Día 31 de julio, las cinco y veinticuatro de la mañana, sola y sentada ante el ordenador me viene a la memoria un suceso acontecido, ya hace muchos años, tantos como cuarenta.
En no pocas ocasiones, uno se encuentra sumergido en una
vorágine en la que nunca sospechó encontrarse, una chica joven y un compañero
de viaje…el alcohol
Uno cuando es joven, ve el mundo que le rodea como el
mismísimo Edén, lugar donde vivir sin más preocupación que sus propios sueños
de libertad, una libertad que sale cara cuando es nuestra propia existencia la
que está en juego, bueno nuestra existencia y el infierno al que se somete a la
familia.
Mis recuerdos no me preguntan si mi hermana estaba sometida
a este terrible… ¿ser puede llamarse?, o incluso si fuese una droga blanda o fácil
de conseguirse, me llevan a un cúmulo de despropósitos que sumados a un exceso
de libertad, propiciaron aquel episodio que estaba tan ligado a mi vida.
Elsa, como así se llama mi hermana, siempre ha sido una
mujer bandera, pelirroja, extrovertida, pero sin mala intención en lo tocante a
su forma de actuar, o en su forma de vestir, siempre rodeada de moscones que la
adoraban y la cortejaban
Mi padre siempre deseó que su primer vástago fuese varón, pero llegó el segundo de sus hijos
y tampoco lo fue, aunque tuvo que esperar al cuarto para conseguirlo
Mi hermana, de pequeña era un auténtico torbellino.
Tanto le gustaban los animales ,que en cuanto veía a un perro abandonado lo subía a casa consiguiendo escuchar cada dos por
tres la consabida frase que mi madre empleaba en estos casos –Lo siento Elsa,
pero el perro no puede quedarse con nosotros-.
Con harto dolor de su corazón sacaba al can de casa y una
vez en la calle le decía –Ya lo siento perrito, pero no puedes quedarte-,
después sin volver la vista atrás entraba en el portal con los ojos llenos de
lágrimas, pocos años más tarde vería colmados sus sueños, en casa había una perrita,
claro que era de caza, afición que mi padre mantuvo hasta que la edad te retira
de todo, menos de la enfermedad o de la vejez.
Tras estos pequeños rasgos del carácter de mi hermana he
llegado a la conclusión de que fuese ella misma quien les contase el camino recorrido
durante casi siete años de continua esclavitud, pues nadie como ella para que
en primera persona relate como entró y salió de un túnel que no parecía tener
final .
Tal y como me presentó mi hermana , mi nombre es Elsa , pero
también podría haber sido Maringeles, o Teresa, o Begoña, en este caso no importa
el nombre pues soy una de las muchas personas anónimas que han pasado por este
calvario .
CAPÍTULO II
CAPITULO III
ADOLESCENCIA
Pasó la niñez, y con ella llegó la adolescencia, una adolescencia controlada por mi progenitor, un hombre alto, guapo, delgado, de facciones suaves, ojos grises y con dotes de mando. Siempre en casa creíamos que había equivocado la carrera (fue administrativo), pues posiblemente si hubiese sido militar, habría llegado por lo menos a general.
CAPITULO IV
Era costumbre ir al cine los sábados cuando llegaba el invierno, aquella tarde del mes de enero al salir de la sesión de las siete la vi. Se encontraba sentada en la escalera de entrada al cine, mojada y aterida… me acerqué y le hablé.
Como
consecuencia de aquel acto de rebeldía mi padre me castigó a quedarme en
casa sábados o domingos, a no ser que mi hermana me acompañase pues había veces que los intercambiaba, ya
que paga solo recibía una.
Todos los años, por estas fechas, mis padres nos dejaban con unos tíos, ya mayores, en Vallecillo que está a55 kilómetros de
León, nuestro lugar de residencia.
SEPTIEMBRE
El regreso de las vacaciones llegó, y con harto dolor de mi corazón, abandonamos el pueblo.
CAPÍTULO II
Bien es verdad que mi padre puso en mí la figura de ese hijo
varón que no llegaba. Le acompaña a pescar, a cazar, e incluso pude tener en
mis manos una escopeta de caza, aunque después del primer
disparo me negué a efectuar un segundo pues el retroceso de la escopeta me tiró
al suelo.
En la Sala Cuna ,
que aún debe existir alguna, regentada
por las hermanas de San Paúl, me encontraba como si estuviese en el mismo
cielo, era querida y mimada, a pesar de ser un torbellino
Recuerdo que les decía a mis compañeros a la hora de comer.-
¡Yo os gano!-. Y aunque fuese por el hecho de ser los primeros, todos comían
con rapidez no dejando nada en los platos.
Nostalgias agradables aquellas que surgen cuando me llevaban
con ellas de visita a casa de alguno de sus protectores, los cuales nos daban
de merendar embutidos que al principio no se comían en casa , así
como rico chocolate y pasteles , así estaba yo de rolliza.
