DIARIO DE UNA ALCOHÓLICA




CAPÍTULO I 


Día 31 de julio, las cinco y veinticuatro de la mañana, sola y sentada ante el ordenador me viene a la memoria  un suceso acontecido, ya hace muchos años, tantos como cuarenta.
En no pocas ocasiones, uno se encuentra sumergido en una vorágine en la que nunca sospechó encontrarse, una chica joven y un compañero de viaje…el alcohol
Uno cuando es joven, ve el mundo que le rodea como el mismísimo Edén, lugar donde vivir sin más preocupación que sus propios sueños de libertad, una libertad que sale cara cuando es nuestra propia existencia la que está en juego, bueno nuestra existencia y el infierno al que se somete a la familia.
Mis recuerdos no me preguntan si mi hermana estaba sometida a este terrible… ¿ser puede llamarse?, o incluso si fuese una droga blanda o fácil de conseguirse, me llevan a un cúmulo de despropósitos que sumados a un exceso de libertad, propiciaron aquel episodio que estaba tan ligado a mi vida.
Elsa, como así se llama mi hermana, siempre ha sido una mujer bandera, pelirroja, extrovertida, pero sin mala intención en lo tocante a su forma de actuar, o en su forma de vestir, siempre rodeada de moscones que la adoraban y la cortejaban
Mi padre siempre deseó que su primer vástago  fuese varón, pero llegó el segundo de sus hijos y tampoco lo fue, aunque tuvo que esperar al cuarto para conseguirlo
 Mi  hermana, de pequeña era un auténtico torbellino. Tanto le gustaban los animales ,que en cuanto veía a un perro abandonado  lo  subía a casa consiguiendo escuchar cada dos por tres la consabida frase que mi madre empleaba en estos casos –Lo siento Elsa, pero el perro no puede quedarse con nosotros-.
Con harto dolor de su corazón sacaba al can de casa y una vez en la calle le decía –Ya lo siento perrito, pero no puedes quedarte-, después sin volver la vista atrás entraba en el portal con los ojos llenos de lágrimas, pocos años más tarde vería colmados sus sueños, en casa había una perrita, claro que era de caza, afición que mi padre mantuvo hasta que la edad te retira de todo, menos de la enfermedad o de la vejez.
Tras estos pequeños rasgos del carácter de mi hermana he llegado a la conclusión de que fuese ella  misma quien les contase el camino recorrido durante casi siete años de continua esclavitud, pues nadie como ella para que en primera persona relate como entró y salió de un túnel que no parecía tener final .
Tal y como me presentó mi hermana , mi nombre es Elsa , pero también podría haber sido Maringeles, o Teresa, o Begoña, en este caso no importa el nombre pues soy una de las muchas personas anónimas que han pasado por este calvario .

CAPÍTULO II




Bien es verdad que mi padre puso en mí la figura de ese hijo varón que no llegaba. Le acompaña a pescar, a cazar, e incluso pude tener en mis manos  una  escopeta de caza, aunque después del primer disparo me negué a efectuar un segundo pues el retroceso de la escopeta me tiró al suelo.
En la Sala Cuna, que aún  debe existir alguna, regentada por las hermanas de San Paúl, me encontraba como si estuviese en el mismo cielo, era querida y mimada, a pesar de ser un torbellino
Recuerdo que les decía a mis compañeros a la hora de comer.- ¡Yo os gano!-. Y aunque fuese por el hecho de ser los primeros, todos comían con rapidez no dejando nada en los platos.
Nostalgias agradables aquellas que surgen cuando me llevaban con ellas de visita a casa de alguno de sus protectores, los cuales nos daban de merendar  embutidos   que al principio no se comían en casa , así como rico chocolate y pasteles , así estaba yo de rolliza.
Los años pasan y ahora me encuentro en la escuela, en párvulos, definición que ha desaparecido casi o totalmente  dentro de la docencia.
Mi primera travesura fue tirar por la ventana el cepillo con el limpiábamos el encerado, gracias a Dios el patio estaba vació y nadie resultó afectado por un buen cepillazo.
Mi hermana, la mayor, temblaba cada vez que entraban en su aula y le decían que la directora le llamaba, aquello era síntoma de que yo había liado  la madeja, aunque en la mayoría de los casos, se tratase de  pequeñas travesuras. Pero… hubo un par de  veces que no lo fueron.
La primera ocurrió en el patio interior lleno de columnas, se me ocurrió dar vueltas   a su alrededor, cuando desperté estaba en la oficina de la directora, sentía que las manos me hormigueaban y un terrible dolor en la cabeza, que era producido por un soberano chichón a pesar de que se me había aplicado, pues no se si aún se sigue haciendo esta práctica, un duro sobre la zona afectada para que no se hinchase.
La segunda fue en clase, la maestra salió unos instantes parea coger agua, momento que aproveché para columpiarme apoyada en las esquinas de dos mesas. Me resbalé y me metí una de aquellas esquinas cerca  de la sien, la cicatriz a pesar de los años es aún visible.  Pero no lloré y encima me dieron de premio 5 pesetas, así que mas contenta que unas castañuelas.
A los 12 años sufrí la enfermedad del “El  baile de San Vito. 

