MAY PIERSTORFF, LA NIÑA ENVIADA POR CORREO




En este mundo, nos encontramos con sorprendentes historias, que además de parecerlo, lo fueron.
No son debido a la más o menos mente prolifera de algún escritor famoso, ni siquiera a la pluma de gente anónima, que llega a plasmar sobre la cuartilla de un cuaderno, una bonita, interesante, filosófica o graciosa frase, que puede llegar a ser, motivo de estudio.
Tendremos que trasladarnos hasta la ciudad de Grangeville(Idaho), donde vive una pequeña de 4 o 6 años, dos arriba, dos abajo, de nombre May Pierrstorff.
La pequeña, hacia, tiempo que no veía a su abuela que vivía en Ee (Lewiston) que deseaba ir a estar unos días o unas semanas con ella. Hasta aquí, la cosa más normal del mundo, que una nieta, quiera ver a su abuela, pero, pero la abuela en cuestión de la que desconocemos el nombre, residía a unas 75 millas de distancia de donde vivía May.
Los Pierrstorff no se podían permitir “el lujo” de comprar el billete de tren, que les costaba, lo que, ambos, ganaban en más de una semana de trabajo.
Se les encogía el corazón al ver que su hija, se quedaría sin conseguir, que su sueño, se hiciese realidad.
Y día tras día, pensaron en que forma, May, podría llegar hasta Ee, y ver a la abuela.
No sé quién de los dos, cayó en la cuenta de que no existía reglamentación sobre el “envío de personas”, como paquete postal.
Así que decidieron hacerlo, para lo cual el 19 de febrero de 1914, se personaron en la oficina de Grangeville y dijeron
-      Queremos mandar a nuestra hija, por correo, hasta Ee(Lewiston)-

Acto seguido el encargado que se encontraba en la oficina de correos, pesó a la pequeña – Pueden hacerlo, pues pesa 48 libras y medía, y son permitidas hasta las 50 libras, el envío para paquetería-
Pagaron el importe de los sellos, 53 céntimos, que fueron pegados en el abrigo de May, quien, con sus sellos puestos, fue introducida en el vagón correo del tren junto a las sacas del correo normal.
Leonard Mochel, secretario de turno de correos, fue quien entregó “el paquete”, a la abuela, quien complacida observó, que la “mercancía”, o sea la pequeña, llegó, sin rasguño alguno, según se recogen en los archivos del National Postal Museum.  

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