ESTACIÓN DE TRENES EN COPIAPÓ – CHILE -APARICIONES




Desconozco el motivo, por el cual, los fantasmas, eligen lugares abandonados para vivir: parques de atracciones, lúgubres y húmedas mansiones, antiguos castillos, cementerios, caminos o carreteras donde fallecieron, hoteles, museos y ríos. En fin, que no se pueden quejar, pues lugares donde residir, o aparecerse, tienen para elegir.

El destino de este artículo nos llevará hasta la ciudad de Copiapó- Chile. A una estación de ferrocarriles construida en el siglo XIX (1854). Dos años antes, de su construcción, se inauguró, con la línea Copiapó – Puerto de Caldera

El estilo de esta estación, es una mezcla entre   el neoclasicismo arquitectónico y el estilo colonial americano. Fue edificada en la calle Juan Martínez, que corresponde en el sector noroeste de la ciudad.

Fue el año 1914, cuando, el servicio destinado a los viajeros, se hiciese diario, con origen desde la Red Norte de Ferrocarriles del estado.

A partir de ese año, la estación de Copiapó, se convertiría, en el lugar más significativo de la ciudad, manteniéndose, operativa ciento sesenta y un años (1975), aunque fuese, tres años más tarde, cuando recibiese por última vez (1978), un tren regular de pasajeros.
1981 Se la declara Monumento Nacional.
1982 Se le restaura para convertirla en un museo.
1983 Solo recibe transportes de carga, que son suministrados por la empresa Ferronor, por lo que está cerrada al público.

La etapa esplendorosa, de los ferrocarriles de Chile, no yace bajo un olvido. Lo hace a través de sus vías, de los vagones que en su día transportaron personas, o de sus trenes con sus líneas, y ahora sirviendo de transportes de mercancías.

Y como era de esperar, bueno puede ser que, ni algunos, ni se lo llegasen a imaginar, aunque no esté abandonada, que unos fantasmas lo hayan hecho su vivienda, y residan entre los convoyes y las dependencias del histórico recinto ferroviario

Testimonios, no faltan, sobre todo del, sufrido colectivo, dedicado la seguridad, de la estación <<Hace varios meses, cerca de las cuatro y media de la madrugada, yo me encontraba haciendo la ronda nocturna por la estación, provisto sólo de mi linterna. De pronto me di cuenta de la presencia de una figura alta, quizás demasiado alta, que se encontraba parada en medio de las vías, mirando con fijeza a una de las locomotoras. Tenía las manos en los bolsillos y usaba una especie de capuchón, como el que usan los frailes franciscanos. Se me pusieron instantáneamente todos los pelos de punta, pero igual me acerqué para ver si se trataba de un intruso que se había metido sin permiso a la estación. Lo increíble es que en el mismo momento en que lo apunté con el haz de luz de la linterna, la linterna se apagó sola. Ahí me dio un miedo feroz y retrocedí aterrado. Sólo me relajé cuando el otro vigilante llegó a relevarme de mi turno, como a las siete de la mañana”, Según palabras textuales, de don Patricio Pino, uno de los tres actuales vigilantes de la estación y que agrega que, << Estos incidentes no finalizaron. En otra oportunidad, en la tarde, me encontraba revisando uno de los vagones, completamente sólo, cuando alguien o algo pasó corriendo e hizo vibrar una gran plancha de acero que se encontraba en el suelo, a mis espaldas. Cuando me volví a mirar no había nadie. También en ese sector se suelen escuchar muchas psicofonías>>.

Parece ser, que, a Don Patricio, se le aparecen toda clase de fantasmas, incluida la de un niño, que deambula en la puerta principal, o por el andén, y así nos relata << La primera vez que lo vi pensé que era un niñito que se había perdido, pero cuando me acerqué a hablarle desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra. Después lo volví a ver varias veces más. Las primeras veces me aterraba mucho verlo, pero ya no me produce miedo, sólo un poco de escalofríos. Lo más llamativo de este niño es su vestimenta, porque usa ropas muy antiguas, como sacada de los años 20”. Siempre le digo a mis amigos que se parece bastante al niño que sale en la famosa película muda de Charles Chaplin. Es idéntico, salvo que el niño que pasea por la estación de Copiapó no es de carne y hueso, sino que es un verdadero fantasma>>.


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