CAPITULO III




La corea de Sydenham toma su nombre del médico inglés Thomas Sydenham; en general aparece después de un cuadro de fiebre reumática de la infancia y es más frecuente en niñas que en niños.
Las alteraciones emocionales y psicológicas no son parte del cuadro, sino que se deben a influencias ambientales. El tratamiento consiste en reposo en cama; la duración del proceso es de algunas semanas y no produce daño permanente al sistema nervioso. La corea de Sydenham también se ha conocido como el baile de San Vito.
Esta enfermedad es uno de los signos principales de la fiebre reumática aguda. La persona puede en la actualidad tener la enfermedad o haberla tenido recientemente, y  puede ser el único signo de fiebre reumática en algunos pacientes, presentándose con mayor frecuencia en niñas antes de la pubertad, aunque también se puede observar en niños.
Cambios en la escritura a mano Movimientos espasmódicos, incontrolables y sin ningún propósito similares a fasciculaciones; los movimientos anormales desaparecen durante el sueño
Pérdida del control de la motricidad fina, especialmente de los dedos y de las manos Pérdida del control emocional con ataques inapropiados de llanto o risa Síntomas de fiebre reumática (ver: fiebre reumática aguda)
De aquellos espasmos , y dolores de cabeza que me hacían sangrar profusamente por la nariz … me han quedado cefaleas, aunque aquella  enfermedad me marcase  para el resto de  mi vida , haciéndome otra persona, pues a raíz de aquel episodio en casa , y en la escuela , todos se volcaron en atenciones , cariños, lo que abrió una puerta para conseguir lo que yo quisiera sin prometer nada a cambio .  

ADOLESCENCIA

Pasó la niñez, y con ella  llegó  la adolescencia, una adolescencia controlada por mi progenitor, un hombre alto, guapo, delgado, de facciones suaves, ojos grises y con dotes de mando. Siempre en casa  creíamos que había equivocado la carrera (fue administrativo), pues  posiblemente si hubiese sido militar, habría llegado  por lo menos   a general.
Tenía muchos amigos, con los que practicaba sus deportes favoritos, la pesca y la caza. Y no es  pasión de hija, pero en ambas modalidades  fue muy bueno. Pero volvamos a la adolescencia, y con ellas a las amigas.
En el barrio todos nos conocíamos, si no por vecinos, por ser compañeras de clase o tener las mismas edades para poder salir como amigas, y esto último lo tuve muy crudo, sobre todo  con  Fabiola, una chica con la que compartía pupitre.

CAPITULO IV


Sufría un pequeño retraso psíquico, pero no era mala, sin embargo su forma de comportarse con los chicos, tanto de nuestra misma edad, como más mayores, despertó una especia de suspicacia  entre algunos de nuestros convecinos, y ya se sabe que cría fama y  échate  a dormir.

La pobre Fabiola se vio en boca de todos, pero sobre todo de los amigos de su padre  Constan, que trabaja como chófer de un director de empresa, que llegó a creer a pies juntillas, las historietas  que le  contaban.

