En el Madrid de los Austrias, aquel 13
de agosto, de 1969, el calor apretaba, aunque aquello no era óbice para que un
vecino del distrito de Hortaleza-Madrid, que trabajaba como conductor del
cuerpo de bomberos, de 29 años, Adolfo Carrascosa Blázquez, estuviese haciendo
su consabido ejercicio físico, footing.
Carrascosa siempre corría por la misa
zona, donde estaba ubicada una casa abandonada, que, por su amplia superficie,
podría servir, entre otras cosas, para refugio de los pastores que por allí
deambulaban, o para las citas amorosas de las parejas.
Para llegar hasta ella, se tenía que
acceder, por un simple camino vecinal, desde la colonia de Iberia, también conocida
como Nuestra Señora de Loreto, situada en el barrio de Barajas, que debe su
nombre a un conjunto de casas, que en su día construyó, para sus empleados la
compañía española Iberia, en la década de los 50, y que está delimitada por la
Plaza de Nuestra Señora de Loreto, y las calles: del Gran Poder, Aeronave, Plus
Ultra, Muro y Paseo del Zurrón. Esta zona se rehabilito en el año 2005.
Quien le iba a decir al conductor del
parque de bomberos madrileño, que aquella mañana sus pasos le llevarían a
localizar el cadáver de una mujer.
Vestía, un pantalón de color azul, al
que habían bajado hasta los tobillos, y un suéter en negro, en torno a su
cabeza. Los complementos, bolso y zapatos, en color plata metálico, al igual
que el esmalte de las uñas. El cadáver estaba dentro de una tinaja.
El forense al que llamaron para que se
personase, en el lugar, observó, que, entre los dientes de la fallecida, una
joven de unos 20 años, delgada, pelo teñido en rubio y uno 1,60 de estatura,
había una medalla de oro que llevaba una inscripción “Luci 13-12-1962”.
Tras un examen, puntualizó que la hora
del fallecimiento, era de por los menos de 24 horas.
Se localizaron huellas de
neumáticos de coche, que también aparecían en el interior de la casa, la policía
determinó que se trataba de un Renault 4-L, lo que indicaba que, con
probabilidad, la muchacha hubiese sido asesinada lejos del lugar, donde luego,
su cuerpo había sido encontrado.
El cadáver presentaba
numerosas erosiones: había sido arrastrado. Así como de forma clara, huellas de
estrangulamiento, tras su reconocimiento, se llegaría a la conclusión que
fueron hechas por una sola mano, la derecha, por lo que el asesino la atacó
mientras la víctima estaba tumbada, inmovilizándola con el otro brazo, y el
resto del cuerpo, lo que le facilitaría la maniobra para asesinarla.
Cuando llegó el momento de
la identificación del cadáver, comprobaron que la víctima tenía ya, ficha
policial: Kerr Payne. Nacida en Venecia 25-12-1944. Hija de Richard y Nuria.
Casada. De profesión “sus labores”. Nacionalidad norteamericana. Y eso es lo
que la policía, estuvo creyendo, quizá demasiado tiempo.
En la sección de
identificación, el personal, no estaba satisfecho, ya que los datos que tenían
no encajaban, así que volvieron revisar todo el fichero. Al final localizaron
otra tarjeta, en la que las huellas dactilares coincidían, con la anterior.
Todo el mundo sabe que no existen dos huellas dactilares iguales. Las de esta
vez correspondían a Natividad Romero Rodríguez. Nacida en Siles- Jaén. Fecha
15-7-1941. Hija de Valentín y Eusebia.
Los detectives avisaron a Valentín y
Eusebia para que reconocieran el cadáver, por lo que tuvieron que desplazarse a
Madrid para identificar el cuerpo. No obstante, al ser el 15de agosto, día de
la Virgen, el Juzgado estaba cerrado, por lo que se deciden personarse en el
Instituto Anatómico Forense, donde les impidieron la entrada:
-
- El cadáver que tenemos aquí, con ese perfil, es de una joven
norteamericana, y por lo que veo, usted no puede ser su madre-. Les dijeron en
el Instituto forense.
La mujer se llevó la mano al corazón:
- ¡Ay!, que me da que puede ser la Nati! Déjeme bajar.
Eusebia tanto insistió, que al final,
consiguió ver la cara, desfigurada de una mujer. Ella la identificó como su
hija, “la Nati”, pero entre el hijo y el padre, la convencieron que era
imposible que fuese ella.
El
sábado, o sea al día siguiente en la DGS (Dirección General de Seguridad) le
muestran unas fotos en las que vuelve a reconocer a su hija.
Una vez en el Juzgado, recuerda que su
hija tenía una cicatriz en la mitad de uno de los brazos. Al confirmarse lo de
la cicatriz, todos, no tuvieron más remedio que rendirse ante la evidencia de
la prueba.
NATI LUCI KERR
Esta joven cuando ejercía la
prostitución se la conocía como Tania y vivió en Siles, una población a 168
kilómetros de Jaén, en una desviación de la carretera, que une la capital con
la provincia de Albacete.
Desde allí le trasladan a los Padros,
que es el psiquiátrico de Jaén, donde quedará internada por espacio de siete
años. La joven había intentado suicidarse cuatro veces: la primera, lanzándose
desde un cuarto piso, y en otra ocasión, haciéndose cortes en el brazo.
Después, cuando fue se marchó a vivir a
Madrid, era conocida, por todas las rarezas que tenía: cambio de color del
cabello, pasando de morena a pelirroja, tiñéndose en menos de una semana, tres
veces.
