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LEYENDAS MEXICANAS “ En Guanajuato momias vivientes”
VERSIÓN LIBRE DE DICHA LEYENDA
Siempre que mi trabajo , me lo permite , pero sobre
todo cuando tengo algunos días libres, me gusta desplazarme para visitar
pueblos que me conectan con antiguos moradores , aquellos que con su sudor, con
su lucha diaria , forman parte de esa cadena a la que llaman , familia, tradición y cultura. Por eso me
gusta visitar los museos, donde se mezcla el colorido de la piel, el tono de
los ojos, las lenguas y las experiencias vividas , que quedan reflejadas en
cuadros, fotografías , en objetos y en letras convertidas en palabras , frases
y textos .
Muchos museos, en México DF, son los que guardan y
atesoran inmensas riquezas no solo por
su cuantía , también por lo que representan. EL que más llamó mi atención, sin
olvidarme del resto de los 200 museos , galerías y diversos espacios
culturales, que conviven en el DF, fue
el Museo Nacional de Antropología , que está en el mismo corazón del
Bosque de Chapultepec, que ocupa un área de 70.000 metros cuadrados,
de los cuales, 30.000 , están destinados al museo, en el que se albergan,
aspectos decorativos que provienen de culturas mesoamericanas, todo ello, bajo
la atenta mirada de museográficos, antropólogos y artistas plásticos, que lo
llevaron a buen puerto. Su 23 salas, que nos hablan de la historia
prehispánica, desde antes de la llegada de los españoles, hasta las diversas
culturas de Oaxaca, de las costas del golfo, de occidente y del norte. Pero
nunca me pasó algo tan extraño como lo que me aconteció en Guanajuato.
Siempre me he considerado una persona normal, a la que,
como a muchos, o a otros tantos, los misterios, aparecidos y fantasmas, le
atraían , pero hasta ahí no más. Pero un
extraño suceso iba a cambiar la idea que
tenía de todo lo paranormal o sobrenatural .
Mi trabajo en una empresa dedicada a maquinaria
industrial, me llevó a viajar a Guanajuato .El día de mi llegada coincidió con la hora de la comida ,
así que dejé la maleta encima de la cama, me aseé un poco y bajé al restaurante
Después de tomarme dos cafés, el primero tras la
comida, y el segundo en la cafetería del
hotel, subí a mi habitación , me descalcé , tumbándome encima de la cama. Mis
ojos estaban fijos en la pared sin más pretensiones que no fuesen las de
quedarme un poco traspuesto. Cuando abrí los ojos le reloj marcaba las siete y
medía de la tarde , casi cuatro horas dormido.
Me senté prometiéndome a mi mismo, no volver a
reincidir en una señora siesta como la que me había metido.
Me asomé por la ventana de la habitación del hotel.
Enfrente, un enorme cartel, hacia publicidad del Museo de las momias.- Si las
reuniones me dejan tiempo, iré a visitarlo.
Con tanto trajín , reuniones, actos públicos y demás,
se me había olvidado lo del dichoso museo hasta que volví a fijarme en el
enorme cartel que lo anunciaba.
Aquel sábado no pudimos reunirnos, pues no habían
llegado los compañeros de la central , por lo que nos dieron el día libre.
Motivo que aproveché para visitar el museo de las momias. Antes relataré un poco de historia.
Guanajuato es sede del gobierno estatal, de tipo
colonial y minero, la cual prosperó al localizar ricas vetas de oro y
plata en el siglo XVII, convirtiéndose
en el centro minero más importante de la Nueva España. Tiene una bella
arquitectura. La ciudad es famosa por su historia, sus momias, y su charamuscas(
que es un dulce elaborado con piloncillo,,que es un
preparado a partir del caldo o jarabe,
no destilado de la caña de azúcar, tras haberse puesto en remojo, hervido,
moldeado y puesto a secar, antes de pasar por el proceso de purificación
necesario para convertirse en azúcar negra , o azúcar morena o azúcar
moreno) .Este dulce
se puede comprar justo afuera del Museo de las Momias
Para finalizar, esta escueto guiño a la historia de
Guanajuato, diremos que , los primeros pobladores fueron chichimecas y
posteriormente aztecas .Desde el año 1989, fue reconocida por parte de la UNESCO , como Ciudad
Patrimonio Cultural de la
Humanidad, y capital
Cervantina de América, y en el mes de octubre se celebra el Festival
Internacional Cervantino. Para visitar la ciudad se debe hacerlo a pie, pues es
difícil conseguirlo de otra forma, pues nos perderíamos, sus callejones,
iglesias, rincones escondidos y sus balcones. Pero volvamos al suceso que nos
ocupa.
