CHARLES DICKENS- El escritor de las almas





Me encuentro ahora, recordando mi vida, y quiero plasmarla en esta cuartilla, a base de retazos, de recuerdos y vivencias.

Nací en Sineu -Portsmouth, Inglaterra, un frío día de febrero del año 1812, con el nombre de Charles John Huffam Dickens, el destino me tenía reservado, ser el padre de numerosas obras literarias, en la época victoriana, dando vida a personajes, unas veces con tristes vidas (Oliver Twist con el drama de los niños huérfanos, que se dedican a sobrevivir en los suburbios de Londres, robando, siendo explotados por el sinvergüenza de turno).


Irónicos y avaros (Cuento de Navidad con Scrooge y sus fantasmas). Personajes, que de la nada, consiguen ascender socialmente, para pagar por ello, enterrándoles, en sus vicios y errores (Grandes Esperanzas). O el señor Pickwick, cascarrabias, meticuloso, pero gran pensador, al que le da por crear un club, social, con unos socios, un tanto pintorescos: Tupman, que es lo que podríamos llamar un viejo verde, al que le gustan las damas.
Le sigue Snodgrass, poeta asustadizo y cobarde, y, para terminar, tenemos a Winkle, que aparte de ser un gran deportista, el pobre es gafe. Claro que no podemos olvidar al criado de Pickwick, el típico sirviente inglés, irónico y atrevido (Los papeles póstumos del Club Pickwick, donde se describe, a estos personajes en un viaje que emprenden por Inglaterra, en el que viven un sinnúmero de acontecimientos).

Mi padre John Dickens, trabaja como oficinista en la Pagaduría de la Armada, que tiene una oficina en el arsenal del puerto de Portsmouth. El nombre de mi madre es Elizabeth Barrow.

En 1814, nos trasladamos a Londres, para que mi padre trabajase en el número diez de Norfolk Street, en la Somerset House. Esta edificación fue construida por Sir William Chambers en el siglo XVIII, y constituye uno de los grandiosos edificios históricos de Gran Bretaña. Está ubicado en la orilla norte del río Támesis, quedando frente al National Theatre, originariamente, la Somerset House, estaba dedicado a oficinas gubernamentales, así como sociedades científicas y la Oficia Naval.

Apenas cumplido los cinco años nos mudamos a Chatham, un pueblo inglés situado en el condado de Kent.

Mi familia era todo los normal que pueda considerarse, una madre de clase media, y un padre que siempre tuvo deudas, debido a su manía de despilfarrar lo que ganaba.

Debido a no que no recibí, educación ninguna hasta los nueve años, he sido censurado, por mi formación, para algunos, demasiada autodidacta.

Acudo a la escuela en Rome Lane, estudio cultura en la escuela de William Gile, graduado por la universidad de Oxford   
Si alguien quería encontrarme en casa, no lo conseguiría, ya que yo me encontraba leyendo, bueno más que leyendo, devorando, sobre todo novelas picarescas, sin menospreciar, a otras de aventuras como Robinson Crusoe o Don Quijote de la Mancha.

1823 Vivíamos en el 16 de Bayham Street, de Camden Town, que entonces era uno de los suburbios más pobres de la ciudad.
Puede llegar a extrañar, que me consideré, un chico muy pequeño a la vez que no especialmente cuidado, con una magnífica memoria, fotográfica, tanto de acontecimientos como de personas, que me ayudó en mi trabajo.

Antes me he referido a mi padre como un auténtico manirroto, y a sus deudas, estas nos llevaron a la cárcel de deudores de Marshalsea, aunque no toda la familia estuvimos con él, solo parte de la misma, en aquellos entonces, era muy normal, y una posibilidad establecida por la ley, que el moroso compartiese calda con su familia. Yo estuve viviendo en Little College Street, regentada por la señora Roylance. Solo acudía, a visitar a mi padre, los domingos.
Cumplidos los 12 años, mis padres decidieron ponerme a trabajar, una cosa también muy habitual en aquella época.

Trabajaba en jornadas diarias de diez horas, en una fábrica de betún para calzado, que estaba cercana a la actual estación ferroviaria de Charing Cross de Londres, la Warren`s boot-blacking. Mi trabajo consistió en pegar etiquetas en los botes de betún, para calzado. 

¿Cuánto cobraba? Seis chelines semanales. Con esta cantidad tenía que pagar a mi casera y ayudar a mi familia, que aún vivían en la cárcel, aunque no tardaron mucho en salir, una buena noticia. No obstante, el problema monetario continúo hasta que mi abuela materna falleció, dejando a mi madre una herencia de 450 libras. Me entristecí por la muerte de mi abuela, y me alegré pues pensé que dejaría de trabajar en aquel sórdido lugar, me equivoque, y allí me quedé tiempo. Quizá fuese porque la fábrica era propiedad de unos parientes de mi madre, y no quería quedar mal con ellos.
Aquel trabajo me marcó, me hizo ver las grandes diferencias entre ricos y pobres, entre dueños y trabajadores, entre explotadores y oprimidos, y así lo plasmé en una de mis obras, David Copperfield: 

«Yo no recibía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estímulo, ningún consuelo, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar. ¡Cuánto deseaba ir al cielo!».
1827 Con 15 años comencé a trabajar como asistente en el bufete de los procuradores Ellis & Blackmore, posteriormente como taquígrafo judicial.

