LA CREACIÓN


 por Miren López




Sentado en la cima del infinito, el único dios que habitaba aquel espacio ,  contempló una bóveda   en  penumbra, era lo único que existía
Se levantó abrumado ante tanta oscuridad - ¡Debo crear algo! ¿Pero qué?
Meditando se dio cuenta que un lucero grande, enorme, que diera  luz y calor estaría bien, y así lo hizo, y por esa razón nació el sol. Se sentó a contemplarlo, y le gustó lo que había hecho
Pero el sol llegó a cansarle -¡Un poco menos de luz no estaría mal! Que sea blanca y redonda, con sus crecientes y sus menguantes, y que aparezca cuando el sol se oculte, y así creó la luna, los días y las noches  Se sentó para ver lo que había hecho,  y le gustó.
Al poco cogió un trozo de etéreo cielo.- A ti te corresponderá ser el mes, nacerás cuando la luna, tras recorrer su órbita, supera al sol-. Luego se dirigió a otro.
Te revestiré con el nombre de año, nacerás cuando el sol  complete su revolución – y se sentó a contemplar lo que había creado, y le gustó.
En buen dios pensó  – Creo que es hora de que tenga hijos . Crearé seres a los que daré belleza, sentimientos, fuerza y poder-, y así creó a los dioses menores que él.
-          - Vosotros sois  mis hijos. Solo a vosotros se os permitirá vivir en el cielo. Y tras dejarles, cada uno en su morada, regresó a la cima de infinito y observó todo lo que había creado, pero le pareció poco, así que continuó.
Reconoció que el cielo, a pesar de la luna, el sol, los dioses, el mes y el año, estaba desnudo.
- Vistámosle de millones de luceros, de estrellas, de cometas, de galaxias- Y se sentó a contemplar lo que había creado, y le gustó.
Cada día esperaba la salida del sol o la llega de la luna, pero no estaba satisfecho, quería más.- ¿Para quien he creado esto? Yo no lo necesito, y mis hijos tampoco. ¿A quien dejaré este legado?-. El trozo de un asteroide cayó a sus pies, lo recogió. Soplando sobre él  consiguió una esfera que no era exacta para más tarde dejarla  gravitando en el cielo. - Te llamaré Tierra -. Y se sentó  a contemplar lo que había creado, y le gustó.
Pero aquel planeta estaba vacío.- No me gusta las formas huecas así que mejor será llenarla -. Y la vistió de verde con las plantas y los árboles.
 Después de azul con los océanos, con los mares, su arrecifes de coral, sus islas, sus costas.
Con montañas que surgieron de las entrañas de la tierra. Valles y desfiladeros. Caminos. Rocas. Piedras. Precipicios. Barrancos. Simas. Volcanes.
Creó seres alados que volaban  por encima de ella, que anidaban en los árboles, en rocas, depositando sus huevos moteados en nidos compuestos de vegetación. O en campos de cereales y prados: golondrinas, córvidos, lechuzas, águilas, gaviotas Más tarde los que nadarían en las aguas de los procelosos mares: cetáceos, delfínidos, escualos. Y en los ríos: carpas, esturiones, anguilas, truchas.
Por último los que anduviesen  por la tierra, felinos, reptiles, vertebrados, invertebrados  Y se sentó para ver que había creado, y le gustó. Pero pronto volvió a preguntarse -¿Para quien he creado esto? Yo no lo necesito, y mis hijos tampoco. Así que crearé  un ser que sea quien domine  a los seres del aire, a los del agua y a los de la  tierra, y le llamaré hombre, a él le crearé con la misma  tierra que pisará -. Y así lo esculpió con tierra y con su aliento divino.  Y se sentó a  contemplar lo que había hecho, y le gustó.
El tiempo solo transcurría para el hombre, pues el tiempo no existía hasta que lo creo el dios de todos los dioses.
Un día uno de sus hijos, el mayor vino a decirle.- Padre mío creo que deberías bajar a la tierra y ver que es lo que le ocurre al hombre que creaste-.
Y dios observó en la  cara del hombre   una extraña mueca cuando miraba revolotear a un pajarillo,  y la llamó sonrisa. Otro día vio como unas diminutas gotas de un líquido incoloro, corrían por su cara, y las llamó lágrimas.   Así día tras día, noche tras noche el dios fue dando nombre a los sentimientos del hombre. Y se sentó para ver lo que había hecho, y le agradó.
Tras varias jornadas en los que el sol y la luna salieron y se ocultaron, el dios miró a su creación y observó en su rostro una preocupación. Suspirando miró al cielo, las aves no volaban solas, lo hacían  en parejas. Bajó la mirada y contempló el mar, los animales acuáticos también tenían pareja, y lo mismo hizo con los animales terrestres, ellos también tenían pareja.
Con buen criterio se preguntó si no fuese aquello  lo que le faltaba al  hombre , así que soplándole en el rostro le dejó dormido, recogió tierra y dijo – Lo mismo que a el lo formé . A ti también te formo, y la llamó mujer. Se sentó y contempló lo que había creado, y le gustó.
Dios  hizo que el tiempo pasara  para que  hombre y mujer estuvieran juntos, procrearan  y dominasen  todo lo que en la tierra vivía
Un día les habló de esta manera –  Tengo que deciros  que no seréis inmortales, como mis hijos. Que vuestro fin llegará una vez que vuestros cabellos se  vuelvan grises primero y blancos después. Que vuestras carnes flaqueen. Que vuestras fuerzas os abandonen. Estas serán las señales de vuestra partida. De la tierra nacisteis , y  a la tierra volveréis , nada  podréis llevaros, pues nada es vuestro, riquezas, honores, prestigio, maldad , bondad , todo esto  permanecerá para que los que aquí se queden os recuerden , os echen de menos , os odien, maldigan o  bendigan. Y se sentó a contemplar lo que había hecho, y le gustó.
La historia no termina aquí, continúa en los seres humanos a los que Dios en sus manos dejó, la miseria, las guerras, la envidia, tristeza el odio, el desamor, enfermedades. Pero también, paz, alegría, sinceridad, amor, bienestar, frutos, poder paliar la enfermedad, la tristeza, la existencia de humanos con corazón, desprendidos, bondadosos, en un planeta llamado Tierra  

Es una libre adaptación de un escrito de Platón