Me llamo Julián
Santana Barrera . Lo cierto es que ni mi nombre, ni mi existencia, se hubiesen
descubierto a no ser por aquel misterioso
ser que llenó mi vida.
Vivía en México DF. Era un mexicano tranquilo, que nada le
pedía a la vida, pues la vida me daba ,
según ella, lo que yo , necesitaba, aunque se equivocase en muchas ocasiones.
Una de aquellas
ocurrió cuando la muchacha con la que iba a casarme, mi novia de toda la vida,
se fugó con otro dos meses antes de la boda, y la vida me cambió la existencia.
Solo buscaba la
soledad, no escuchar el llanto de los niños o sus risas , sus juegos. Las voces
de las parlanchinas mujeres que empleaban un
tono de voz aflautado mientras comentaban al resto, sus amoríos o sus
desgracias . Los bravucones siempre metidos en peleas , los hombres que no
tenían trabajo , o aquellos a los que les sobraba, los mayores con sus batallas
del pasado, las viejitas con sus lamentos debidos a que ya … no podían con nada . Así que escapaba en busca de
un lugar donde estar conmigo mismo, ser
narcisista, mirarme al espejo de la nostalgia, sin que nadie rebuscarse en mi
alma, pues era solamente mía .
Un buen día decidí visitar el ecológico parque
de Xochimilco, que se encuentra a 23 km, al sur de la capital, tiene 165
hectáreas , y en el año 1984, fue declarado Parque Nacional. La UNESCO, tres
años después, le reconoce como Patrimonio
de la Humanidad . Fue diseñado
por el arquitecto Mario Schjetnan que nació
en la Ciudad de México .
Pagué con gusto lo que me pidió el joven que
manejaba la trajinera, disponiéndome a
disfrutar de la maravilla de aquel parque, del que tanto me habían hablado. Durante el trayecto nos
cruzamos con otras tantas embarcaciones,
unas con turistas, otras con mariachis. Le compré a una viejita que vendía
fruta, una par de papayas, luego se alejó en su canoa ofreciendo su mercancía a
otras personas.
Me gustaron las
áreas de ocio. Ver a familias disfrutar de un día de asueto , todos juntos. Las
flores. Las canchas multiusos. Pero sobre todo.. las chinampas, lugares hechos mano y ubicados en áreas lacustres
pantanosas de poca profundidad, pero con un suelo fértil.
Me latió el corazón
cuando delante de la puerta de mi “casita”, dejé el poco equipaje que llevaba.¿
Qué donde estaba? en una chinampa. Sí,
como lo oyen.
No me importaba
haberme quedado más pelado que hacía unos meses, pues ahora comenzaba una nueva
vida… la que a mí me gustaba.
El día a día
transcurría con relativa calma y mis idas y venidas del pueblo más cercano
donde comerciaba con lo que obtenía en mi fértil tierra: espinacas, acelgas,
apio, lechugas, coliflor, cebollín, hierbabuena , romero, maíz y flores,
llenaba las horas del día .
Sé que para más de
uno , vida era igual a la de un ermitaño. Aquellos comentarios no me
importaban, había tenido la suerte de decidir como deseaba vivir.
Los viernes ,
recibía la visita de Anastasio, un sobrino mío, que siempre respetó mis
decisiones, y con él que pasaba mañanas
o tardes en agradable compañía.
Pero no todo era
dulzura, pues desde que tomé posesión de la casa, hacía varias semanas, unos
tristes lamentos, a los que acompañaban unos dubitativos pasos para pasar a
voces, le acompañaban, por .lo que decidí investigar
-
En realidad
no se sabe bien el porqué de lo sucedido, pero si que una adolescente murió
ahogada justo donde usted tiene su chinampa-.
Me despedí de mi
interlocutor . Más que un espíritu
vagando por el agua, me parecía una sirena .¿ Qué podía hacer para que el
espíritu de la joven convertida en
sirena descansase?. Y pensado, cavilando, llegué a la conclusión de que a buen
seguro le gustaría, como a todas la niñas de su edad.. las muñecas, aunque , la
verdad eran caras y mi presupuesto me llegaba para poder vivir, con lo que
ganaba y no me permitía hacer un gasto extra.
Una de las mañanas
atendiendo a un cliente en mi puestito de venta, observé una muñeca que había
sido abandonada porque le faltaba un brazo. Aquello me dio una idea… recoger
todas las muñecas que las madres tiraban
a la basura por estar rotas, pero ¿ dónde colocarlas?.
Al regresar a casa
una idea se me vino a la mente, colgarlas de los árboles, así no tendría
necesidad de salir del agua para verlas. Y dicho y hecho, las muñecas que fui
encontrando las coloqué en las ramas de los árboles que rodeaban mi choza ,
guardándome el secreto de mi razón para hacerlo.
- - Sobrinito.
Debo platicar contigo de un asunto que te compite-.
-
¿ Cual
es?-.
-
A mi
muerte , esto será tuyo-.
-
No hable
de esas cosas, tan tristes es usted aún joven-.
-
No
tiene nada que ver mi edad con mi
muerte, algún día vendrá la sirena para llevarme-.
Con disimulo observé
la cara de Anastasio, se le veía preocupado.
-
¡ Bueno!
.Ahorita nos vamos a pescar. Después nos comeremos los peces que consigamos
acompañados por un tequila que venda la
doña Janicua, que quema antes , cuando y
termina de pasar por el gaznate-.
Los días con
continuaban sin prisa , y mis pláticas con mi sobrino informándole de todo lo
que podía , debía y de todo lo contrario.
Un viernes, como
otros tantos, Anastasio llegó dispuesto a que fuésemos a pescar, ¡y que padre!,
nunca habíamos pescado tanto como aquella tarde.
-
¡Buenooo
tío!. Tengo que mirar cómo están los animales. Ahorita vengo-, y le acerqué a
la orilla-.
Aquella tarde fue la
última de mi vida. Desde el lugar donde me encontraba, rodeado de agua por
todas partes, alguien me llamó.- Julián. Julián. Vente conmigo. Debo enseñarte
tu nueva casa-, y sin dudarlo le seguí.
-
Su
tío no se ahogó, estaba muerto cuando
cayó al agua-. Esa fue la contestación del médico forense.
-
¿ Aunque
la casualidad es que fuese en el mismo
lugar donde él me advirtió que se lo llevaría la sirena-.
-
¿ No va
a creer en esa historia?. Los mayores se vuelven como niños, y se creen los
mismos cuentos que ellos inventan
Ahorita , mi sobrino
continúa buscando muñecas para colocar en los árboles , tal y como le pedí.
Solo lo hice para evitar que también la sirena… venga a buscarle a él.
Julián
Santa Ana falleció en el 2001, se había mudado a esta zona a mediados del siglo
pasado
VERSIÓN LIBRE de la
Isla de las muñecas
-