1828 colaboro como reportero en el comenzó a colaborar como reportero en el Doctor's Commons (un cuerpo docente autónomo de los profesionales de la canónico y derecho civil. Situado en Londres, que era similar a los colegios de abogados, donde el inglés ley común, en lugar de la ley civil, se enseñaba. Los miembros de los médicos Commons eran los que tenían grados ya sea de doctor en derecho civil en Oxford o doctor en derecho en Cambridge y que posteriormente había sido admitido como defensores (similar a la admisión a la barra de abogados comunes) por el decano de los arcos, el presidente del Tribunal de Apelación bajo la autoridad del arzobispo de Canterbury).

A continuación, en calidad de cronista parlamentario ingreso en el True Sun. No sé qué pasó, pero durante esta etapa, me atrae el teatro, y decido tomar clases de interpretación, aunque el destino, se metió por medio, y el día de la prueba estaba acostado en la cama aquejado de una fuerte gripe, y así finalizaron mis sueños de ser actor teatral.   

1834 Mi siguiente trabajo, fue como periodista político, viajando a través del país, cubriendo las campañas electorales, o informando sobre los debates parlamentarios, para el Morning Chronicle.  

1836 Mis primeros escritos, los plasmé con forma de esbozos literarios, que conseguí editar en distintas publicaciones, tres años antes, lo que formaron el primer volumen de Sketches by Boz (seudónimo con el que firmaría varias de mis obras). En ese mismo año, y por entrega, aparecen “Los papeles póstumos del club Pickwick”, un formato que anteriormente a mí, otros, escritores, como es el caso de Cervantes, ya utilizaron, en mi caso fue por una sencilla razón… la imposibilidad, de que todo el mundo pudiese comprarse libros, y así, proseguí editando varios diarios, durante gran parte de mi vida.   

1836 me caso con Catherine Thompson Hogarth, hija del director del Morning Chronicle, el mismo que publicó, entre los años 1836 y 1837, el folleto de Los papeles póstumos del Club Pickwick, entre otros.
Nuestro hogar se llenó con diez hijos, siete chicos (Charles, Walter, Francis, Alfred, Sydney, Henry y Edward) y tres hijas (Mary, Kate, y Dora), por aquel entonces vivíamos en Bloomsbury, un barrio en el municipio londinense de Camden, en el centro de Londres.

Ese mismo año trabajo de editor de Bentley`s Micellany, durante tres años, hasta que discuto con el director, y me despide.

Mis “hijos” literarios, me llevan a que, en el año 1841, la ciudad de Edimburgo me nombrase hijo adoptivo.

1842 Mi esposa y yo, nos embarcamos en el RMS Britannia, quien nos llevaría hasta los Estados Unidos. Tengo que indicar, que, en algunos ambientes, no fui precisamente bien acogido, por las conferencias que impartí, y a una de mis novelas “Notas de América” en las que hablaba en contra de la esclavitud”. Con “Canción de Navidad” firmé la paz con el público norteamericano, un año después.

Tengo la oportunidad de fundar el semanario Household Words, en 1849, donde hago publicar, escritos de otros autores poco conocidos, por el gran público.  

1856 Consigo comprar una casa, que cuando era un crío, viví en ella, teniendo el secreto deseo, de que fuese mía, Gad's Hill Place  
Lo que nunca pensé que me podría ocurrir, llega y de una manera extrema, una crisis debida a la gran demanda, por parte de mis lectores, de nuevas obras. Eso y la ruptura con mis editores a los que exijo, un aumento de dinero, petición que me es denegada.

Me impuse un reto, viajar, viajar, conocer otras gentes, otros países, y así llegué a Italia, Suiza y Francia, donde tuve la oportunidad de contactar con Alejandro Dumas, padre, y con Julio Verne.

Mis recientes necesidades económicas, me llevan a extender, mi campo de acción: fundar el Daily News, dar conferencias, organizar y actuar e representaciones teatrales, y condenar la pena de muerte, muy popular en Londres, como pasatiempo para las masas.

