojarse contra el padre de su amada, la cual
yacía muerta en el piso, los brazos de dos guardias lo detuvieron. Nada se
volvió a saber sobre Don Carlos, mientras que el padre de Ana enloqueció, hasta
que finalmente murió.
Las ventanas
de aquellos balcones permanecieron cerradas para siempre, guardando en su
interior una de las más tristes historias de amor sucedida en Guanajuato, en un
México colonial.
PERO EXISTE
OTRO FINAL
El pobre
Carlos viéndola morir le dio un último beso en el dorso de la mano y así nació
la Leyenda del Callejón del Beso. Carlos no pudiendo soportar su vida ,sin el
amor de Doña Ana se suicidó tirándose desde el brocal del tiro principal de la
mina de la valenciana”.
Es así como las parejas, seducidas por la Leyenda del Callejón del beso, cumplen
con todas las indicaciones de los guías turísticos con el propósito de que nada
salga mal.
“La tradición dice que si traen a su pareja se deben de dar un beso en el
tercer escalón, si no se lo dan siete años de mala suerte y si se lo dan 15
años de buena suerte”, concluyen los guías su historia para invitar a los
visitantes a besarse.
Lo más sorprendente es cómo las parejas de enamorados se involucran en el
romanticismo de la leyenda que cuenta sobre el profundo amor de dos amantes
vecinos, ya que a pesar de que termina en tragedia se emocionan al subir a los
balcones para darse un beso.
Independientemente de que el beso puede tener significados como confianza,
amor, pasión y mucho romanticismo, esta leyenda deja el mensaje de que siempre
triunfa el amor por infortunado que éste sea Y este es el motivo de que este
lugar se haya en uno de los más típicos de Guanajuato.
El
mismo protagonista diferentes clases sociales:
Don Carlos, un pobre minero. Al padre de Ana no le convenía que su hija
se casara con un pobre minero, sino que se casara con un rico español para
juntar sus fortunas y ser felices.
Lo que no
existe es la tradición de la daga. A Dios gracias
https://www.mexicodestinos.com/blog/leyenda-del-callejon-del-beso/
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