Los años pasan y ahora me encuentro en la escuela, en párvulos,
definición que ha desaparecido casi o totalmente dentro de la docencia.
Mi primera travesura fue tirar por la ventana el cepillo con
el limpiábamos el encerado, gracias a Dios el patio estaba vació y nadie
resultó afectado por un buen cepillazo.
Mi hermana, la mayor, temblaba cada vez que entraban en su
aula y le decían que la directora le llamaba, aquello era síntoma de que yo
había liado la madeja, aunque en la
mayoría de los casos, se tratase de
pequeñas travesuras. Pero… hubo un par de veces que no lo fueron.
La primera ocurrió en el patio interior lleno de columnas,
se me ocurrió dar vueltas a su
alrededor, cuando desperté estaba en la oficina de la directora, sentía que las
manos me hormigueaban y un terrible dolor en la cabeza, que era producido por
un soberano chichón a pesar de que se me había aplicado, pues no se si aún se
sigue haciendo esta práctica, un duro sobre la zona afectada para que no se
hinchase.
La segunda fue en clase, la maestra salió unos instantes
parea coger agua, momento que aproveché para columpiarme apoyada en las
esquinas de dos mesas. Me resbalé y me metí una de aquellas esquinas cerca de la sien, la cicatriz a pesar de los años
es aún visible. Pero no lloré y encima
me dieron de premio 5 pesetas, así que mas contenta que unas castañuelas.
A los 12 años sufrí la enfermedad del “El baile de San Vito.
CAPITULO III
La corea de Sydenham toma su nombre
del médico inglés Thomas Sydenham; en general aparece después de un cuadro de
fiebre reumática de la infancia y es más frecuente en niñas que en niños.
Las alteraciones emocionales y
psicológicas no son parte del cuadro, sino que se deben a influencias
ambientales. El tratamiento consiste en reposo en cama; la duración del proceso
es de algunas semanas y no produce daño permanente al sistema nervioso. La
corea de Sydenham también se ha conocido como el baile de San Vito.
Esta enfermedad es uno de los
signos principales de la fiebre reumática aguda. La persona puede en la
actualidad tener la enfermedad o haberla tenido recientemente, y puede ser el único signo de fiebre reumática en algunos pacientes, presentándose con mayor frecuencia en niñas antes de la
pubertad, aunque también se puede observar en niños.
Cambios en la escritura a mano
Movimientos espasmódicos, incontrolables y sin ningún propósito similares a
fasciculaciones; los movimientos anormales desaparecen durante el sueño
Pérdida del control de la motricidad
fina, especialmente de los dedos y de las manos Pérdida del control emocional
con ataques inapropiados de llanto o risa Síntomas de fiebre reumática (ver: fiebre reumática aguda)
De aquellos espasmos , y dolores de cabeza
que me hacían sangrar profusamente por la nariz … me han quedado cefaleas,
aunque aquella enfermedad me
marcase para el resto de mi vida , haciéndome otra persona, pues a
raíz de aquel episodio en casa , y en la escuela , todos se volcaron en
atenciones , cariños, lo que abrió una puerta para conseguir lo que yo quisiera
sin prometer nada a cambio .
ADOLESCENCIA
Pasó la niñez, y con ella llegó la adolescencia, una adolescencia controlada por mi progenitor, un hombre alto, guapo, delgado, de facciones suaves, ojos grises y con dotes de mando. Siempre en casa creíamos que había equivocado la carrera (fue administrativo), pues posiblemente si hubiese sido militar, habría llegado por lo menos a general.
Tenía muchos amigos, con los que practicaba
sus deportes favoritos, la pesca y la caza. Y no es pasión de hija, pero en ambas modalidades fue muy bueno. Pero volvamos a la
adolescencia, y con ellas a las amigas.
En el barrio todos nos conocíamos, si no
por vecinos, por ser compañeras de clase o tener las mismas edades para poder
salir como amigas, y esto último lo tuve muy crudo, sobre todo con
Fabiola, una chica con la que compartía pupitre.
CAPITULO IV
Sufría un
pequeño retraso psíquico, pero no era mala, sin embargo su forma de comportarse
con los chicos, tanto de nuestra misma edad, como más mayores, despertó una
especia de suspicacia entre algunos de
nuestros convecinos, y ya se sabe que cría fama y échate
a dormir.
La pobre
Fabiola se vio en boca de todos, pero sobre todo de los amigos de su padre Constan, que trabaja como chófer de un
director de empresa, que llegó a creer a pies juntillas, las historietas que le
contaban.
