Aviso antes de que nuestro personaje se
presente, y les cuente su vida y hazañas, que desconocía la existencia de tal celebridad,
por lo que pido perdón a Juan de Lepe.
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Quedáis
perdonada mi bella dama. No seréis la primera, ni la última, si bien espero que
una vez, se me conozca, no se me olvide y se hable de mi persona.
Siento
en lo más hondo de mi ser, que en la época en la que nací, no existiesen esos
artilugios llamados, grabadores de voz, por lo menos mi acento andaluz,
quedaría en un archivo de audio, y podría ser escuchado por tan insignes
caballeros y damas a los que contaré, todo lo que yo recuerde de mi vida.
Sé
que más de uno podría pensar, ¡uuuuy!, si este lleva muchos años viviendo lejos
de Andalucía, el acento del que tanto alardea, estará perdido. Siento
desilusionarles, nunca lo extravié, ni cuando… bueno prosigamos.
Nací
en el pueblo de Lepe, provincia de Huelva- Andalucía, el pueblo más bonito y
con más gracia, por lo menos para mí. Juan es mi nombre, y aunque mi santa
madre hizo todo lo posible para que saliese a mi padre, por lo menos en
estatura, no pudo ser posible, y bajito nací, “crecí” y fallecí.
La
mar siempre me ha gustado, así que me presente en un barco mercante con destino
al Nuevo Continente.
Por
un momento tuve miedo, de que mi corta estatura, fuese óbice, para ser
rechazado, pero nada de eso ocurrió, claro que, a tenor de ser, o parece ser
engreído, el capitán del navío, se fijó más en mi inteligencia, que en mi
estatura.
Aquel
don, me abrió más puertas, que las que me cerraron, y así, de aquí para allá,
visité casas sencillas, señoriales y algún que otro palacete, que su entrada,
no me negaron, y a nadie dejé mal sabor de boca. Posiblemente podrían creer que
yo era un pícaro, y a fe mía que lo intenté y conseguí, pues no tardando mucho,
comencé a trabajar para un señor inglés, de alta alcurnia, por lo menos parné
(dinero), sí que tenía, aprovechando todos los momentos, para sacar en limpio,
eso sí, lo que pudiese.
Aquel
noble caballero, acostumbraba a celebrar fiestas en su casa, a las que acudían
lo más selecto del país. Poco a poco, me fui haciendo hueco entre aquellos
ilustres asistentes acabando por hacerme famoso.
Una
tarde a la hora del té, me llamó mi señor- Pepe. Te han llamado de palacio.
Cuando entres pregunta por el chambelán, te dirás lo que tienes que hacer-.
-Entonces,
señor, hasta luego-.
- No Juan,
presiento que ya nunca estarás en esta casa. Ve y buena suerte-.
Aquellas
palabras me hicieron sentirme intranquilo. Así y todo, acudí a la llamada de
palacio. Sin que yo lo supiese, el destino me tenía preparada una gran sorpresa.
Abriendo
camino por aquellos pasillos, iba el chambelán. Cuando llegamos a una puerta se
color cereza, se volvió y me dijo. - Esperar a que se os llame -, y empujando
la puerta entré y me senté en aquel butacón, tal alto, que me colgaban los
pies.
Pasaron
los minutos y nadie salía a llamarme. Me puse nervioso, y cuando intenté
“bajar” de aquel butacón, caí de manera grotesca y así me pilló un lacayo.
-
Acompañazme,
su majestad, el rey Enrique VII, os espera-.
Un
nudo me apretaba la garganta, ¿qué querría su majestad de un pobre hombre?.
Mi
anterior dueño, tuvo razón, nunca regresé a su casa, ahora, “trabajaba” para su
majestad como bufón, aunque más que bufón, era su confidente.
Le
cambié los días de lluvia, que ya quisiera ser como la que el cielo dejaba caer
en Lepe, por sonrisas. Las mañanas, en las que, agobiado por los asuntos de
estado, se levantaba malhumorado, tornando en risas, mientras que yo hacía
chanza sobre ministros, embajadores, y sin meterme mucho en camisa de once
varas, de algún clérigo. Y piano, piano,
nuestra amistad fue haciéndose cada vez más estrecha.
Pasábamos
muchas tardes, apostando alguna, que otra moneda, mientras nos divertíamos con
los más diversos juegos, aquella actitud, por parte de su majestad… me
sorprendió
Para
sorpresa, lo que aconteció aquella tarde cuando el viento azotaba a los
indefensos árboles, en los que se guarecían pequeñas criaturas aladas.
-
He
pensado mi buen Juan, que es poco dinero, el que apostamos en nuestros juegos,
por lo que tendré que pensar que pongo encima de la mesa-.
Imaginé,
que con lo tacaño que era, como, máximo, dejará en vez de una moneda, dos, a lo
sumo tres.
-
Bien
ya lo tengo decidido, apostaré todas las rentas de Inglaterra, a una sola
jugada. Aunque te advierto, que, si pierdo, solo te durarán un día -.
Pensó
Enrique, y pensó mal, pues no creía que, yo, aceptaría la apuesta, y mudó el color
de su rostro cuando dije que sí.
Una
vez más, el destino se puso de mi parte, haciendo de menos a su majestad, y
gané la partida.
Al
día siguiente, me había convertido, por unas horas, en el rey de Inglaterra, o
como fue conocido ese día The Little King of England.
Me lo
pasé en grande, y me arrogué prebendas, grandes remuneraciones, aunque guardaba
un as en la manga, el permiso de su majestad para llevarme conmigo, lo
conseguido en mi corto reinado, a España.
En el
año 1509, Dios llamó a su siervo Enrique, rey para los humanos, a su lado, y yo
decidí poner pies en polvorosa antes de que el nuevo reinante, me lo impidiese.
Legué
a Lepe. El olor a mar, sus playas, sus gentes, ¡ya estaba en mi tierra!
Los
años que viví, fue a cuerpo de rey, pero no solo de pan vive el hombre, así que
decidí donar una buena cantidad de dinero, al convento franciscano de Nuestra
Señora de la Bella; aunque puse una condición, ser enterrado allí, y que sobre
mi lápida se grabara lo siguiente : "sepulcro con una lápida de cierto Juan de Lepe,
nacido de baja estirpe, del dicho pueblo de Lepe que, como fuese favorito de
Enrique VII, rey de Inglaterra, y con él comiese muchas veces y aún jugase,
sucedió que un día ganó al rey las rentas y la jurisdicción de todo el reino
por un día natural."
Debo
finalizar este relato con una pena muy grande, en la fecha que vuestras
señorías, estén leyendo, la vida de este lepero, mi lápida ya no exista, aunque
creo recordar, o más bien, en el lugar donde ahora me encuentro, me topé con el
padre Francisco de Gonzaga, que en 1583 tuvo que ver con este evento
Recaba
información en
http://historiasdelahistoria.com/
www.erroreshistoricos.com
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