 Aquellas mentiras llegaron a oídos de mi padre quien me  prohibió volver a salir con ella, haciendo extensible la misma “orden” a Silvia. Pensé que una tontería pedir que me alejase de ella ya que como he dicho, somos compañeras de pupitre, pero una vez más subestimé a mi padre, aquello sucedió un miércoles y el jueves ni siquiera la  vi en la cola para entrar en la clase . Cuando pregunté por ella la maestra me contestó.- Sánchez, preocúpate por ti, ella está bien donde está-. La habían echado de la escuela.



ENERO


Era costumbre ir al cine los sábados cuando llegaba el invierno, aquella tarde del mes de enero al salir de la sesión de las siete la vi. Se encontraba sentada en la escalera de entrada al cine, mojada  y aterida… me acerqué y le hablé.

Después de una hora conseguí que entrásemos en una cafetería para que tomase algo caliente… poco a poco me habló de lo mal  que lo estaba pasando por todos aquellos chismes, le miré fijamente, tenía el rostro alargado, los párpados caídos, una defectuosa alimentación  le estaba dejando sin dientes, delgada hasta la saciedad, descansaba los brazos en su regazo, sentí lástima por ella.

Debo decir que en casa de la familia  González entraba una buena paga todos los meses, y eso les permitió ser los primeros en tener televisión en casa y otros electrodomésticos inaccesibles para algunas amas de casa de la época. Con el tiempo Constan cambió,  y más de la mitad de su sueldo se quedaba en el Bingo o en la taberna de Porfirio, por lo que el dinero restante se debía  repartir entre los gastos de la comida, casa , ropa para las chicas , que eran tres y algún gasto imprevisto, como bien podría ser una chapuza o parche en la vivienda , así que se rebajaba de lo destinado a la comida , toda a base de bocatas, tortillas francesas o de patatas , y pare usted de contar. 

Cuando los  domingos  regresaba a  casa, nadie, ni siquiera mi hermana la mayor, sabía  de mis encuentros con Fabiola. Hacía todo lo imposible para que mi amiga   no estuviese sola, aunque fuese por poco tiempo.

Entre Adela y yo, otra de las amigas, intentamos por pasiva y por activa, para que se arreglase un poco  y abandonase esa imagen de dejada  que le hacía tanto  daño, pero al final me descubrieron.

CAPÍTULO  V




A mi padre no le importó si era por una buena causa, lo que le importaba era que nadie hablase mal de mí, bueno del apellido de nuestra familia pues no lo aguantaría y aunque  no era violento, el castigo podría ser faraónico.  Esa fue la última vez que vi a Fabiola. 
 Como consecuencia de aquel acto de rebeldía mi padre me castigó a quedarme en casa  sábados o domingos,  a no ser que mi hermana me acompañase  pues había veces que los intercambiaba, ya que paga solo recibía una.
No ocurrió nada para contar mientras estuvimos  los fines de semana bailando en  salón que la parroquia ponía disposición de los jóvenes del barrio, pues en las discotecas  no me dejaban entrar.
En una de aquellas tardes coincidimos con Pancho y Raúl, dos chicos de la antigua cuadrilla. Y lo que menos podría esperar, es que el segundo de ellos,se encaprichase de mi hermana. Era un chico que guardaba un enorme  parecido con el actor Chuck Connors, un buen hombre amén de simpático, amable y caballero, que intentaba por todos los medios evitar que bebiese, y que le daba la razón a mi hermana,  pero Silvia le dio calabazas. Según ella, no podía soportar la idea de que aquel chico se hiciese ilusiones, mejor era cortar por lo sano 

JULIO

Todos  los años, por estas fechas, mis padres nos dejaban con unos tíos, ya mayores, en Vallecillo que está a 55 kilómetros de León,  nuestro lugar de residencia.
Todos los días  al río y andar en bicicleta. Por las mañanas a eso de cerca de las doce del mediodía, subíamos a la bodega de nuestro tío Leopoldo para tomar un tentempié.
Pensé para mis adentros  que aquel hombre era fácil de engañar, hacerlo resultó ser un juego de niños, él se dedicaba a subir jarros medianos de barro llenos de vino   para rellenar el garrafón que debíamos bajar a casa, y yo a beber todo lo que podía, hasta que una mañana me pasé, al final el camino se me hizo tortuoso y creo que una vez en casa me dediqué a pedir que no viniese la policía. Al día siguiente en el pueblo de lo único que se hablaba  era de la “rara enfermedad que padecía”, y que me provocaba delirios.