Era como si sintiera la necesidad de
cambiar su aspecto personal, cada dos por tres. Era, “demasiado afectuosa” con
chicas de su edad o más jóvenes, aunque algo la marcaba… su mundo, un mundo
donde solo los soldados, norteamericanos de color de la Base de Torrejón,
tenían derecho a vivir en él.
Eran constantes sus visitas a los bares
americanos y night club, manteniendo siempre el mismo gesto, o de ausente o de
estar bajo los efectos de las drogas.
Estuvo residiendo en un
apartamento de la calle Padre Xifré y en la calle Narciso Serra, entre los
meses de agosto y septiembre de 1964.
Incluso llegó a vivir
con un hombre de color, de nombre Juan, hasta 1965, pues fue destinado a Rota.
Este hombre tenía una cicatriz, que le cruzaba la mejilla.
Según los detectives
avanzaban en sus investigaciones, supieron que a Nati le gustaba aparentar, que
mostraba signos de evidente desequilibrio mental, que era cleptómana y sufría
de manía de grandeza.
La medalla que tenía
entre sus dientes, cuando localizaron su cadáver, pertenecía a su compañera de
piso Lucía López Hernández, que era novia de David Rodríguez Álvarez, sereno de
la zona, ambos, a raíz del asesinato fueron detenidos y puestos, posteriormente
en libertad sin cargos.
Los de la BIC (Brigada
Criminal), estaban obstinados en reconstruir, paso a paso, lo que ocurrió desde
que amaneció el día de su muerte, y lo que hizo entre las 23,00 y las 24,00 de
ese mismo día.
Algunos de los clientes
de la piscina de Arturo Soria, que conocían a Nati, llegaron a decir que la
encontraron nerviosa. Allí dejó una bolsa con ropa y no volvió a recogerla.
En el mes de febrero,
Nati fue agredida y localizada en estado de inconsciencia, por un coche de
vigilancia, en el Retiro. ¿Quién le había pegado? ¿Fue un cliente de los de
siempre? ¿O un desconocido?, ella nunca dijo nada.
En la vida de Nati había
más de una incongruencia: dedicarse a la prostitución cuando recibía cheques,
desde Norteamérica, alguno de ellos por valor de 2.000 dólares (unas 140.000
pesetas de la época), cantidad que estaba muy por encima de la paga de un
soldado. ¿Quién era el que se los enviaba? ¿Podría ser un familiar Leonard
Payne, de raza negra con que había estado casada?
Leonard Payne era cabo
primero de las Fuerzas Aéreas norteamericanas, especializado en electrónica
aeronáutica, que fue destinado posteriormente a Vietnam, donde dicen que se le
dio por desaparecido. Con él, estuvo viviendo en pisos de lujo, pues el
alquiler era de 20.000 pesetas.
Parece que fuese verdad
lo del matrimonio con el soldado norteamericano, ya durante los ocho meses que
estuvo presa en la cárcel de Ventas, una de sus compañeras recuerda que le
hablaba de su matrimonio con un americano negro con el que tenía dos hijos.
Su paso por la cárcel no
fue de puntillas, debido a su mal vocabulario (tacos cada dos por tres). A ser
“rubia de frasco”. Por ser peleona buscando siempre gresca, y pervertida, por
lo que fue castigada. Bebedora, violenta y que estaba condenada por asunto de
drogas, o por drogar a un menor.
CONCLUSIONES
Cuatro de la madruga del
día de autos. Debió dirigirse al lugar donde fue localizada sin vida.
Este lugar aparte de ser
refugio para pastores y cita para enamorado, era también un lugar habitual,
para que algunos, disputasen un juego, seguramente, para ellos… muy divertido.
Consistía en parar el
coche a un centenar de metros de la casa abandonada, luego, designar a uno de
los de allí reunidos, a que llegase hasta el caserón con la única luz de una
vela. Puede ser, que alguno aprovechase la ocasión para “jugar” a ser asesino y
segar la vida a una persona, en esta ocasión la de Nati.
El 28 de agosto, del 69,
los restos mortales de Nati, “la chica de la tinaja", fue enterrada en el
cementerio de la Almudena. "Mi hija tenía que acabar así: quien mal vive,
mal acaba", dijo su madre, mirando al suelo con los brazos cruzados.
Casi 18 meses más tarde,
el 30 de enero de 1971, es detenido Gregorio Ávila Sotoca, un hombre violento,
quien “conoció” en el club Julia, que tomaron unas cuantas copas, y que, ella
se marchó por su lado, y el por el suyo.
Al año de haber sido
detenido, en el juicio que se celebró contra este maleante con antecedentes de
proxeneta, es puesto en libertad por falta de pruebas.
El crimen de “la tinaja” quedó sin resolver, y la
policía, continúo barajando la suposición de que Nati fue víctima de un hombre
fuerte, capaz de estrangular con una mano, ¿quizá un soldado negro de la base
de Torrejón?
¿QUIEN PUDO SER EL ASESINO?
Un conocido semanario, de aquella época,
que aún vive, “El Caso”, que hacía furor en aquel tiempo, presentó a Manuel Delgado Villegas, conocido como el “Arropiero”, como posible autor,
del famoso crimen de la tinaja.
Este maleante, que llegó a reconocer
ser el autor de veintidós homicidios, pudo haber el asesino de Nati, ya que, en
este caso, concurren numerosas peculiaridades , que le unen con los otros
asesinatos de Manuel Delgado, del que hablaremos en un próximo artículo.