¡QUÉ HOMBRES! ¡SON ESCITAS!



Comenzaremos hablando de un hombre, llamado Darayavaush. Quizá dicho nombre no les suene, pero si les digo que se trataba de Darío I El Grande, rey de Persia, seguro que cambian de opinión. Este monarca, año y señor, de u n gran imperio, lo dividió en 20 provincias, a las que llamó satrapías, pues estaban regidas por los sátrapas, responsables de recaudar los impuestos y entregárselos a Darío.
Durante su reinado, el imperio persa alcanza a su máxima propagación, llegando a la India, conquistando la Tracia y Macedonia, así como a las regiones contiguas de Grecia. No obstante, es derrotado, en la Batalla de Maratón, en su intento, fallido, de atraer a los griegos.

No se conformó con ensanchar su imperio, también tuvo suficiente cabeza, como para construir carreteras, las cuales, estaban hechas para que conectasen con las secciones   administrativas en Susa, capital del reino, residencia oficial de Darío. Sin ir más lejos, la carretera, que llevaba de Sardis a Susa, tiene 2.500 km de largo. Además, restauró las fortificaciones de la ciudad, construir una sala de gran audiencia y un palacio donde vivir.
Pues este soberano, dueño de medio mundo, hacia poniente, los Balcanes, en Europa. Al sur Libia, Túnez y las consumidas soledades de Etiopía y Sudán. Y así Asia meridional hasta el Punjab, y el Valle del Indo, y únicamente limitaba con el océano Indico y el desierto arábigo. No es que queramos omitir el resto de los territorios que abarcó en el norte, pero eso sería cuestión si fuésemos a escribir su biografía, que no es el caso de este artículo; tenía un temible enemigo, que no le dejaba en paz, al norte de su país… los aterradores jinetes ashguzaï, o escitas.
Los escitas, un pueblo indómito, sembraron el terror y la muerte entre Asia y Europa. Bárbaros en sus conquistas, pero refinados en algunas de sus costumbres, que son paradojas de la vida.
Parecieron de la nada, tres o cuatro generaciones antes, montados sobre sus caballos, que, a galope, recorrían los desfiladeros del Cáucaso orienta. Exterminando, aniquilando, saqueando, y matando a todos los que se oponían a ellos. 
En un momento dado, y para explicar, los orígenes de ese pueblo, aparece la mitología, de la mano del historiador griego, Heródoto, así como, la mención, de las tres tradiciones locales, sobre el origen de este pueblo.
También indica que existen dos tipos de escitas: los agricultores, que moraban en la Ucrania occidental, cuyas cosechas eran tan buenas y abundantes, que les permitían comerciar con Europa. Y los escitas nómadas, a los que llamó, reales, ya que los agricultores, eran los súbditos de los segundos.  Los escitas nómadas, vivían en los carros que los transportaban para conducir sus rebaños, por las llanuras de los ríos, Don, Volga y el Ural, incluso más lejos, existiendo los de cuatro ruedas (el más pequeño y con una sola habitación), y los de seis ruedas, con tres habitaciones, todos forrados de fieltro, por donde la lluvia ni la nieve, pueden penetrar. Las mujeres van en los carros seguidas de los hombres a caballo.

SUS CONSTUMBRES BÁRBARAS


Entre los escritores griegos, particularmente, Heródoto, fue recopilando, información sobre la vida de estos hombres, de “ojos azules y cabello color del fuego “, cuya habilidad como jinetes era bien conocida, tanto como la del manejo del arco.
Eran terribles, las medidas a tomar, para evitar que cualquier, enemigo, prisionero, pudiese escapar… sacándole los ojos, aunque no quedaba solo en eso el final del detenido, pues era decapitado y desollado, sirviendo su piel para confeccionar, mantos, cojines y capas.
Pasemos a lo que les ocurría a los enemigos personales… los serraban el cráneo a la altura de las cejas, para posteriormente, limpiarlo, forrarlo de cuero de vaca, eso sí, sin curtir, para que sirviese de copa. Claro que, si se trataba de un escita pudiente, se doraba su interior con oro.
Sumamos y seguimos con más detalles. Existían escitas, que lo que los anteriores hicieron con sus enemigos, estos lo hicieron con un padre o con un hermano. La copa, conseguida, era entregada, para que bebiese en ella, cualquier huésped de la familia, al que se le explicaba, el pecado cometido, para justificar el crimen. Era obligatorio, beber la sangre del primer enemigo abatido.
Una vez al año, se celebraba una fiesta en la que se reunían, cada tribu. En ella, cada participante, bebía en la copa del compañero.
¡Ah! Si hubiese alguien, que después de la anterior fiesta, antes de celebrar la del año actual, no hubiese matado a nadie, era mirado con desconfianza, resultando ser, la diana de bromas y chanzas de mujeres y niños, lo que, a los aguerridos escitas, les producía bochorno.
Y vuelve a aparecer Darío en esta historia, quien probará, en sus propias huestes, las burlas de los escitas, quienes, durante meses, le hicieron correr, en todas las direcciones, intentando acabar con ellos, desde el Danubio al Volga, sin encontrar ni rastro de ni ellos, ni de sus rebaños.

¿EN QUÉ CREÍAN LOS ESCITAS?


 Los escitas ejercían la brujería y el chamanismo, adoraban al fuego y a una diosa madre, y también, en la división indoiraní, tradicional de la sociedad en tres clases: Para representar a los sacerdotes y al culto, se utilizaba una copa. En cuanto a los guerreros, sería un hacha quienes los designaba. Y por último el yugo, sería el representante del arado y de los trabajadores de la tierra.
Tenían chamanes, que aún siguen existiendo en la actualidad. Mitad sacerdotes, brujos, curanderos y adivinos, se rodeaban de grandiosidad cuando hacían sus prácticas, en todos los sentidos.