SEPTIEMBRE

El regreso de las vacaciones llegó, y con harto dolor de mi corazón, abandonamos el pueblo.
Pensé que nunca más volvería a salir  de casa, sin embargo mi hermana decidió darme otra oportunidad, salir juntas al cine con su cuadrilla.

¡Qué iba a hacer  con gente que no me gustaba! Habría que  pensar rápidamente en cómo solucionarlo.
Y entonces apareció él, mi príncipe soñado.
- Creo que tengo la solución. No les digas que no quieres ir al cine. Cuando estéis en la cola para comprar las entradas sales corriendo, yo te estaré esperando-.
La cara que se le puso a mi hermana fue todo un poema  al ver que más que correr, volaba y les dejaba sola.
 Mi hermana no podía volver a casa y decir que me había escapado, pues conocía de sobra como las gastaba mi padre, y podría ponerme la cara como un Ecce Homo,  así que no tuvo más remedio que esperar a que yo regresase, hasta que lo hice pasaron dos horas y medía, con ella estaba Iratxe quien me echó en cara mi comportamiento,  y así dos veces más, no hubo una tercera, me enteré cuando le pedí a mi padre la paga.
 – Tu hermana no quiere salir contigo, así que tendrás que  quedarte en casa-. El mundo se me vino encima. No tenía forma humana de ponerme en contacto con  Daniel, pues en casa, aún, no teníamos teléfono, y así trascurrió el domingo.
El lunes llegó y por fin pude verle, me estaba esperando a la salida de clase. Lo que no gozaba los domingos lo hacía entre semana, también a él le venía bien este cambio de día, así que los dos tan contentos.

CAPÍTULO VI

Para tener más tiempo pedí a mi padre que me firmara una autorización para lo que ahora se ha dado en  llamar, actividades  extraescolares.
Aprendí a falsificar la firma de mi progenitor .Cuando faltaba entregaba la nota a la responsable con el motivo de mi falta y ella la guardaba sin más.

EL COMIENZO DEL INFIERNO

¿Cuándo empecé a beber? Es otro de los capítulos de mi vida  que no recuerdo muy bien, o no quiero recordar. Solo sé  que fue al conocer a  mis “novios”, y las  curdas siempre que tenía la oportunidad de llevarme  a la boca un vaso con lo que fuese que tuviese dentro
Daniel tenía tres hermanos mayores que él, uno de ellos, Alfonso, era quien nos aprovisionaba  de alcohol, y quien nos dejaba estar en el garaje hasta que se pasaba el efecto.
Daniel un buen día sin decir esta boca es mía  despareció, y por más que pregunté a sus hermanos, ellos encogiéndose de hombros ni  me contestaban. Otra vez a buscarme la vida.

TRABAJO

Como pude llegué a los 17 años en los que encontré trabajo en una empresa de de rodamientos, y a  Laura, ella si que supo

camelar a mi padre.- Paco , deje que  Elsa venga a mis fiestas, las hago en casa de mis padres, es lo que la gente joven llamamos  guateques-. Y volvió a tragar el anzuelo 
Gracias a ella y a su novio, un cimarrón como la copa de un pino, y a mi aspecto físico  rubia, ni delgada ni gorda, con una cara bonita, simpática y extrovertida, parecer mayor, medir uno 1.72 y en compañía de ellos, no me pedían el DIN para entrar a las discotecas.
En la discoteca “el tren”, como así era conocida por la marcha de su música, conocí a José, un chico con el que conecté enseguida
De los tragos de cerveza pasé a los tragos de ron, ginebra, whisky, la mayoría sin compañía, es decir solos.
Cada vez tomaba más, y más era el aguante ante el alcohol, y no me daba cuenta, pero la pequeña,  Elena sí, y se lo comentó a Silvia, y mi hermana prometió que si no cambiaba se lo haría saber a mi padre
Me volví para mirarla.- No sabes la cantidad de accidentes que sufre la gente pasando incluso los pasos de cebra-. Días después por mis compañeros de trabajo supo que José, era taxista.
Vivía como un pachá , pues llegaba a casa , comía y me tumbaba en la cama a leer novelas  de corte  romántico, mientras que mi hermana , que estudiaba entonces secretariado , debía estudiar , ayudar el casa y llevar a mi hermana pequeña a la escuela, a parte de escuchar de mi progenitor  que parecía una monja porque  ni siquiera buscaba un buen “ maromo” para salir con él
La misma astucia que empleé en mi época de estudiante  abría que ponerla otra vez en práctica.
 Para ganar tiempo a mi padre le decía que metía horas extras, claro que no hacía  tantas como él creía. Así que se ponía como un loco diciéndome que me estaban robando.