Aquellas mentiras llegaron a oídos de mi padre
quien me prohibió volver a salir con
ella, haciendo extensible la misma “orden” a Silvia. Pensé que una tontería
pedir que me alejase de ella ya que como he dicho, somos compañeras de pupitre,
pero una vez más subestimé a mi padre, aquello sucedió un miércoles y el jueves
ni siquiera la vi en la cola para entrar
en la clase . Cuando pregunté por ella la maestra me contestó.- Sánchez,
preocúpate por ti, ella está bien donde está-. La habían echado de la escuela.
ENERO
Era costumbre ir al cine los sábados cuando llegaba el invierno, aquella tarde del mes de enero al salir de la sesión de las siete la vi. Se encontraba sentada en la escalera de entrada al cine, mojada y aterida… me acerqué y le hablé.
Después de una
hora conseguí que entrásemos en una cafetería para que tomase algo caliente…
poco a poco me habló de lo mal que lo
estaba pasando por todos aquellos chismes, le miré fijamente, tenía el rostro
alargado, los párpados caídos, una defectuosa alimentación le estaba dejando sin dientes, delgada hasta
la saciedad, descansaba los brazos en su regazo, sentí lástima por ella.
Debo decir que
en casa de la familia González entraba
una buena paga todos los meses, y eso les permitió ser los primeros en tener
televisión en casa y otros electrodomésticos inaccesibles para algunas amas de
casa de la época. Con el tiempo Constan cambió,
y más de la mitad de su sueldo se quedaba en el Bingo o en la taberna de
Porfirio, por lo que el dinero restante se debía repartir entre los gastos de la comida, casa
, ropa para las chicas , que eran tres y algún gasto imprevisto, como bien
podría ser una chapuza o parche en la vivienda , así que se rebajaba de lo
destinado a la comida , toda a base de bocatas, tortillas francesas o de
patatas , y pare usted de contar.
Cuando los domingos
regresaba a casa, nadie, ni
siquiera mi hermana la mayor, sabía de
mis encuentros con Fabiola. Hacía todo lo imposible para que mi amiga no estuviese sola, aunque fuese por poco
tiempo.
Entre Adela y
yo, otra de las amigas, intentamos por pasiva y por activa, para que se
arreglase un poco y abandonase esa
imagen de dejada que le hacía tanto daño, pero al final me descubrieron.
CAPÍTULO V
CAPÍTULO V
A mi padre no
le importó si era por una buena causa, lo que le importaba era que nadie
hablase mal de mí, bueno del apellido de nuestra familia pues no lo aguantaría
y aunque no era violento, el castigo
podría ser faraónico. Esa fue la última
vez que vi a Fabiola.
No ocurrió nada
para contar mientras estuvimos los fines
de semana bailando en salón que la
parroquia ponía disposición de los jóvenes del barrio, pues en las discotecas no me dejaban entrar.
En una de
aquellas tardes coincidimos con Pancho y Raúl, dos chicos de la antigua
cuadrilla. Y lo que menos podría esperar, es que el segundo de ellos,se encaprichase de mi
hermana. Era un chico que guardaba un enorme
parecido con el actor Chuck Connors, un buen hombre amén de simpático,
amable y caballero, que intentaba por todos los medios evitar que bebiese, y
que le daba la razón a mi hermana, pero
Silvia le dio calabazas. Según ella, no podía soportar la idea de que aquel
chico se hiciese ilusiones, mejor era cortar por lo sano
JULIO
Todos los años, por estas fechas, mis padres nos dejaban con unos tíos, ya mayores, en Vallecillo que está a
Todos los
días al río y andar en bicicleta. Por
las mañanas a eso de cerca de las doce del mediodía, subíamos a la bodega de
nuestro tío Leopoldo para tomar un tentempié.
Pensé para mis
adentros que aquel hombre era fácil de
engañar, hacerlo resultó ser un juego de niños, él se dedicaba a subir jarros medianos de barro llenos de vino para
rellenar el garrafón que debíamos bajar a casa, y yo a beber todo lo que podía,
hasta que una mañana me pasé, al final el camino se me hizo tortuoso y creo que
una vez en casa me dediqué a pedir que no viniese la policía. Al día siguiente
en el pueblo de lo único que se hablaba
era de la “rara enfermedad que padecía”, y que me provocaba delirios.
SEPTIEMBRE
El regreso de las vacaciones llegó, y con harto dolor de mi corazón, abandonamos el pueblo.
Pensé que nunca
más volvería a salir de casa, sin
embargo mi hermana decidió darme otra oportunidad, salir juntas al cine con su
cuadrilla.
¡Qué iba a hacer
con gente que no me gustaba! Habría que
pensar rápidamente en cómo solucionarlo.
