No todas
las personas tienen que ser famosas para tener su encanto o su valentía, por lo
que he decidido, con su permiso, relatar algunas pequeñas historias, grandes, para los que consiguieron salvar. Historias propias
de héroes.
En
Keauhou Mauka (Hawai) el 4 de febrero de 1997 , a la una de la madrugada, Jay Lovell
despertó sobresaltado al escuchar un golpazo en la carretera que pasa frente a
su casa.
Levantándose
rápidamente cogió una linterna mientras pedía a su hijo de 12 años – Llama al
numero de emergencias – Hay un accidente.
Poco
después de caminar un trecho por la carretera, Lowell observó una barra de
contención retorcida, piezas de coche diseminas y un reguero de cristales.
A la orilla del camino, en una zanja, se
encontraba una furgoneta de color oscuro volcada. Estaba tan destrozaba que costaba
reconocerla.
Lovell
se acercó hasta el vehículo, pero aunque puso los cinco sentidos, no escuchó ni
percibió ningún movimiento.
- ¿Donde
estará el cuerpo?, se preguntaba en voz alta.- Seguramente habrá salido
disparado al chocar -.
En ese
momento escucho la voz de una mujer gimiendo.
-¡No
estoy muerta! ¡Estoy atrapada! aquí dentro. ¡Sáqueme por favor!-.
La voz
provenía del lado derecho del vehículo, pero Lovell no alcanza a ver a la mujer,
ni la manera de acceder al asiento. Entonces notó un resplandor: se había
iniciado un incendio.
Pidió a gritos
a su hijo que le trajese un extintor. Cuando lo tuvo comenzó a rociar las llamas
que cada vez iban en aumento, pronto el extintor se agotó.
Temiendo
que la mujer muriera, Lovell pescador de 1,73 metros de estatura
y 73 kilos de peso, trató en vano de levantar el vehículo. Luego intentó abrir
la puerta empujándola hacía fuera del marco.
-¡Hágalo
otra vez! -, suplicó la mujer. Lovell obedeció. Al ver que la mujer conseguía
sacar la cabeza, empujó con más fuerza.
-¡Vamos,
vamos!,- la apremió, tirando de sus brazos.
La mujer
pudo escapar por fin del vehículo en llamas. Mientras Lovell la llevaba en
brazos al otro lado de la carretera. La furgoneta quedó envuelta en llamas.
La mujer Myra Hao, cajera de una ferretería,
confesó que se había quedado dormida al volante. Únicamente se había roto la
nariz.
En cuanto a Lovell, tampoco sufrió más que
unos rasguños, pero tuvo que ser atendido por haber inhalado humo.
-Si él
no hubiese llegado a tiempo a salvarme. Habría muerto en la furgoneta -.
Información recabada en la revista Selecciones Reader´