CAPÍTULO VII


Conseguí a duras penas  que se calmase y que no se acercase hasta el trabajo.- ¡Papá por favor! Si hablas con el encargado me despedirán. Mejor es aceptar y callar -.


DICIEMBRE 


A finales de diciembre cerca de Navidad,  sufrí un coma etílico que terminó por cerrar la puerta de la deseada libertad, y a la familia de Laura un soberano disgusto con la posibilidad de una denuncia…que nunca llegó a cuajarse 

Todos los días mi madre me acompañaba al trabajo, y a eso de las tres, que era la hora de salir, ella ya estaba en la puerta esperándome con puntualidad británica.
Los sábados mandaba a la mi hermana pequeña a que me cambiase las  novelas que ya había leído, por otras nuevas.
A Elena, que por aquel entonces tendría entre diez a once años,  le soborné comprándole un plumier con sus lapiceros de colores, que mi madre dijo que no le compraba, que ya tenía pinturas.
 A cambio debía ingeniárselas para conseguirme una botella de coñac, sin que nadie la sorprendiera, pues mi padre por las mañanas era lo que tomaba antes de desayunar, y por las noches lo último que ingería antes de irse a la cama,  por  lo cual tenía varias botellas de reserva, siendo como era una vez que bebía olvidadizo en cuestiones de abastecimiento 

ENERO 

Gracias al padrino de la pequeña Elena cambié de trabajo y de profesión. De ser una curranta, ahora era la señorita Elsa, pues mi trabajo en una consulta  de dos hermanos, ambos dentistas, así lo requería.
Los niños siempre me han gustado  y pronto Pedro, que era el que atendía a los más pequeños , me pidió que trabajase en  su departamento. Atendía a los padres y llevaba a los pequeños hasta la consulta prodigándoles toda clase de arrumacos y carantoñas, y ellos se dejaban querer. Pero una vez más el destino me la tenía prometida.

ABRIL


Aquel jueves llegué un poco más tarde a casa, al abrir la puerta me esperaba mi madre, me dijo que esperarse a que vendría mi padre… algo iba mal.

Por una milésima mi corazón dejó de latir, la botella de coñac no estaba en el lugar donde la dejé, luego los gritos, los insultos de mi padre llenaron la casa.
No tuve paz hasta que llegó el mes de agosto, y con él, la marcha de mi padre a cazar. Así que intenté por todos los medios que mi madre confiase en mí y me dejase salir sola,  aquella tarde, para su desgracia, y no para la mía aceptó, aquella noche no regresé a casa.
Los meses pasaban y yo no daba señales de vida, tampoco me importaba estaba bien acompañada, no, no era, José, era su hermano Andrés, un chico que trabajaba con su camioneta en una empresa de lavanderías industriales, llevando ropa sucia, manteles, servilletas, y entregando la ropa  recién lavada.

CAPÍTULO VIII





JULIO
Una llamada iba a revolucionar la casa de los Sánchez.
Era Elisa Gómez, la dueña de una pensión preguntando por la madre de Elsa.
Tiempo después, cuando me despedí de Elisa, me contó el encuentro con mi madre, de lo que hablaron, de las lágrimas que mi madre derramó durante aquellos meses  en los que estuve ausente.

MAYO DEL AÑO SIGUIENTE
La boda, las fotos de rigor, las flores, los invitados, la ceremonia, pero yo estaba ausente, me casaron  sin pensar si yo podría esperar a consolidar un amor que ahora no sentía. Lo hicieron a sabiendas que yo no estaba embarazada,   pero el apellido era más importante que mis deseos .
El viaje de novios lo hicimos al pueblo donde  los abuelos de Andrés, y en donde había estado escondida con el consentimiento del abuelo Rafael quien se preocupó de que nada me faltase, residían.
 Faltaban días para que  llegase a los dos meses de la fecha de mi boda…y volví a liarla.

