DICHO POPULAR GRANADINO - “ LLOVIÓ MÁS QUE CUANDO ENTERRARON A ZAFRA"


 

Existen personas, aunque ya pocas, y casi siempre ya entradas en años, que utilizan en su forma de hablar, los consabidos refranes y dichos populares, y para muestra esta conservación entre dos compadres de cualquier rincón de España
- - Ahí viene el Edelmiro-.
  - Como siempre sin lavarse. Se le nota por el tufo que le acompaña ¿A qué no te atreves a decirle que se lave? -.
-  - ¿Qué no? Ahora veras-, y pasa raudo la calle.
   - ¡Edelmiro! A ver si podas el rosal, que te llega hasta la puerta del baño-. Y el susodicho Edelmiro se le queda mirando con cara de signo de interrogación.
-  - Nada no te estrujes el magín ¡. Que “a buen entendedor, pocas palabras bastan “.
Pues nuestro dicho popular también tiene que  ver con el agua
“Llovió más, que cuando enterraron a Zafra”


Se dice cuándo el cielo  deja caer, durante una tormenta, o durante una borrasca, agua a mansalva 

Como todo tiene su motivo, este se refiere a una leyenda se sucedió en Andalucía, por más señas en Granada. Aunque también se disputa esta frase, con una ciudad pacense (Badajoz o algún pueblo de su provincia) como en este caso Zafra. O pudiera ser que Zafra fuese, un descendiente  de Don Hernando de Zafra , quien llegó a ser secretario de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, Los Reyes Católicos, dueño y señor de la bien llamada Casa de Castril, junto en la Carrera del Darro.    

Esta fábula, se hace referencia a Don César de Zafra, un tipo aprensivo, que cualquier cosa que tenía, mandaba llamar al galeno. Y no digamos nada sobre el ser supersticioso, que a  buen  seguro que llevaría una  pata de conejo escondida entre sus vestiduras.
Maese César estaba en litigios, con unos vecinos a consecuencia de unas lindes. Así que pensó que mejor sería, para acabar con este conflicto, dejarles sin agua, y con ello, sin o con pensarlo, dejó a otros sin el preciado líquido.

Por si fuese poco, el conde, cercó sus tierras, para que nadie pudiera entrar.


Una noche, una gitana con el cántaro en la cadera, traspasó las cercas, eludiendo a los centinelas que estaban de guardia.
En la fuente llenó el cántaro hasta los bordes, y colocándoselo en la cadera, muy despacio para no meter ruido se fue por donde había venido. Quiso que su mala suerte, el cántaro cayese al suelo, alertando a los soldados, que la apresaron y la llevaron hasta el déspota conde.
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   - Como castigo, darle tantos palos como trozos se han roto del cántaro-.
Y siete garrotazos recibió en su espalda, para después, echarla del cercado.

La gitana a pesar de tener un  terrible dolor en su espalda, alzó mu mano derecha hacia el cielo y dijo «Siete palos me dieron, conde de Zafra, y maldigo y emplazo tu vida en siete días. El próximo martes morirás, las aguas van a sobrarte y tus despojos navegarán sobre ellas".


Fuese casualidad o que la maldición, surtiese efecto, siete horas después del descalabro, el conde estaba postrado en la cama, víctima de una rara enfermedad, que no se sabía muy bien, donde la había contraído.

Durante una semana, con sus noches, el conde, tiritó, deliró y sufrió de altas fiebres. Al séptimo día, el 4 de Marzo de 1600, fallecía.


Ese mismo día, fue tal el aguacero que cayó sobre la ciudad, que llegó hasta los mismos aposentos, donde se encontraban los restos mortales del conde, arrastrando el ataúd, que desapareció entre las turbulentas aguas. El cadáver nunca se encontró.

Tras este suceso, los granadinos, cada vez que los cielos de su ciudad se llenan de negras nubes y cae con fuerza la lluvia, suelen exclamar -'Llueve más que cuando enterraron a Zafra'».

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