EL COMIENZO DEL INFIERNO
¿Cuándo empecé a beber? Es otro de los capítulos de mi vida que no recuerdo muy bien, o no quiero recordar. Solo sé que fue al conocer a mis “novios”, y las curdas siempre que tenía la oportunidad de llevarme a la boca un vaso con lo que fuese que tuviese dentro
TRABAJO
Como pude llegué a los 17 años en los que encontré trabajo en una empresa de de rodamientos, y a Laura, ella si que supo
camelar a mi padre.- Paco , deje que Elsa venga a mis fiestas, las hago en casa de mis padres, es lo que la gente joven llamamos guateques-. Y volvió a tragar el anzuelo
CAPÍTULO VII
Conseguí a duras penas que se calmase y que no se acercase hasta el trabajo.- ¡Papá por favor! Si hablas con el encargado me despedirán. Mejor es aceptar y callar -.
DICIEMBRE
A finales de diciembre cerca de Navidad, sufrí un coma etílico que terminó por cerrar la puerta de la deseada libertad, y a la familia de Laura un soberano disgusto con la posibilidad de una denuncia…que nunca llegó a cuajarse
Todos los días mi madre me acompañaba al trabajo, y a eso de las tres, que era la hora de salir, ella ya estaba en la puerta esperándome con puntualidad británica.
Los sábados mandaba a la mi hermana pequeña a que me cambiase las novelas que ya había leído, por otras nuevas.
A Elena, que por aquel entonces tendría entre diez a once años, le soborné comprándole un plumier con sus lapiceros de colores, que mi madre dijo que no le compraba, que ya tenía pinturas.
A cambio debía ingeniárselas para conseguirme una botella de coñac, sin que nadie la sorprendiera, pues mi padre por las mañanas era lo que tomaba antes de desayunar, y por las noches lo último que ingería antes de irse a la cama, por lo cual tenía varias botellas de reserva, siendo como era una vez que bebía olvidadizo en cuestiones de abastecimiento
ENERO
Gracias al padrino de la pequeña Elena cambié de trabajo y de profesión. De ser una curranta, ahora era la señorita Elsa, pues mi trabajo en una consulta de dos hermanos, ambos dentistas, así lo requería.
Los niños siempre me han gustado y pronto Pedro, que era el que atendía a los más pequeños , me pidió que trabajase en su departamento. Atendía a los padres y llevaba a los pequeños hasta la consulta prodigándoles toda clase de arrumacos y carantoñas, y ellos se dejaban querer. Pero una vez más el destino me la tenía prometida.
ABRIL
Aquel jueves llegué un poco más tarde a casa, al abrir la puerta me esperaba mi madre, me dijo que esperarse a que vendría mi padre… algo iba mal.
Por una milésima mi corazón dejó de latir, la botella de coñac no estaba en el lugar donde la dejé, luego los gritos, los insultos de mi padre llenaron la casa.
No tuve paz hasta que llegó el mes de agosto, y con él, la marcha de mi padre a cazar. Así que intenté por todos los medios que mi madre confiase en mí y me dejase salir sola, aquella tarde, para su desgracia, y no para la mía aceptó, aquella noche no regresé a casa.
Los meses pasaban y yo no daba señales de vida, tampoco me importaba estaba bien acompañada, no, no era, José, era su hermano Andrés, un chico que trabajaba con su camioneta en una empresa de lavanderías industriales, llevando ropa sucia, manteles, servilletas, y entregando la ropa recién lavada.
CAPÍTULO VIII
El tren corría sobre los rieles como si fuese feliz. . Desde la ventanilla podía contemplar los campos, las casas de los pueblos, que al paso del tren parecían perseguirnos, después la estación.
Y entonces apareció él, mi príncipe soñado.
- Creo que tengo la solución. No les digas que no
quieres ir al cine. Cuando estéis en la cola para comprar las entradas sales
corriendo, yo te estaré esperando-.
La cara que se le puso a mi hermana fue todo un
poema al ver que más que correr, volaba
y les dejaba sola.
Mi hermana
no podía volver a casa y decir que me había escapado, pues conocía de sobra
como las gastaba mi padre, y podría ponerme la cara como un Ecce Homo, así que no tuvo más remedio que esperar a que
yo regresase, hasta que lo hice pasaron dos horas y medía, con ella estaba
Iratxe quien me echó en cara mi comportamiento,
y así dos veces más, no hubo una tercera, me enteré cuando le pedí a mi
padre la paga.
– Tu
hermana no quiere salir contigo, así que tendrás que quedarte en casa-. El mundo se me vino
encima. No tenía forma humana de ponerme en contacto con Daniel, pues en casa, aún, no teníamos
teléfono, y así trascurrió el domingo.
El lunes llegó y por fin pude verle, me estaba
esperando a la salida de clase. Lo que no gozaba los domingos lo hacía
entre semana, también a él le venía bien este cambio de día, así que los dos tan
contentos.
CAPÍTULO VI
Para tener más tiempo pedí a mi padre que me firmara una
autorización para lo que ahora se ha dado en
llamar, actividades
extraescolares.