ZAMORA

El tren corría  sobre los rieles como si fuese feliz. . Desde la ventanilla podía contemplar los campos, las casas de los pueblos, que al paso del tren parecían perseguirnos, después la estación.
Bajé y me dirigí a la estación de autobuses, cogí el billete, me senté y me dediqué a pensar en lo que debía decir o como decirlo.
Toda la urbanización estaba constituida por pequeños chalet de dos plantas con un pequeño patio interior  donde poder colocar algunas plantas.
Pulsé el timbre, la mujer que me abrió no tenía los cabellos blancos del todo, alta y fuerte con ojos grises de mirada inquisitiva, era mi abuela.
Me preguntó de manera airada que hacía allí, mi contestación – Vengo a trabajar - . Cuando mi padrino Luis, hermano de mi padre regresó del trabajo llamó casa de mis padres. Menos mal que mi padre no estaba pues se quedaba a comer en el comedor de  la empresa. Al día siguiente volvía a contemplar la felicidad del tren al transitar por las vías y la  idea de la persecución de los pueblos por donde pasaba. Al llegar en la estación me estaba esperando Andrés que una vez en casa, a modo de bienvenida comenzó a golpearme.
El embarazo se hacía   cada día más latente, él quería un barón y yo una niña, al final ni deseo se cumplió y por ella dejé de beber.
Cuando la pequeña Rebeca  contaba dos años Andrés tuvo que hacer el servicio militar, así que cuando veía a alguien con uniforme  le señalaba con el dedito y decía -¡Amachu mira papá!-


  CAPÍTULO IX

Cuando finalizó la mili volvió a casa, antes no lo había hecho a pesar de tener varias semanas de permiso , desconociendo el motivo por el que no vino a pasar con nosotras ,  ese periodo de descanso, pero ya se sabe” El buey suelto … bien se lame “, así que tuve que vivir con aquella sospecha.
A los dos días de su  regreso tras licenciarse del servicio militar,  se acercó a la empresa donde trabaja como limpiador de cristales . La sorpresa fue mayúscula  al comprobar que ya no tenía trabajo – Lo sentimos. La empresa está pasando por unos momentos difíciles , y no podemos volver a  admitirte , aquella escena sucedía a las 10 de la mañana, cuando volvió a casa , el reloj de la cocina marcaba las cinco de la madrugada , tres horas después , Andrés dormía  la mona, así que vestí a mi hija, llamé a la puerta de Esperanza, mi mejor amiga y vecina . Esta se asustó al verme  -¡Pero que te ha pasado!-
- Te dejo a Rebeca  cuida de ella, Andrés está borracho y no se ha enterado que nos hemos marchado . Si se despierta  y llama a tu puerta …- No temas , le contestaré que no te he visto-.
- Gracias . Tengo que hacer todo lo posible para que no se lleve a mi pequeña- .
Corrí escaleras abajo , salí a la calle,  paré un taxi .
Cuando mi madre abrió la puerta  - ¡ Dios mío!. ¡ Está loco!.¿ Ahora  por qué te ha pegado?-.
Cuando hube terminado de contar a mi madre lo ocurrido..
-         Primero a urgencias. No me gusta nada como se te está poniendo la cara . Silvia , ve a casa de Adela y trae  a Rebeca  a casa . Ten cuidado de no encontrarte con  tu cuñado , solo faltaba que también te golpease a ti. Cuece unos macarrones , en la nevera hay pollo y salchichas , así que ya tenemos el segundo plato . -.
-         De acuerdo. Le digo a papá que Elsa y Rebeca vienen a comer -.
-         No . Gracias  a  Dios tu padre se queda a comer en el comedor de la fábrica, así que nada le diremos -. Dos horas después …- Bien , a pesar de la tumefacción hemos conseguido hacer unas radiografías. Tiene roto el hueso cigomático, que  también  se le llama Malar . Es  un hueso corto y compacto situado en la parte más externa de la cara-,
situándose a mi lado  cogió un bolígrafo para señarlo.- En cuanto al tiempo de recuperación completa, ronda el mes, siempre que no se produzca una nueva rotura durante ese periodo-.
Una vez hubimos salido del hospital nos dirigimos a la comisaría de nuestra zona . La respuesta del policía nos dejó atónitas .- Lo siento. Pero debe volver con su marido , pues puede perder no solo la vivienda  sino también a la niña -.
-          ¡ Agente no se da cuenta que si vuelve la va a volver  a pegar!-.
-          Sí lo sé , lo siento , pero es lo que la ley dice -.
Una vez en casa traté de comer lo que pude pues el dolor era horrible. Miré a mi madre quien estaba dando de comer a Rebeca , luego a Silvia que tenía los ojos rojos de haber llorado, y el espejo que estaba sobre la repisa , me devolvió la imagen de la cara de una desconocida, pues se me estaba hinchando cada vez mas,  a parte de aparecer unas líneas delgadas de color morado que también irían a más. Lo peor fue cuando tuve que despedirme de mi madre y de mi hermana, se que aquella noche ambas , no pegaron ni ojo pensando si el salvaje de Andrés había repetido la paliza .


