Daba gloria
verlas llegar con el cesto
encima de la cabeza, entre esta y el
cesto, una pieza de tela enroscada , una rodela, hacía que la cesta con el
pescado, no se les cayese, milagrosamente .
De constitución más bien fuerte , recorrían
los pueblos , con su preciada mercancía , anchoas, sardinas, verdeles
,etc., todos , frescos, frescos,
recién pescados y recogidos de la lonja, donde los
arrantxales (pescadores), no solo de bajura , también de altura, y sobre todo, como en el
caso de los de Santurce, donde los pescadores retornaban al puerto , cada día ,
los habían descargado.
Las costas del País Vasco han tenido
siempre la marca del matriarcado, puesto
que muchos maridos, se han dedicado a
ser marinos, teniendo que hacer de padre y de madre las esposas de los mismos.
Así que hablemos de estas esposas, que además de ser
madre , se dedicaba a esperar a los barcos, agenciarse con pescado y venderlo
por pueblos y ciudades, y que llegaron hasta la
Villa de Bilbao, para hacer su trabajo , siempre con buen humor.
En la página http://www.bizkaia.eus/,
de donde se ha recogido , una parte de la información para este artículo, aparece algo digno de que se
lea literalmente :
Por ejemplo, el padrón
de Lekeitio de 1860 recoge, en el apartado de profesiones de las mujeres,
nomenclaturas tales como: “hacer redes de pesca”, “pescadora”, “traficante”,
“tratante de pescado” o “freidora”.
Tras las sonrisas y el buen humor, existía mucho
trabajo, desde la llegada de los barcos , que lo hacían de madrugada , y que
eran observados, como en el caso de Santurce , desde la atalaya , hasta si regresaban
con pescado, para lo cual existía una contraseña , colocar “ el redeña”(la
redeña que se trata de un aro de hierro
con una red , que sirve para sacar los peces) en posición vertical, para que
desde lejos, las mujeres pudiesen verla. También servía , en algunas ocasiones,
para que los mismos pescadores, indicasen, el tiempo que iban a tardar, poco más o menos, para su regreso .
Aquello provocaba idas y venidas, pues rápidamente se pasan el
aviso unas a otras y bajaban al puerto
para preparar la descarga de la mercancía… en la mayoría de las
ocasiones se trataba de una lancha capitaneada , o de pequeñas barca de velas y de remo , en la que faenaba,
algún miembro de la familia ,que bien podría corresponder , a un marido, padre o
hermano, aunque necesariamente no fuese así . Las embarcaciones más grandes tenían una eslora de ocho o nueve metros ,
constituyendo la tripulación entre diez y doces hombres
Antes de que las mujeres pudiesen salir a vender , el pescado se subastaba públicamente.
Pero la cosa no terminaba así , sin más. Pues
ellas ayudaban a la recogida del
pescado en el puerto, al desmalle o despesca( soltar de la redes los pescados
que han quedado aprisionado en ellas) acarrearlo en cestas casi más grandes
que ellas, limpiarlo, transportarlo y
venderlo. Sin olvidar algo tan importante como era... la reparación de los aparejos, especialmente el de las
redes, un trabajo que junto al de costureras , entre las mujeres que trabajaban
, en aquel entonces , era de un 32%.
LAS DE LAS FALDAS REMANGADAS
La sardinera andaba descalza, aunque
seguramente sería allá por el 1820…., pues yo la recuerdo con alpargatas o con
otra clase de calzado, faldas recogidas
en forma de aro sobre la cintura, debajo
la blanca saya hasta
la rodilla. De esta forma, no impedían
que las piernas estuviesen libres
para correr, mientras que la carga que llevaban sobre su cabeza, chorrease .
