Madrid 1886.
Me
llamo Hilarión Martín . Admito sin vergüenza , que nunca acepté la existencia
de seres
mágicos como :duendes, elfos, gnomos y hadas. Todo contrario que mi esposa
Sofía, que como buena gallega, creía en ellos, y decía, que cuando visitábamos
, a su anciana madre, que vivía en un aldea rayando ya con la provincia de Zamora, había
tenido la fortuna de verlos merodeando por el bosque buscando hierbas y raíces,
para hacer sus pociones, y brebajes. Y a las hadas, suspendidas en el aire,
formando un círculo jugando y riendo.
Bueno ella podría creer en esos diminutos personajes, pero yo que había nacido
en Madrid, pues ,va a ser que no. Aunque no
obstante, una serie de circunstancias, demostrarían todo lo contrario.
Tenía
un amigo soltero que frecuentaba un bar situado en la planta baja , de un edificio , que estaba
ubicado en el cruce de las calles de otro dos nobles hombres hidalgos, la del
Duque de Liria y la del Conde Duque.
Alonso
, que es como se llamaba mi amigo, apodado el “manillas” siempre sostuvo, que no se casaría, jamás,
pues la mujeres le robarían el dinero, que él cobraba por su trabajo. El mote
le venía porque era relojero, y de los buenos.
Cuando
finalizaban nuestros trabajos, solíamos reunirnos, con otros dos amigos para
jugar a las cartas, Paco el viseras, que
trabajaba en una empresa haciendo botijos, y Luis el “habla poco”, que tenía
una barbería en la Cal´calá , yo por mi
parte trabajaba de pasante de un abogado de pleitos de medio pelo, y pobre del
que me pusiera un apodo, pues se las iba a ver conmigo .
Entre
risas , trampas, algarabías, y de vez en cuando broncas, sobre todo, cuando se
perdía, transcurría el tiempo.- Bueno señores, ha llegado la hora de retirarnos-.
- - Sea.
Mañana a la misa hora -, repitió el viseras. Después , cada mochuelo a su olivo.
Sofia
tuvo que marcharse al pueblo, pues su madre estaba muy enferma, y ya se sabe
que el buey suelto… bien se lame, por lo
que mis llegadas a casa, por las noches , no tenían hora de entrada .
Una
de las noches, por motivos que no puedo recordar, el “habla poco”, no pudo
venir, así que pedimos a Domingo “ el tragaldabas”, redondo como un tonel, que
se uniese a la tropa.
Frente
a nosotros estaba otra panda de seis, esos se las pasaban hablando de toros y
toreros. Más allá, cerca de la ventana, se sentaba, siempre, Alfredo, un escritor,
que decía que venía a la tasca, en busca de personajes para sus novelas , y los
hermanos Paniagua ( Pascual y Herminio), que no sabíamos a que se dedicaban, y que
se acercaban a nosotros para vernos
jugar .
En
la barra estaba la Trini, la dueña del bar,
una mujer de armas tomar, regordeta y con unos brazos, como molinos de largos, fuertes como para
quien se pusiese en plan tonto, agarrarlo como si de un pelele se tratase y
sacarlo del establecimiento. Bueno ya estamos todos.
Durante
el juego, “ el viseras” fue sorprendido en plena faena, o sea , haciendo
trampas. Y que si ha sido mentira, que no era verdad, que no sabes jugar, que
no vale la partida, fue tal el escándalo, que hasta la
Trini
nos llamó la atención , pero nosotros continúanos . De repente frente a
nosotros apareció ¡un enano barbudo!, que nos indicó que o bajábamos la voz, o
que nos atuviésemos a las consecuencias, y desapareció.
Nos
miramos los unos a los otros ante lo ocurrido.
- - ¡
Gervasio tranca la puerta!. Acá no entra nadie sin pedir permiso a la Trini-, y
así se hizo.
Al
jaleo se unieron los seis aficionados taurinos, que también quisieron dar si
opinión , mientras que en su rincón , el
novelista no daba basto a escribir , quien sabe qué.
Entonces
aparece otro duende, aunque el de esta vez , tenía aspecto grotesco ,feo de narices, que hizo lo mismo que el
anterior… amenazarnos si no nos callábamos , desapareciendo como alma que lleva
el diablo.
- ¡
Gervasio cierra bien todas las puertas!. Para que este no vuelve a entrar -. Tas lo cual volvimos a la disputa.
Un
extraño golpe nos hizo volver la cabeza.¡ Apareció otro ser irritado a más no poder y gritándo !. Ay no era de color verde,
estaba rojo de ira.
El
“ tragaldabas” gritó-. ¡ A por él!-, y allá fuimos todos, pero se nos escapó.
- ¡Bien
lo habéis conseguido muchachos!-, dijo
la Trini. Pero esta vez la disputa parecía quedar en tablas.