TRES AÑOS MÁS TARDE

Andrés regresaba cada vez  tarde  del trabajo y siempre con ganas de pelea increpándome porque no trabajaba, y eso que no lo necesitábamos.
Por mediación de un sacerdote de la parroquia entré a trabajar en una casa para la limpieza y el cuidado de dos niños. Mi hija se quedó al cuidado de mi madre y de mi hermana hasta que salía de trabajar.
Los niños como siempre me adoraban y aquella tristeza de no poder disfrutar de mi hija  fue lo que hizo volver a beber.
La señora tenía un mueble bar con muchas y variadas clases de bebidas , pero yo me dediqué a beber  ron ,ginebra ,vodka  o tequila por tener un color parecido al agua , y eso era lo que contenían , pues vaciaba la  botella y el líquido  lo metía en otra  . No me pregunten como conseguía cerrar el tapón al máximo y pegar la etiqueta, pero aquel truco se descubrió
-          ¿ Cuantas botellas amigo mío cree que puede haber en la bodega?-.
-          ¡ Caray!. No  lo sé. Soy muy malo para responder a esta clase de preguntas-. ¡ De pronto se escuchó un ruido de cristales!.
-          -¡ Antonia, rápido baje , se ha roto una botella!-. El incidente terminó sin más .

DOS MESES MÁS TARDE
Era el cumpleaños del señor y en casa todo era preparativo para la celebración.
La comida finalizó y yo me encontraba en la cocina. Del comedor llegó un -¡Esto no puede ser!-. Corriendo salí de la cocina, al llegar al comedor el señor tenía en sus manos una botella de ginebra abierta  y me señalaba con el dedo.
Tuve que admitir que yo era la culpable y me despidieron.
En los informes que me dieron no salía muy bien parada. Que bebía y que era una irresponsable pues había tenido bajo mi cuidado unos niños a los que les podía haber pasado algo. Rápidamente rompí los informes pues no me servían para volver trabajar en otra casa.
Los únicos que lamentaron mi marcha fueron los dos niños que se quedaron llorando, pues nunca les faltó cariño ni atención.
Las palizas continuaron, sin importarle que su hija estuviese presente. En más de una ocasión, Rebeca, se puso en medio de los dos tratando de evitar que siguiese pegándome.




CAPÍTULO   X


La noche al aniversario de boda (12 años) me golpeó con tanta saña que me partió el hueso molar. Acompañada por mi madre y mi hermana, pues mi padre desconocía el problema que tenía con mi marido, ya que hubiesen llegado a las manos, nos personamos en la comisaría para denunciarlo.- Siento decirles que tiene que volver a casa, pues puede perder la casa, pero  sobre todo a su hija. Y así volví con mi enemigo.