Dejando al margen el folclore, o esa imagen que las rodeaba, se debe admitir, que
el trabajo de estas mujeres, era realmente duro, pues recorrían largas
distancias desde Portugalete o Santurce
hacía cualquier pueblo de la
margen derecha de la ría , o llegar al mismísimo Bilbao, cargadas al máximo
con aquel peso sobre sus cabezas, aquellos cestos de mimbre, haciendo un recorrido de 16 kilómetros en menos de dos
horas, a lo que había que sumar , las prisas para evitar que otras compañeras se
les adelantasen y así poder vender el pescado más caro , que el resto de las que
después llegasen haciendo lo mismo que
la primera , gritando por barrios y
calles – “ ¡ Sardinas frescas!”-, colocándolas en la romana para pesarlas , para después dejarlas sobre el plato o la
fuente , tras cobrar los dos o cuatro cuartos, el precio de lo estipulado, décadas
más tarde , solía envolverlas en
papel de estraza color marrón .
Los tiempos cambian , y cambian los barcos,
ahora los motores son
de gasolina , y la forma de distribuir el pescado también cambia y deja de depender de las mujeres , por lo
que será otro medio de transporte , por carretera , amén de la aparición de las
pescaderías, quienes harán descender el número de sardineras de venta
ambulante.
En cuestión de dos décadas , las sardineras
irán desapareciendo, pues tienen que adaptarse a las nuevas normativas, que
merman aún más , la posibilidad de unas ventas que cada vez quedan en desuso.
No obstante, el tiempo no ha corrido un
tupido velo sobre este colectivo, y cada vez más personas, buscan en sus
álbumes, fotografías de sus abuelas o bisabuelas, vendiendo pescado, o
remendando las redes, viniendo por toda la orilla ,con las faldas remangadas
luciendo las pantorrillas. Vengo deprisa y corriendo porque me aprieta el corsé, voy gritando por
las calles” ¡ Sardinas frescues!” . Mis sardinitas que ricas son , son de
Santurce, las traigo yo.
LA ULTIMA SARDINERA
En la página http://www.elcorreo.com/ de fecha 22 de octubre 2014, se daba la noticia del fallecimiento de
Rosario Santín Rodriguez, más conocida como “ La bella Charo”. Rosario era de
la ultimas sardineras que existían , y que sirvió de modelo ( sin que nadie de
su entorno familiar lo supiese) para el escultor Lucarini , inmortalizándola ,y
dejar con su presencia , un homenaje a
todas las sardineras, allí en Santurce, en el paseo de Iparraguirre .
Era de las de
siempre, manteniéndose en su puesto hasta los 64 años cuando enfermó, había
comenzado este trabajo a los 18 años. «Era un trabajo muy duro. En los últimos años tenía artritis por andar con
el hielo y los huesos destrozados del peso, pero aquellas mujeres se lo tomaban
con humor y siempre estaban haciendo bromas entre ellas», apunta su hija Amaia.
Fue una
mujer luchadora que en el año 1988, se enfrentó con el consistorio, porque
quería quitar a las sardineras de la calle y meterlas en un mercado. Al final su lucha tuvo un premio, el de la victoria y continuó su
trabajo como siempre
Recogida
información en
BREVE HISTORIA DE UNA SARDINERA
Se llamaba Carmen , vestida con amplias faldas en color azul, y blusa
blanca. Antes que ella , su madre de luto constante .Ahora a Carmen , le
acompaña una hija para aprender el
oficio.
A las seis de la mañana ya estaban en
pie para recoger el pescado, después, después les esperaba 15 o 16 kilómetros
desde Bermeo hasta Guernika .
De mediana estatura, redonda , fuerte
con los gemelos duros de tanto andar y
andar,tendría unos 35 años. Cara
agitanada, aunque vasca, siempre fue de
Bermeo de toda la vida . El pelo negro y liso , peinado hacia atrás, que finalizaba en una coleta , siempre con buen
humor , destapaba la cesta,
cubierta con un trapo, para
descubrir la mercancía que en ella
estaba ,casi viva… anchoas , verdeles , bonito. En la cintura un cuchillo para cortar una rodaja si solo
necesitabas eso .
Le gustaba jugar , con los hombres, a
la pelota en el frontón , y más de uno y de dos , ya les hubiese gustado tener
el estilo de Carmen en este juego.
Yo la conocí cuando me
trasladaba hasta Busturia, para pasar
las vacaciones de verano con mis tíos .
¡ Qué bellos recuerdos!. El mar, la
playa, las olas ,los barcos en el horizonte!.
¡ Y por supuesto mi recuerdo de
Carmen la sardinera!.