¡
De repente , la luz se apagó!. Solo llegábamos a ver unas diminutas luces que
corrían de un lugar para otro mientras
que se escuchaban quejidos a diestro y siniestro.
-- ¡
Yo me marcho, esto no lo aguanto más!.¡Ay que me matan!-, gritaba creo el
poeta.
Cuando
conseguimos salir del local, todos, más o menos, teníamos golpes por todo el
cuerpo.
- Lo
que más siento, es el dinero que se ha quedado dentro-,terció la Trini
desesperada, pues nunca regresó al bar, ni pudo nunca alquilarlo
Pasado
el tiempo, aquel lugar se llenó de una aureola mágica , que ya sabemos de donde
proviene, de una simple noticia agrandada con una lupa con ampliación 20x.,
denominando al edificio, “ La Casa de los Duendes”, aunque el suceso solo
sucediera, en los bajos de la construcción
Y
tal y como pasa en las mejores películas del género de terror, a pesar de lo
escuchase u oyese, fue comprada por una distinguida dama, Doña Rosario de
Benegas, marquesa de Hormazas , pensando que todo aquello había sido
habladurías.
La
mudanza comenzó. Los criados se volvían locos intentando complacer a su señora,
en todo lo que les ordenaba.
¡ - ¡ Con tanto jaleo no encuentro , la imagen
del Niños Jesús , ni la gran cortina para el salón!. Reuniré a los sirvientes
por si alguno saben dónde pueden estar-.
Estando
en plena investigación, surgieron de la nada un enano con la figura del Santo
Niño, y otros cuatro más llevando a hombros la no encontrada cortina. Después
de tal estrambótica visión , Doña Rosario de Benegas, marquesa de Hormazas, se
desmayó.
Pensó,
que lo mejor sería recurrir al fraile que era su consejero espiritual .
No
le había dado tiempo a llegar a uno de sus sirvientes , al convento, cuando el fraile requerido, aparecía , detrás de él
, iba un duende.
Horrorizada
por todo lo sucedido, la señora marquesa hizo las maletas , y abandonó la
casa.- Tenía que haberles creído. No eran cosas de la mente calenturienta de
cualquier patán. Los vecinos estaban en lo cierto-.
Al
día siguientes, en un enorme cartelón se podía leer “ SE
VENDE”.
MELCHOR DE AVELLANA
Era
un canónigo a quién ,como le pasó a la anterior inquilina, la marquesa de
Hormazas, no creía en supersticiones , es más , llegó a pensar que todo se
debía a una posible conspiración para que el inmueble no se vendiera, y a saber
que eran lo que harían con el terreno que ocupaba, así que sin encomendarse a
Dios , ni al diablo, entró a vivir en la
susodicha casa.
Durante
tres días nada pasó. Todo estaba en su lugar colocado. No se veía ninguna
huella que no perteneciese al calzado del clérigo. No faltaba nada que en la
despensa tenía guardado, ni siquiera el vino,elaborado en el convento monasterio
de San Zoilo que se encontraba, al oeste
de la localidad de Carrión de los Condes, cercano al puente del río Carrión en
dirección a Sahagún, en la Comarca de Tierra de Campos de la provincia de
Palencia. Pero…ya empezamos con los peros, bueno prosigamos, cierta noche que Melchor se encontraba escribiendo una carta
al señor obispo, solicitándole el envío de un
determinado libro , observó asombrado la entrada de un pequeño
personaje portando el libro con el
título requerido.
Nuestro
hombre ni son lo pensó dos veces, puso ,
aceras, calles y tierra por medio, y cuentan que nunca regresó a Madrid .
LOS DUENDES Y SU
REPERCUSIÓN
Después
,el edificio llegó a ser cobijo para personajes que deseaban huir de la
justicia, suscitando el miedo entre vecinos y transeúntes, quienes
solicitaron a la Iglesia un exorcismo,
por lo que este inmueble tenia de “maléfico y de diabólico”
FINAL DE LA CASA
Según parece, la petición de la vecindad fue bien
aceptada por el Tribunal de la Santa Fe, sin investigar la verdad o la ficción,
que acompañaba al tal requerimiento, siendo el Obispo de Segovia el encargado
de llevar a cabo el exorcismo, pero no fue solo, le acompañaban numerosas
personas que deseaban dar con el duende y quemarlo para después desparramar sus
cecinas.
Como ante hemos mencionado, solo en los sótanos se
encontraron malandrines y gente poco fiable.
FINALES DEL SIGLO XIX
El terreno que ocupó hasta finales del siglo XIX, que
fue cuando derribaron la casa, decían desprendía un fuerte olor a azufre,
y que algunos buscaron en la sal, un
producto mágico para que nada creciese. Quizá por eso, los duendes se marcharon
,
Versión Libre
Recabada
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