DOS AÑOS MÁS TARDE
Me había acostado tarde y Andrés aún no había vuelto de sus correrías, así que temí lo peor. Pero no puede aguantar mucho más y me quedé dormida. En mi sueño veía como me quitaban a mi hija y yo no podía hacer nada pues estaba tumbada en el sofá borracha. Aquella noche comprendí que la vida no es un jardín de rosas, pues las rosas tienen espinas que se pueden llegar a clavar en el alma.
Acompañada por mi hermana, sin que supiesen ni mi marido ni mi padre, ingresé en una asociación de alcohólicos anónimos.
Lo primero que tuve que hacer es admitir que era alcohólica, un paso muy importante para librarle de aquel maldito ser que me corroía.
En cada sesión aprendí a valorar a la familia que había estado  en todo momento ayudándome, y que se habían quedado con Rebeca cuando lo necesité. A llevar con fuerza los días con sus noches en los que el  pensar que no iba a lograrlo me hacía caer en un estado de profunda melancolía.
A entender a los compañeros que explican sus vidas y lo que habían sido de ella por el alcohol. A escuchar dramáticos relatos en los que aquellas anónimas personas, habían ingerido de todo para poder continuar adelante  en un camino desconocido, pero con la seguridad que sino se retrocede y se da la vuelta atrás, rs sin retorno.

FINAL 
A mi marido le extrañó que no bebiese, y que me negase a hacerlo, pero se cansó y me dejó. Ahora ya no perdía el tiempo en pegarme, alguien le había dicho que los mejores golpes son los psíquicos que los físicos… y acertó.
Me trataba peor que a la colilla del cigarro que se tira pues ya no sirve y luego se pisa. A mantener relaciones sexuales cuando él quería, pues era mi obligación. A decirme que no tenía ni nombre ni apellidos. Que era una persona amorfa. Que mi hija, pues no era de él, terminaría en el mundo o de la droga o en el de la prostitución. Que menudo ejemplo que había dado estando borrachada todo el tiempo… y yo me lo creí. Y así , todos los días.
Tuve que llevar , como pude , los cinco intentos de suicidio de mi hija Rebeca , que ya había cumplido los 17 años . El primero con barbitúricos . El segundo tirarse al tren de cercanías . El tercero meterse en una bañera con la radio encendida. El cuarto beber hasta llegar a un coma etílico . El quinto, intentar abrirse las venas .
Cada vez que ocurrían estos sucesos, y anteriormente , la llevaba a todos los psicólogos habidos y por haber , a todos aquellos que mi sueldo me lo permitía . Recuerdo que una vez estando con Rebeca en una cafetería, me llamó la atención  una mujer rubia, que llevaba una cinta en la frente, y que me hizo recordar mis años de hippy . En aquel momento levantó la vista del libro que estaba leyendo , a su lado , descansaba una taza de humeante café. Me miró y yo aparté la vista , luego ya no me acordé de la mujer hasta que la tuvimos a nuestro lado .- No lo vuelvas a intentar – dijo mientras miraba a mi hija .- No te morirás, pero si terminarás en una silla de ruedas-. Después se alejó

TRECE AÑOS DESPUÉS

Me ha costado sudor y lágrimas salir de aquel submundo en el que él me había metido. He tenido que aprender que mi vida es valiosa para mí hija, para mi familia, para mis amigos a los que les debo otra vez su inestimable ayuda. A pasear por las calles y  aspirar el olor que  la lluvia deja en ellas. A notar el calor del sol, el fresco del otoño, el frío del invierno y la dulzura de la primavera. A mirar a la gente a la cara, sin miedo sin vergüenza,  y eso estando tan lejos, de ellos
Y algo más importante a saber quien soy, lo que quiero y lo estoy dispuesta a hacer por conseguirlo. En una palabra soy ELSA
   

ESTA HISTORIA ESTÁ BASADA EN HECHOS REALES. TANTO LOS NOMBRES DE LOS PERSONAJES COMO LOS LUGARES DONDE TRASCURRE LA ACCIÓN HAN SIDO CAMBIADOS     
  
La descripción de la enfermedad está recogida de la Enciclopedia de consulta Encarta  y en http://www.nlm.nih.gov/
  

CONTINUARÁ . Solo en mí . Pues aquí termina la historia de una ex alcohólica . Pero no la de una mujer que  piensa seguir viviendo su vida , con sus luchas y fracasos , con sus alegrías y sus penas, como cualquier ser humano, perdiéndome  en el anonimato para seguir adelante