El término tabernae (taberna), se empleaba, en la
Roma clásica, para señalar, a todo tipo de pequeños establecimientos comerciales,
así como a tiendas, talleres, y a otros locales de usos varios, donde se podría
realizar las compras diarias , pero solo por las mañanas, puesto que por las
tardes eran dedicados a ser lo que
nosotros entendemos por tabernas, y
otros locales de usos varios, donde solían hacerse las compras diarias durante
la mañana a excepción, precisamente, de lo que en la actualidad entendemos por
taberna y que, en aquella época, se
equipararía a la thermopolia, un
establecimiento, en el que se podían comprar alimentos listos para yantar, y
que eran desdeñados por la clase alta.
Se ofrecía lo mismo comida fría como caliente, donde, después de abonar lo
pedido, tenías dos opciones, comer, sin problemas en la calle, o quedarte en el
interior del establecimiento, hablando animadamente con amigos o conocidos.
El vino que se degustaba en estos locales, se servía
caliente, para que así llegase a los vasos, se disponían de cráteras, unas
vasijas de cerámica, de gran capacidad, designada para contener una mezcla de
agua y vino con la que se llenaban las copas. Una aclaración, raras veces, los
antiguos, bebían, el vino puro, ya que, para su conservación, se mezclaba, el
caldo con pez y resina, para ser envasado en ánforas, a las que se cerraban
herméticamente, con tapones de corcho o barro, que llevaban, escrito su
procedencia, así como el año de la cosecha. Así que se llega a la conclusión,
que no debía ser muy agradable, la ingestión de los caldos en estado puro, de
forma que el vino no solo era colado antes de su ingestión, sino que además se
mezclaba con agua o con miel, de ahí que los antiguos raras veces bebían el
vino puro. Se llevaba al lugar de la comida y se depositaba en el suelo o sobre
una tarima.
Aparte del agua y la leche, el vino era la bebida
habitual entre los romanos de todas las clases. Siempre lo mezclaban con agua,
y con mayor proporción de ésta que vino. Beberlo sin la mezcla era considerado
propio de bárbaros.
A este tipo de locales se les podía designar como
los precursores de los restaurantes, los cuales se abrían a partir del mediodía,
y echaban el cierre los últimos.
Pero no todos tenían swing, puesto que algunos, no
solo llevaban la etiqueta de antros o tugurios, sino también los eran, por lo
cual, nadie que se precie dentro de la clase alta se atrevería ni a pasar cerca
de ellos.
¿Se imaginan deambulando por la gran urbe rodeados
de gente deseosa de tomar un refrigerio? ¿De localizar en cada calle un local,
donde la comida rápida, se asemeje al precio de esta? ¿Acompañada por un vaso
de vino, que más tenía de agua, que de vino? ¿Dónde los mostradores tuviesen
forma de L? ¿Orientados a la calle, con unas hornacinas, en forma circular, que
se utilizaban para conservar los alimentos preparados fríos, bien calientes? ¿Rodeados
de gente de lo más variopinta? Posiblemente
toda una experiencia. Claro si disponemos del túnel del tiempo.
Las otras dos opciones corresponden, en primer
lugar, a la thermopolia, que sería un snack- bar, o sea donde podemos comprar
alimentos en el mostrador la mayoría era chacinas o quesos, siempre mojados
envino, pero de pie en la barra, ya que no existían sillas ni mesas.
Y en la tercera nos encontramos dos, las cauponae y
popinae, tipo hamburgueserías, también de comida rápida, parada obligada para
muchos de los transitaban por allí. Como ocurría con los anteriores… locales a
evitar por la clase alta. A tener en cuenta que en ninguno de ellos dejaban
entrar a las mujeres, estaba totalmente prohibido
Más tarde, a los tres, los romanos, y los que no lo
eran, acabaron por confundirlos, así que, en todos, se ofrecía: comida y
alojamiento, e incluso, alguna cauponae, servía como posada u hotel, que
proporcionaba, a la vez alojamiento y un menú en base a vino, carne y pan.
Aunque no todo fue paz y gloria, pues siendo
emperador de Roma, Tiberio (años 14-37) los concejales recibieron órdenes
expresas, de Tiberio, prohibiendo, la venta de alimentos dentro de estos
lugares. Era una forma, como otra cualquiera, de evitar, mientras se pudiera,
este tipo de reuniones, pues podrían ser un perfecto caldo de cultivo, para
posibles protestas o revueltas
Después de Tiberio, durante cuatro siglos, más, los
que gobernaron en Roma, mantuvieron un pulso, contra las tabernas, con el fin
de que no sirvieran como restaurantes.
Los que ganaban, lo suyo, eran los de los puestos
ambulantes, siempre te podías encontrar con alguno de ellos, que te vendían
comida, incluso en lugares tan insospechados, como la entrada a las termas,
ofreciendo salchichas cocidas y otras exquisiteces, mientras vociferaban, lo
buena que era la comida, que llevaban.
Estos, competían con otros ambulantes, que vendían
vino, a los cuales se les podía ver, desplazándose, a base de carros, que iban
llenos de ánforas, repletas de todo tipo de vino, vamos, que a los romanos les
iba un rato largo lo del bebercio.
No vamos a decir la cantidad de veces, que en lo más
apartado de las trastiendas de estos “bares” de época romana, podíamos
encontrar un camastro, que no era utilizado por el dueño del local, ya que era para
que las prostitutas, llevasen a cabo su labor. O para formar timbas, de manera
clandestina, puesto que el tema del juego, prohibía, la práctica de las
apuestas en los juegos de azar, sancionando a los que lo practicaban, no así a
los dueños del local.