El museo no tiene pérdida , pues en su fachada, está
colgado un enorme cartelón.
Pagué religiosamente los 50 pesos que cuesta la entrada
y me dispuse , pausadamente , a perderme por las pasillos , siendo flanqueado ,
a derecha y a izquierda por las momias.
Realmente era como estar en otro mundo, pues cada momia
tiene su particular historia, unas vestidas con sobriedad, otras con elegancia
, las otras pobremente , e incluso desnudas. Me impresionó la de un bebe que
llevaba un vestidito antiguo, y así fue transcurriendo la visita.
En un rincón, pude observar parte de un ataúd carcomido
por los años, solo y en un extraño silencio. El la parte de arriba , aún
quedaba un trozo de tela de color rojo, que bien podría haber pertenecido al
vestido de una mujer - Posiblemente la
inquilina del ataúd, esté siendo atendida, me dije-. Y así finalizó la visita.
Regresé al hotel , donde me quedé hasta que a las siete
decidí bajar a tomar una hamburguesa con una bebida refrescante.
No recuerdo bien la hora que era , pero seguro que
pasaba de las once, cuando decidí refugiarme en un estableciendo que ofrecía un
espectáculo de monólogos humorísticos. Finalizada la actuación regresé al hotel.
Casi a las
puertas del hotel, observé, como un coche avanzaba a gran velocidad por la
avenida, y a una mujer que cruzaba la calle sin percatarse del peligro .
Corrí lo más rápido que pude y logré, en el último
instante , salvar a la desconocida .
Cuando la ayudé a levantarse , pude mirarme en sus
verdes ojos que me observaban con curiosidad, sin entender lo que había
ocurrido. Vestía un vestido de fiesta largo y en color rojo. Agachó la cabeza,
y se volvió perdiéndose entre las estrechas callejuelas sin decir palabra .Quise
llamarle para decirla que se le había caído el pañuelo , pero no llegó a
escucharme. Lo guardé en mi chaqueta , dentro de él había un objeto
Pasadas dos semanas, uno de mis compañeros me expresó
su deseo de visitar el museo de las momias , y allí nos fuimos.
Todo parecía ocurrir con una tranquilidad pasmosa que
se vio interrumpida cuando nos acercamos al rincón donde se encontraba el ataúd
vacío , aunque esta vez si tenía al inquilino .Era una mujer que aún conservaba
parte de su cabellera en tonos rojizos y un largo vestido de fiesta en color
rojo .
LO primero que hice fue introducir mi mano en la
chaqueta , que por cierto era la misma que llevaba la noche en la que salvé a
la desconocida. Desenvolví con cuidado el pañuelo. Lo que estaba envuelto en él
cayó al suelo. ¡ Se trataban de dos huesos pertenecientes a una mano!.
Sin pensarlo me acerqué todo lo que pude a la
cristalera que me separaba del cadáver momificado . Observé con sumo cuidado la
mano izquierda…tenía los cinco dedos .No así la derecha que le faltaban dos
dedos , el anular y el meñique, que en un momento de distracción de mi
acompañante, deposité en el suelo frente
al cuerpo momificado de la mujer, los dos dedos.
Después de un día duro , al llegar al hotel me asomé a
la ventana como esperando encontrar en la quietud de la noche la respuesta a
mis preguntas, pero nadie me contestó.
A eso de la medía noche el ruido que hizo un coche al
frenar hizo que me tirase de la cama para ir con precipitación a asomarme a la ventana . ¡ Allí estaba ella
de nuevo con su vestido de fiesta rojo y su cabello rojizo!. Esta vez no tuvo
necesidad de que nadie le auxiliara, desapareciendo de mi vista con rapidez. Aquella noche apenas
pude conciliar el sueño.
Cuando hube desayunado, me acerqué al rotativo más
conocido de Guanajuato, para revisar sus
archivos en busca de alguna noticia referente a las momias, y allí estaba . En
él se hablaba de una extraña momia, que por más señas era mujer , que recorría
por las noches las calles de la ciudad