Aprendí a falsificar la firma de mi progenitor .Cuando
faltaba entregaba la nota a la responsable con el motivo de mi falta y ella la
guardaba sin más.
EL COMIENZO DEL INFIERNO
¿Cuándo empecé a beber? Es otro de los capítulos de mi vida que no recuerdo muy bien, o no quiero recordar. Solo sé que fue al conocer a mis “novios”, y las curdas siempre que tenía la oportunidad de llevarme a la boca un vaso con lo que fuese que tuviese dentro
Daniel tenía tres hermanos mayores que él, uno de ellos,
Alfonso, era quien nos aprovisionaba de
alcohol, y quien nos dejaba estar en el garaje hasta que se pasaba el efecto.
Daniel un buen día sin decir esta boca es mía despareció, y por más que pregunté a sus
hermanos, ellos encogiéndose de hombros ni
me contestaban. Otra vez a buscarme la vida.
TRABAJO
Como pude llegué a los 17 años en los que encontré trabajo en una empresa de de rodamientos, y a Laura, ella si que supo
camelar a mi padre.- Paco , deje que Elsa venga a mis fiestas, las hago en casa de mis padres, es lo que la gente joven llamamos guateques-. Y volvió a tragar el anzuelo
Gracias a ella y a su novio, un cimarrón como la copa de un
pino, y a mi aspecto físico rubia, ni
delgada ni gorda, con una cara bonita, simpática y extrovertida, parecer mayor,
medir uno 1.72 y en compañía de ellos, no me pedían el DIN para entrar a las
discotecas.
En la discoteca “el tren”, como así era conocida por la
marcha de su música, conocí a José, un chico con el que conecté enseguida
De los tragos de cerveza pasé a los tragos de ron, ginebra,
whisky, la mayoría sin compañía, es decir solos.
Cada vez tomaba más, y más era el aguante ante el alcohol, y
no me daba cuenta, pero la pequeña,
Elena sí, y se lo comentó a Silvia, y mi hermana prometió que si no
cambiaba se lo haría saber a mi padre
Me volví para mirarla.- No sabes la cantidad de accidentes que
sufre la gente pasando incluso los pasos de cebra-. Días después por mis
compañeros de trabajo supo que José, era taxista.
Vivía como un pachá , pues llegaba a casa , comía y me
tumbaba en la cama a leer novelas de
corte romántico, mientras que mi hermana
, que estudiaba entonces secretariado , debía estudiar , ayudar el casa y
llevar a mi hermana pequeña a la escuela, a parte de escuchar de mi
progenitor que parecía una monja porque ni siquiera buscaba un buen “ maromo” para
salir con él
La misma astucia que empleé en mi época de estudiante abría que ponerla otra vez en práctica.
Para ganar tiempo a mi
padre le decía que metía horas extras, claro que no hacía tantas como él creía. Así que se ponía como
un loco diciéndome que me estaban robando.
Conseguí a duras penas que se calmase y que no se acercase hasta el trabajo.- ¡Papá por favor! Si hablas con el encargado me despedirán. Mejor es aceptar y callar -.
DICIEMBRE
A finales de diciembre cerca de Navidad, sufrí un coma etílico que terminó por cerrar la puerta de la deseada libertad, y a la familia de Laura un soberano disgusto con la posibilidad de una denuncia…que nunca llegó a cuajarse
Todos los días mi madre me acompañaba al trabajo, y a eso de las tres, que era la hora de salir, ella ya estaba en la puerta esperándome con puntualidad británica.
Los sábados mandaba a la mi hermana pequeña a que me cambiase las novelas que ya había leído, por otras nuevas.
A Elena, que por aquel entonces tendría entre diez a once años, le soborné comprándole un plumier con sus lapiceros de colores, que mi madre dijo que no le compraba, que ya tenía pinturas.
A cambio debía ingeniárselas para conseguirme una botella de coñac, sin que nadie la sorprendiera, pues mi padre por las mañanas era lo que tomaba antes de desayunar, y por las noches lo último que ingería antes de irse a la cama, por lo cual tenía varias botellas de reserva, siendo como era una vez que bebía olvidadizo en cuestiones de abastecimiento
ENERO
Gracias al padrino de la pequeña Elena cambié de trabajo y de profesión. De ser una curranta, ahora era la señorita Elsa, pues mi trabajo en una consulta de dos hermanos, ambos dentistas, así lo requería.
Los niños siempre me han gustado y pronto Pedro, que era el que atendía a los más pequeños , me pidió que trabajase en su departamento. Atendía a los padres y llevaba a los pequeños hasta la consulta prodigándoles toda clase de arrumacos y carantoñas, y ellos se dejaban querer. Pero una vez más el destino me la tenía prometida.