En caso de que lo jugadores llegasen a las manos,
los que regentasen estos establecimientos, no tenían ningún derecho a reclamarles
los desperfectos sufridos en la trifulca. Ni que decir tiene, que a los dueños
de estos “bares”, no les importaban que las autoridades les pillasen de
improviso, y les sancionasen, ellos los que deseaban era ganar sus áureos, o
denarios, o sestercios, en fin, el dinero que corriese según en la época que se
viviese, pues estas monedas, estuvieron en circulación, desde mediados del
siglo III a. C. hasta mediados del siglo III d.C.
COCINANDO Y COMIENDO
Monótona,
frugal, pero sana, así se podía definir la cocina de esta época, donde el alimento
básico, para los romanos, correspondiese al trigo.
La frase “pan y circo”, se ha escrito en cantidad de
ocasiones, y se ha leído otras tantas más, que se refiere a la clase política,
que utilizaban el pan y el ocio de los juegos del circo, en el año 140 a. C. con
la “sana “intención de que los votos de los más pobres, pasasen a su balanza y
consiguiese el trono del Imperiato, antes que sus rivales.
Juvenal, poeta romano, en su Sátiras X 77-81 no deja
títere con cabeza, demostrando su desprecio por el menoscabo que hacen los
políticos con el pueblo
… desde hace tiempo —exactamente desde que no tenemos a quien
vender el voto—, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes
concedía mandos, haces, legiones, en fin, todo, ahora deja hacer y sólo desea
con avidez dos cosas: pan y juegos de circo
Algunos historiadores, hablan en sus biografías, que
Julio César (49-44 a. C.), ordenaba repartir, el trigo, gratuitamente, o a bajo
coste, a los más necesitados, en total unos 200.000.
Otros, que fueron 300.000 las personas, que se
beneficiaron de los repartos de este cereal, para hacerlo harina y luego pan
Aureliano continuaría con dicha costumbre, tres
siglos más tarde, repartiendo a 300.000 personas, esta vez, dos panes gratuitos
por día y persona.
Otro alimento que no podía faltar en las mesas, romanas,
era el vino, aunque, como antes hemos explicado, su forma de conservación, no
estaba muy desarrollada, agriándose con facilidad se tenía que beber con
especies, o sirviéndose caliente y aguado
Los que menos poder adquisitivo, comían, a la hora
del desayuno, sopas de pan y vino, o de garbanzos, de coles, de farro, de malva
y de coles, entre otras “exquisiteces”.
Los romanos que más poder adquisitivo poseían,
consumían gran cantidad de leche, de cabra o de oveja, así mismo de aceitunas,
las
cuales, desde tiempos más remotos, se arreglaban con los más diversos aliños y
salmueras, correspondiendo a la carne de cerdo, ser la elegida, para estar en
su mesa, más tarde, serían, las de buey, ciervo o gamo y gacela, oveja, cabra y
cordero, incluso la de perro, las que encontraban en su mesa; y a las que utilizaron:
la salvia para adobar o
condimentar la carne de cerdo. Las malvas se comían en ensalada.
Seguiremos con el: azafrán, al que le acompañaba la
fama de ser afrodisíaco, amén de evitar. El apicio, del que únicamente se menciona su
uso, en la preparación de un vino aromático, y como colorante de determinadas
viandas.
Para aromatizar el pan, el hinojo era excelente.
Tostados con cuidado, y mezclándoles con miel, los granos de la adormidera, se
ofrecían como aperitivo
El apio silvestre era muy apreciado, tanto que sus
tallos se confitaban, confiando a sus semillas otros menesteres.
Tanto el tomillo, como el orégano y el laurel, eran
de uso corriente. Mientras que el hisopo, que era originario de Creta
(Grecia)era utilizado para remediar la frialdad de las
lechugas.
La mostaza estaba incluida, en recetas de los más variado.
En cuanto al vinagre, producto, imprescindible,
en la cocina romana, era obtenido del
vino, de la calabaza, de las peras o de
los higos.
Durante la
República, la dieta alimenticia del pueblo romano, apenas llegaba, a las 3.000
calorías, 2.000 procedían, al menos, del trigo.
Se hacían, quien podría, cuatro comidas: desayuno,
almuerzo,
merienda
y cena, esta última era la más importante, puesto que se hacía en familia, en
la cual se degustaba: lechuga, puerros, gachas y judías con tocino y huevos
duros. Las cenas con invitados, seguían otros protocolos más sofisticados
El yantar en la época Imperial, era de pura gula,
donde nada ponía fin, a seguir comiendo, a pesar de los muchos platos que eran
servidos: gallinas, pollos, salmonete, prohibitivo para los pobres, que se
consolaban con las morrallas en salmuera.
Si su familia era rica, acudían a comer a casa de sus
amigos, en los banquetes. Si por el contrario era pobre, se podía dar por
satisfecha, si se llevaban a la boca, altramuces y algarrobas, comidas en la
calle, ya que no se disponía ni de fogones, ni tampoco de pucheros.
La carne de burro, fue alimento, gratuito del
populacho, en época de Aureliano (siglo II), después a pasar sin probar la
carne
Los legionarios romanos, tenían su propia dieta: Un
plato de legumbres, un trozo de pan y dos piezas de fruta, mientras que, en el
campo de batalla, les esperaban las temidas hordas de los bárbaros al norte de
Gran Bretaña
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