LEYENDAS ASTURIANAS LA PRINCESA Y EL PASTOR



Cuenta la leyenda que en Tereños, localidad asturiana, vivía  un rey deseoso de casar a su hija con uno de los cuatro pretendientes, todos príncipes, que se disputaban su mano. Pero. Pero. La princesa estaba enamorada de un gentil hombre con menos categoría que los dichosos príncipes… era conde, por lo que rechazaba una y otra, y otra vez, los ruegos de su padre, el rey, para que eligiese  marido entre los regios candidatos que habían acudido al reino para conocerla.
Con  cariño y suavidad, sin imponerse, el rey trataba durante la comida, que su hija sopesase la conveniencia de tal matrimonio, aduciendo, que así, de esa manera, el reino sería más conocido y admirado, ante tales esposos que reinarían el día que, él, falleciese. Y así, trascurrieron los meses, sin que el rey llegase escuchar la palabra que le podría abrir la puerta a la esperanza,
–“Me lo pensaré”-.
Cierta noche en la que el desasosiego y el insomnio le impedían conciliar el sueño, tomó una decisión- Ya que por las buenas no aceptas, habré  de tomar  drásticas medidas-.
A la mañana siguiente, antes de desayunar la llamó al salón del trono.
- Con tus negativas me haces decirte, que, o eliges un pretendiente para casarte con él, o de lo contrario, te expondrás a un severo castigo-. Pero la joven princesa no se inmutó ante tales palabras, así que con la misma firmeza de la que hacia gala, le contestó.
- Majestad, siento mucho volver a repetir que nunca me casaré con nadie, que no sea con el conde, al que amo con locura. En caso de que vuestra alteza no me permita casarme con él, no tendré ninguna inconveniencia en  quedarme soltera-.Cuando la joven se retiró el rey se mesó los cabellos. No estaba dispuesto a que la rebeldía de su hija, pudiese con sus deseos, así que maquinó un plan.
Al día siguiente, por la tarde, le invitó a dar un paseo en carroza, con el pretexto de pasar más tiempo junto.
El camino que recorrían les llevó hasta el campo de la Perola, donde todo el mundo conocía la existencia, en aquel lugar, de una cueva encantada de la que los lugareños, relataban extraños y extraordinarios sucesos, e incluso que se comunicaba con los infiernos, desde donde salía el demonio para tentar a los hombres.
Lo cierto es que aquella gruta emanaba un tremendo olor a azufre.
La carroza se paró, y ambos, rey y princesa, bajaron de ella. La joven miraba a su alrededor, estaba como hechizada recordando lo que de aquel paraje se hablaba.
 El rey por su parte, muy bajo, para que su hija no pudiese oírle pedía.- Deseo que en castigo a su desobediencia, se convierta en culebra, y que viva para siempre en las entrañas de la cueva, y si ha de encontrase con el diablo, que así suceda-. Y añadió.- Solo podrá deshacerse este hechizo, y algún hombre, le diese tres besos en la lengua-. Al punto el cuerpo de la bella joven fue tomando la forma de una asquerosa y enorme serpiente que se deslizó hacia el interior de la cueva.
El rey volvió a subir a su carroza, esta vez el camino de vuelta al castillo se le hizo más corto, pues estaba satisfecho de lo que había hecho. Pero con lo que nuestro infame monarca no contaba era que… un pastor que apacentaba un rebaño de ovejas, había asistido, desde el principio, al encantamiento de la princesa.
Poco a poco, con miedo, se adentró en la cueva. ¡Allí estaba en monstruoso animal! Venciendo su natural repugnancia cogió a la culebra  por la cabeza y le dio tres besos en la lengua. Al hacerlo, un  denso humo verde le impedía ver al reptil.
Cuando se disipó  vio la figura de la princesa, tal y como era antes del encantamiento, quien agradecida al pastor, se casó con él.
    La leyenda terminaba diciendo que fueros muy felices alejados del palacio del rey.      

Recogida información en  Leyendas de Galicia y Asturias de Francisco Caudet Yarza