RITOS MORTUORIOS
 La creencia de los escitas, en que la tumba era la morada de los muertos, no podía contener solo y exclusivamente el cuerpo del difunto, por lo que se hacían una serie de rituales, para que fuese acompañado.
Heródoto nos relata cómo era ese ritual, sobre todo, el de los dirigentes:
<< En el espacio libre, de la cámara funeraria sepultaban, tras haberlos estrangulado, a una de las concubinas del rey, a su copero, a un cocinero, un palafreno, un mayordomo, un mensajero y caballos; una parte escogida de sus restantes bienes, copas de oro (…) Hecho esto, todos se dedicaban a elevar un gran túmulo (…) Al cabo de un año(…) tomaban entre las personas restantes de la casa del rey  las más aptas para servirle(…)estrangulaban a una cincuentena, así como a los cincuenta caballos más bellos. Les abrían en vientre, los limpiaban, los llenaban de paja y los volvían a coser. Valiéndose de estacas levantaban a continuación los caballos aparejados con riendas y frenos. Cada uno de los jóvenes estrangulados, era colocado sobre su caballo. Tras haber dispuesto tan macabros jinetes en torno a la tumba (el kurgane) los escitas se retiraban>>
DETALLE
En un sepulcro real, se encontraron, cinco criados colocados en posición horizontal, con los pies apuntado a su amo, prestos a levantarse para sumir sus obligaciones.     

AL FIN DEL MUNDO
Los escitas capaces de viajar, al fin del mundo, es un decir, con tal de conseguir riquezas e invadir territorios, saquearon Nínive, capital de Asiria. Posteriormente se aliaron con los ninivitas, con el propósito de derrotas a Babilonia, Media, y otras naciones, llegando en sus correrías, hasta el norte de Egipto.

     
LOS ORFEBRES

Los orfebres, han quedado como la prolongación de la vida de estos guerreros, nómadas, pastores y agricultores, a través de las joyas que realizaron. Para cual nos fijaremos en el famoso pectoral de Tolstaia Mogila, una fastuosa joya de unos 30 centímetros de diámetro, en la que se puede apreciar, a un pastor ordeñando una oveja, y a sus pies un jarro de barro. No lejos del joven pastor, dos hombres, de rodillas, trabajan la piel de un carnero. El de la derecha da la sensación que es el que cose, seguramente serán dos hombres libres, puesto que sus arcos y flechas, está al alcance de sus manos. Por su estructura corporal, se ven musculosos (los torsos están desnudos) y de tipo europeo. Por el estilo del pelo, rizado, puede pensarse que este pectoral fuese creado por un griego, nada más lejos de la realidad, fue realizado por un escita-helenizado o grecoescitas.        


DESAPARECIERON
Los celtas ocupan la región de los Balcanes.
Las huestes de los sármatas, una nación tan salvaje como los escitas, inclinados a la guerra y que se tatuaban el cuerpo, terribles en el campo de batalla, pero que al igual que los escitas, nómadas, que subsistían principalmente de su ganado, que provechaban sus pieles, leche y hueso, invariablemente con sus carros a cuesta, intentando localizar, en la estepa ucraniana, el mejor forraje para su ganado, lo que les hacía parecerse a otras tribus nómadas de la estepa. Comerciantes, sobretodo, con los griegos, cuyas colonias estaban ubicadas en el Mar Negro, que a pesar de reconocer que para ellos eran unos bárbaros, valoraban sus trabajos de metalurgia y orfebrería.
 A diferencia de los escitas, estas tribus nómadas, permitían a sus mujeres, acompañarles en la guerra y combatir codo con codo, pues era un requisito para poder perder la virginidad, matar a alguno de sus adversarios.  Eran verdaderas profesionales con el lazo, utilizándolo, para desmontar al enemigo, y dejarle indefenso. Esta “carrera”, la abandonarían para casarse y dedicarse a crear una prole de próximos guerreros sármatas. Es posible que, gracias a esta costumbre, se extienda una leyenda, en la que, el origen de estas tribus, exista, por la unión de un escita con una de las amazonas sármatas. Los sármatas, conquistan los territorios del sur de Rusia    

A pesar de los denodados esfuerzos, de dos reyes escitas, Esciluro y Palaco, por evitar perder el control de Crimea y diferentes zonas del Mar Negro, que el rey Mitrídates VI del Ponto, quiso arrebatarles en el siglo I a.C., las noticias sobre las incursiones de los escitas, se van perdiendo como envueltas en la niebla del olvido, hasta perderse con el fortalecimiento de las tropas galas y las incursiones de las sámaras    
    
A pesar de esa incógnita, los escitas no pasaron por este mundo sin dejar huella, de hecho, gracias a los túmulos funerarios o kurganes, que nos dejaron, podemos observar el estilo de vida que les acompañó.
Historias que se cuentan, relatan que el zar ruso Pedro el Grande, era un gran coleccionista de llamativas piezas, con seguridad, de los escitas, que en la actualidad se exhiben en museos ubicados en Rusia y Ucrania. No faltando imágenes de animales reales (caballos, gatos), como de animales mitológicos (aves con cuerpos de un animal y cabezas de otros) con apariencia de ave y león
LA FRASE que da título a este artículo, la pronunció Napoleón Bonaparte  
Recabada información en:
http://wol.jw.org/    Fuente original: Escuelapedia.com