ABRIL
Aquel jueves llegué un poco más tarde a casa, al abrir la puerta me esperaba mi madre, me dijo que esperarse a que vendría mi padre… algo iba mal.
Por una milésima mi corazón dejó de latir, la botella de coñac no estaba en el lugar donde la dejé, luego los gritos, los insultos de mi padre llenaron la casa.
No tuve paz hasta que llegó el mes de agosto, y con él, la marcha de mi padre a cazar. Así que intenté por todos los medios que mi madre confiase en mí y me dejase salir sola, aquella tarde, para su desgracia, y no para la mía aceptó, aquella noche no regresé a casa.
Los meses pasaban y yo no daba señales de vida, tampoco me importaba estaba bien acompañada, no, no era, José, era su hermano Andrés, un chico que trabajaba con su camioneta en una empresa de lavanderías industriales, llevando ropa sucia, manteles, servilletas, y entregando la ropa recién lavada.
CAPÍTULO VIII
JULIO
Una llamada iba
a revolucionar la casa de los Sánchez.
Era Elisa
Gómez, la dueña de una pensión preguntando por la madre de Elsa.
Tiempo después,
cuando me despedí de Elisa, me contó el encuentro con mi madre, de lo que
hablaron, de las lágrimas que mi madre derramó durante aquellos meses en los que estuve ausente.
MAYO DEL AÑO
SIGUIENTE
La boda, las
fotos de rigor, las flores, los invitados, la ceremonia, pero yo estaba
ausente, me casaron sin pensar si yo
podría esperar a consolidar un amor que ahora no sentía. Lo hicieron a
sabiendas que yo no estaba embarazada,
pero el apellido era más importante que mis deseos .
El viaje de
novios lo hicimos al pueblo donde los
abuelos de Andrés, y en donde había estado escondida con el consentimiento del
abuelo Rafael quien se preocupó de que nada me faltase, residían.
Faltaban días para que llegase a los dos meses de la fecha de mi
boda…y volví a liarla.
ZAMORA
El tren corría sobre los rieles como si fuese feliz. . Desde la ventanilla podía contemplar los campos, las casas de los pueblos, que al paso del tren parecían perseguirnos, después la estación.
Bajé y me
dirigí a la estación de autobuses, cogí el billete, me senté y me dediqué a
pensar en lo que debía decir o como decirlo.
Toda la
urbanización estaba constituida por pequeños chalet de dos plantas con un
pequeño patio interior donde poder
colocar algunas plantas.
Pulsé el
timbre, la mujer que me abrió no tenía los cabellos blancos del todo, alta y
fuerte con ojos grises de mirada inquisitiva, era mi abuela.
Me preguntó de
manera airada que hacía allí, mi contestación – Vengo a trabajar - . Cuando mi
padrino Luis, hermano de mi padre regresó del trabajo llamó casa de mis padres.
Menos mal que mi padre no estaba pues se quedaba a comer en el comedor de la empresa. Al día siguiente volvía a
contemplar la felicidad del tren al transitar por las vías y la idea de la persecución de los pueblos por
donde pasaba. Al llegar en la estación me estaba esperando Andrés que una vez
en casa, a modo de bienvenida comenzó a golpearme.
El embarazo se
hacía cada día más latente, él quería
un barón y yo una niña, al final ni deseo se cumplió y por ella dejé de beber.
Cuando la
pequeña Rebeca contaba dos años Andrés
tuvo que hacer el servicio militar, así que cuando veía a alguien con
uniforme le señalaba con el dedito y
decía -¡Amachu mira papá!-
CAPÍTULO IX
Cuando finalizó la mili volvió a casa, antes no lo había
hecho a pesar de tener varias semanas de permiso , desconociendo el motivo por
el que no vino a pasar con nosotras ,
ese periodo de descanso, pero ya se sabe” El buey suelto … bien se lame
“, así que tuve que vivir con aquella sospecha.
A los dos días de su
regreso tras licenciarse del servicio militar, se acercó a la empresa donde trabaja como
limpiador de cristales . La sorpresa fue mayúscula al comprobar que ya no tenía trabajo – Lo
sentimos. La empresa está pasando por unos momentos difíciles , y no podemos
volver a admitirte , aquella escena
sucedía a las 10 de la mañana, cuando volvió a casa , el reloj de la cocina
marcaba las cinco de la madrugada , tres horas después , Andrés dormía la mona, así que vestí a mi hija, llamé a la
puerta de Esperanza, mi mejor amiga y vecina . Esta se asustó al verme -¡Pero que te ha pasado!-
- Te dejo a Rebeca
cuida de ella, Andrés está borracho y no se ha enterado que nos hemos
marchado . Si se despierta y llama a tu
puerta …- No temas , le contestaré que no te he visto-.
- Gracias . Tengo que hacer todo lo posible para que no se
lleve a mi pequeña- .
Corrí escaleras abajo , salí a la calle, paré un taxi .
