LA ISLA DEL GATO – ISLA CAT


Esta isla se encuentra en las Bahamas, y es una de las islas centrales del archipiélago del mismo nombre.

Densos bosques, cuevas que fueron habitadas, en la etapa precolombina, por indios arahuacos, una altura muy poco común (60 metros y de precipicios), continúa siendo, uno de los fortines, de la zona oriental del archipiélago. También, aunque con 63 metros, está el monte Alvernia, por lo que este, es el punto más alto de la isla. Esta montaña, recibe su nombre, por el monseñor John Hawes, y por Fray Jerome, este último, construyó una ermita en el Alvernia.  

Se cree, por parte de los historiadores, que, incluso, Cristóbal Colón hubiese podido atracar, por primera vez, es esta isla, y por esta razón, su extremo sur, lleva el nombre de Columbus Point (Punta Colón).



En 1941, tras la declaración de guerra de los EEUU, contra Japón, el gobierno, del entonces presidente, Franklin D. Roosevelt, había decretado, el traslado y reclusión, de los japoneses, que residían en los Estados Unidos, que alcanzó, a la Nisei ( el vocablo Nisei  señala a japoneses nacidos en segunda generación en un país distinto del Japón) y la Sansei  ( el vocablo sansei señala a los japoneses nacidos en tercera generación , en un país distinto del Japón ) , respectivamente, en campos de aislamiento reasentamiento. ¿Motivo? La sospecha que se tenía, de ayuda a las fuerzas niponas (informaciones), colaborando en el ataque al Pearl Harbor. Y el miedo de que los ciudadanos, de origen japonés, fuesen un refuerzo, dentro del país, a favor de sus compatriotas. Esos dos motivos, dicen, que fueron suficiente para la creación de aquellos campos. Algo tenían in mente, cuando solo de los Nisei, se llevaron a 25 personas.

En 1942, la War Relocation Authority (Autoridad de reubicación de guerra) el organismo encargado de la detención y el traslado, se había ocupado de construir, 10 campos en siete estados, a los cuales había “llenado” con más de 100.000 almas, a lo que siguió, por parte del Departamento de Guerra, una orden para que todos los soldados con ascendencia japonesa, fuesen licenciados. Solo en Hawai, los ciudadanos de origen japonés, eran un tercio, de la población total de la isla, aunque en ella, no se llevase a cabo, con tanto rigor, la creación de campos de reclusión, como en el continente americano, puesto que algunos cientos, quedaron en la Guardia de Hawai, aunque, eso, sí, fuesen trasladados a un campamento, en suelo norteamericano, y vencer, todas las pruebas que se les pusiese, con el fin de demostrar su valor, aparte de jurar dar la vida por los EEUU.

DE VUELTA A LA ISLA


1942 Se instala en La isla del gato, un campo de entrenamiento, para perros, de los Corps K-9 (Cuerpos de perros de la Fuerzas Armadas estadounidenses), que, a diferencia, de otros campos, en los que se les adiestraba a los perros: para vigilancia, rastreos y mensajeros, en la isla eran entrenados, para el ataque contra los japoneses

¿MISIÓN IMPOSIBLE? ¿O LA IDEA DE UN LOCO?

Pocos conocían la existencia de un refugiado de origen suizo, llamado William A. Prestre, quien aseguraba, que él, solito, bueno con ayuda de los adiestradores, podría conseguir, que los perros ¡solo atacasen a los japoneses!, ya que estos, tenían, un “olor muy especial”, que los canes podían reconocer. Visto lo visto, a mí, me supone una pregunta, quizá sea la del millón, ¿quién fue el máximo responsable, militar o del senado, que creyó en esta patochada?

En cuanto a la elección de la isla, no fue pura casualidad, no, puesto que, en ella, se daban idénticas condiciones, tanto en lo climatológico como en la flora, de los cientos de islas, japonesas, del Pacífico.


Esta absurda empresa, sería empleada, como si se tratase del Desembarco de Normandía, versión, perruna, en la que los canes, serían la infantería, correspondiendo este honor, a los galgos, los primeros en llegar a la playa, que, con su rapidez, acabarían con los morteros, y con los nidos de las ametralladoras. Posteriormente, los perros de raza, pastor alemán, quienes hostigarían a las tropas niponas, para finalizar con perros más grandes, como son, el gran danés o el alano, quienes no dejarían títere con cabeza. Lo que da que pensar, que los marines, se darían un “paseíto por la playa”, para finalizar de diezmar a las tropas niponas…. Claro que, para esta descomunal batalla, Preste, iba a necesitar entre 30.000 y 40.000 perros, para llevar a cabo su proeza.


CALVARIO CANINO Y HUMANO



Cuando estuvo todo preparado, Preste recibió la primea remesa de perros. Con la ayuda de varios soldados, dio comienzo la primera etapa:  incrementar su agresividad.

Segunda etapa, y quizá el reto más difícil de conseguir: Distinguir a los japoneses y solo atacarles a ellos. Aquí es donde aparecen los 25 nisei, que fueron soldados voluntarios, amén de cobayas, que, a falta de prisioneros, japoneses, resultaban unos auténticos “regalos del cielo”, con el único fin, de sufrir el ataque de los cánidos, vestidos con ropas niponas.


Los nisei, tuvieron que sufrir, durante tres meses, los ataques de los perros, o esconderse y ser localizados por ellos, así como otras cosas que tuvieron que soportar << Aunque llevábamos, protecciones, muchas veces, los perros, nos mordían. Luego estaba el temor a ser descubiertos por ellos, en un macabro juego del escondite >>. Estas palabras corresponden a uno de esos 25 “voluntarios, Ray Nosaka.


Cuando el ejército, solicitó ver una demostración sobre los logros obtenidos, ni Preste, llegó a imaginar lo que iba a suceder, bueno ellos no, pero nosotros sí… la actuación de los perros resultó ser un desastre, no sabían distinguir a los soldados de origen japonés, de los otros. Y como el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, el ejército norteamericano, que no sé en que estaban pensando, las cabezas, pensantes, le da una segunda oportunidad… de hacer el más sonado ridículo, tras lo cual, dentro del corto mes de febrero de 1943, despiden al mentiroso “domador “de canes y la consiente cancelación del proyecto “La invasión de los perros”.

A los 400 perros, los sustituyeron las palomas mensajeras, ya que la 828 the Signal Pigeon Replacement Company, se trasladó a la isla.  Aquellos perros fueron reeducados para que sirvieran como portadores de arneses, en los que transportar a las palomas.


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