Cuando mi madre abrió la puerta - ¡ Dios mío!. ¡ Está loco!.¿ Ahora por qué te ha pegado?-.
Cuando hube terminado de contar a mi madre lo ocurrido..
-
Primero a urgencias. No me gusta nada como se te está
poniendo la cara . Silvia , ve a casa de Adela y trae a Rebeca
a casa . Ten cuidado de no encontrarte con tu cuñado , solo faltaba que también te
golpease a ti. Cuece unos macarrones , en la nevera hay pollo y salchichas ,
así que ya tenemos el segundo plato . -.
-
De acuerdo. Le digo a papá que Elsa y Rebeca vienen a comer
-.
-
No . Gracias a Dios tu padre se queda a comer en el comedor
de la fábrica, así que nada le diremos -. Dos horas después …- Bien , a pesar
de la tumefacción hemos conseguido hacer unas radiografías. Tiene roto el hueso
cigomático, que también se le llama Malar . Es
un hueso corto y compacto situado en la parte más externa de la cara-,
situándose a mi lado cogió un
bolígrafo para señarlo.- En cuanto al tiempo de recuperación completa, ronda el
mes, siempre que no se produzca una nueva rotura durante ese periodo-.
Una vez hubimos salido del hospital nos dirigimos a la comisaría de
nuestra zona . La respuesta del policía nos dejó atónitas .- Lo siento. Pero
debe volver con su marido , pues puede perder no solo la vivienda sino también a la niña -.
-
¡
Agente no se da cuenta que si vuelve la va a volver a pegar!-.
-
Sí lo
sé , lo siento , pero es lo que la ley dice -.
Una vez en casa traté de comer lo que pude pues el dolor era horrible.
Miré a mi madre quien estaba dando de comer a Rebeca , luego a Silvia que tenía
los ojos rojos de haber llorado, y el espejo que estaba sobre la repisa , me
devolvió la imagen de la cara de una desconocida, pues se me estaba hinchando
cada vez mas, a parte de aparecer unas
líneas delgadas de color morado que también irían a más. Lo peor fue cuando
tuve que despedirme de mi madre y de mi hermana, se que aquella noche ambas ,
no pegaron ni ojo pensando si el salvaje de Andrés había repetido la paliza .
TRES AÑOS MÁS
TARDE
Andrés regresaba
cada vez tarde del trabajo y siempre con ganas de pelea
increpándome porque no trabajaba, y eso que no lo necesitábamos.
Por mediación de
un sacerdote de la parroquia entré a trabajar en una casa para la limpieza y el
cuidado de dos niños. Mi hija se quedó al cuidado de mi madre y de mi hermana
hasta que salía de trabajar.
Los niños como
siempre me adoraban y aquella tristeza de no poder disfrutar de mi hija fue lo que hizo volver a beber.
La señora tenía
un mueble bar con muchas y variadas clases de bebidas , pero yo me dediqué a
beber ron ,ginebra ,vodka o tequila por tener un color parecido al agua
, y eso era lo que contenían , pues vaciaba la
botella y el líquido lo metía en
otra . No me pregunten como conseguía
cerrar el tapón al máximo y pegar la etiqueta, pero aquel truco se descubrió
-
¿ Cuantas botellas amigo mío cree que puede
haber en la bodega?-.
-
¡ Caray!. No lo sé. Soy muy malo para responder a esta clase de preguntas-. ¡ De
pronto se escuchó un ruido de cristales!.
-
-¡ Antonia, rápido baje , se ha roto una botella!-.
El incidente terminó sin más .
DOS MESES MÁS
TARDE
Era el
cumpleaños del señor y en casa todo era preparativo para la celebración.
La comida
finalizó y yo me encontraba en la cocina. Del comedor llegó un -¡Esto no puede
ser!-. Corriendo salí de la cocina, al llegar al comedor el señor tenía en sus
manos una botella de ginebra abierta y
me señalaba con el dedo.
Tuve que admitir
que yo era la culpable y me despidieron.
En los informes
que me dieron no salía muy bien parada. Que bebía y que era una irresponsable
pues había tenido bajo mi cuidado unos niños a los que les podía haber pasado
algo. Rápidamente rompí los informes pues no me servían para volver trabajar en
otra casa.
Los únicos que
lamentaron mi marcha fueron los dos niños que se quedaron llorando, pues nunca
les faltó cariño ni atención.
Las palizas
continuaron, sin importarle que su hija estuviese presente. En más de una
ocasión, Rebeca, se puso en medio de los dos tratando de evitar que siguiese
pegándome.
CAPÍTULO X
La noche al
aniversario de boda (12 años) me golpeó con tanta saña que me partió el hueso
molar. Acompañada por mi madre y mi hermana, pues mi padre desconocía el
problema que tenía con mi marido, ya que hubiesen llegado a las manos, nos personamos
en la comisaría para denunciarlo.- Siento decirles que tiene que volver a casa,
pues puede perder la casa, pero sobre
todo a su hija. Y así volví con mi enemigo.
DOS AÑOS MÁS
TARDE
Me había
acostado tarde y Andrés aún no había vuelto de sus correrías, así que temí lo
peor. Pero no puede aguantar mucho más y me quedé dormida. En mi sueño veía
como me quitaban a mi hija y yo no podía hacer nada pues estaba tumbada en el
sofá borracha. Aquella noche comprendí que la vida no es un jardín de rosas, pues
las rosas tienen espinas que se pueden llegar a clavar en el alma.
Acompañada por
mi hermana, sin que supiesen ni mi marido ni mi padre, ingresé en una
asociación de alcohólicos anónimos.
Lo primero que
tuve que hacer es admitir que era alcohólica, un paso muy importante para
librarle de aquel maldito ser que me corroía.
En cada sesión
aprendí a valorar a la familia que había estado
en todo momento ayudándome, y que se habían quedado con Rebeca cuando lo
necesité. A llevar con fuerza los días con sus noches en los que el pensar que no iba a lograrlo me hacía caer en
un estado de profunda melancolía.
A entender a los
compañeros que explican sus vidas y lo que habían sido de ella por el alcohol.
A escuchar dramáticos relatos en los que aquellas anónimas personas, habían
ingerido de todo para poder continuar adelante
en un camino desconocido, pero con la seguridad que sino se retrocede y
se da la vuelta atrás, rs sin retorno.
FINAL
A mi marido le
extrañó que no bebiese, y que me negase a hacerlo, pero se cansó y me dejó.
Ahora ya no perdía el tiempo en pegarme, alguien le había dicho que los mejores
golpes son los psíquicos que los físicos… y acertó.
Me trataba peor
que a la colilla del cigarro que se tira pues ya no sirve y luego se pisa. A
mantener relaciones sexuales cuando él quería, pues era mi obligación. A
decirme que no tenía ni nombre ni apellidos. Que era una persona amorfa. Que mi
hija, pues no era de él, terminaría en el mundo o de la droga o en el de la
prostitución. Que menudo ejemplo que había dado estando borrachada todo el
tiempo… y yo me lo creí. Y así , todos los días.
Tuve que llevar
, como pude , los cinco intentos de suicidio de mi hija Rebeca , que ya había
cumplido los 17 años . El primero con barbitúricos . El segundo tirarse al tren
de cercanías . El tercero meterse en una bañera con la radio encendida. El
cuarto beber hasta llegar a un coma etílico . El quinto, intentar abrirse las
venas .
Cada vez que
ocurrían estos sucesos, y anteriormente , la llevaba a todos los psicólogos habidos
y por haber , a todos aquellos que mi sueldo me lo permitía . Recuerdo que una
vez estando con Rebeca en una cafetería, me llamó la atención una mujer rubia, que llevaba una cinta en la
frente, y que me hizo recordar mis años de hippy . En aquel momento levantó la
vista del libro que estaba leyendo , a su lado , descansaba una taza de
humeante café. Me miró y yo aparté la vista , luego ya no me acordé de la mujer
hasta que la tuvimos a nuestro lado .- No lo vuelvas a intentar – dijo mientras
miraba a mi hija .- No te morirás, pero si terminarás en una silla de ruedas-.
Después se alejó
TRECE AÑOS
DESPUÉS
Me ha costado
sudor y lágrimas salir de aquel submundo en el que él me había metido. He
tenido que aprender que mi vida es valiosa para mí hija, para mi familia, para
mis amigos a los que les debo otra vez su inestimable ayuda. A pasear por las
calles y aspirar el olor que la lluvia deja en ellas. A notar el calor del
sol, el fresco del otoño, el frío del invierno y la dulzura de la primavera. A mirar
a la gente a la cara, sin miedo sin vergüenza,
y eso estando tan lejos, de ellos
Y algo más
importante a saber quien soy, lo que quiero y lo estoy dispuesta a hacer por
conseguirlo. En una palabra soy ELSA
ESTA HISTORIA
ESTÁ BASADA EN HECHOS REALES. TANTO LOS NOMBRES DE LOS PERSONAJES COMO LOS
LUGARES DONDE TRASCURRE LA ACCIÓN HAN
SIDO CAMBIADOS
La descripción de la
enfermedad está recogida de la
Enciclopedia de consulta Encarta y en http://www.nlm.nih.gov/
CONTINUARÁ . Solo en mí . Pues aquí termina la historia de una ex alcohólica . Pero no la de una mujer que piensa seguir viviendo su vida , con sus luchas y fracasos , con sus alegrías y sus penas, como cualquier ser humano, perdiéndome en el anonimato para seguir adelante