A todas mis obras, amo, aunque es a un muchacho inglés, que narra su vida, desde su niñez, cuando observa que su venida al mundo es rechazada por su tía, Betsey Trotwood, que esperaba la llegada de una niña, y no de un niño, por parte de su sobrina. Y que concluye cuando este niño, ya convertido en un hombre, descubre que Micawber ( un  personaje basado en las vicisitudes de su padre, encarcelado, como él, por deudas)  ha engañado a Traddles (un pequeño burgués tímido y bienintencionado, víctima colegial que seca sus penas dibujando esqueletos, que asimismo, terminará triunfando como abogado, aunque mucho más tarde que él y de una manera más discreta haciéndole firmar unos papeles que le comprometen a pagar las deudas de Micawber. Este es mi David Copperfield, del que llego a vender hasta 100 000 ejemplares.

1850 Como a todo el mundo, seas rico, o seas pobre, tu salud te va minando, y más en mi caso cuando ves, que, en poco tiempo, pierdes a tu padre, a una hija, y a una hermana llamada Fanny.

1858 Mi separación de Catherine, se hace realidad, sobre todo, después del episodio de mí reencuentro, tres años antes, con la que fuese…mi primer amor, María Beadnell, quien, en aquel momento, estaba casada. No obstante, el cambio que encontré, en aquella que fue mi amor platónico, hace que la imagen romántica, que tenía de María, se desmorone como un castillo de arena, por lo que regreso junto a mí esposa. También ayudaron a esta disolución los rumores que circulaban, de una posible relación con mi cuñada Georgia, que estaba con nosotros para ayudar a su hermana con los niños, y otra relación, esta vez, con la actriz Ellen Ternan.   

A pesar de la ruptura, mantengo con ella una buena relación, pasándola una pensión, a la vez que abono el importe que le cobran por la casa, en la que, residió, hasta el día de su fallecimiento, 20 años después.

Todo lo ocurrido, me hace ser otro hombre. Es tan drástico este cambio, que mis amigos, llegan a comentar, que apenas reconocen, en mí, al amigo de siempre.

Por mi parte, no dejo de dar conferencias y seguir trayendo al mundo, nuevos “hijos” literarios. Para alejarme más de todo lo que me recuerda, mi hogar, busco refugio en casa de mi amigo Wilkie Collins, con el que, comparto ideas, y llegó a escribir, a medias, unos relatos.

En 1863 fundo el The Arts Club.

Dos años después, 1865, cuando regresaba de pasar unos días en Francia, ya en tierras inglesas, el tren, en el que viajo, sufre un terrible accidente en Staplehurst; los siete primeros vagones del convoy, caen desde un puente, en reparación. El único vagón, de primera clase, que no se precipita al vacío, es en el que yo viajo. 

La causa fue la falta de señalización, que impidió al maquinista, conocer las obras de reparación, que se llevaban a cabo en aquel tramo, por lo que no pudo detenerse a tiempo de evitar la tragedia, la muerte de 10 personas y 40 heridos. Hice lo que pude, y como se podía, atendiendo, a los heridos, y se cuenta que antes de abandonar el lugar del siniestro, regreso al vagón, a recoger el manuscrito de una novela que aún, no había terminado de escribirse.     

Esta tragedia la utilizo para crear, una pequeña historia de fantasmas, en la que el protagonista, un guardavías, tiene una premonición…un choque ferroviario.

Cuentan que, para evitar un escándalo, trato de no ser llamado a declarar sobre el accidente de Staplehurst, puesto que la noticia de que no viajaba solo, ya que me acompañaban Ellen Ternan, que es mi compañera, desde el divorcio de mi esposa, y su madre, correría como la pólvora, en una época tan estricta, en lo tocante a la moralidad, como fue a victoriana. Ellen Ternan seguiría siendo la mujer que me acompañaría hasta el final de mis días. Fue mi hija Kate, quien a través de un libro que escribió en comandilla con Gladys Storey, cuya publicación vio la luz, diez años después de su muerte, quien, con lujo de detalles, habló de mi relación con la actriz, afirmando que ambos, habíamos sido padres de un niño, que falleció a muy temprana edad. Lo siento por ella, pero no existe prueba alguna, que de por verdadera dicha afirmación.

Me ofrecieron presidir el Birmingham and Midland Institute, fundado en 1779, y que se encontraba dentro de una casa, en la de John Lee, que fue fabricante de botones. El Birmingham Institute, como se le conoció en sus orígenes era una biblioteca de préstamos privados, que posteriormente fue a parar a manos en 1781, de Joseph Priestley, destacado científico, clérigo disidente, teólogo, educador, filósofo y teórico político del siglo XVIII. Aunque está considerado el descubridor del oxígeno, a él se le debe el ser uno de los primeros, en aislarlo de forma gaseosa, y el primero en reconocer su papel fundamental para los organismos vivos. En tres ocasiones, el Birmingham Institute, cambió de ubicación. En 1965, se une al Midland y quedan ubicados en Margaret Street. Uno y otro habían tenido que abandonar: Victoria en la calle Paradise, donde se iba a construir, la carretera de circunvalación.

Fui recibido por la Reina Victoria, quien leía de Dickens, casi todo lo publicado. 

Y reanudé sus escritos a en el Old Year Magazine hasta su muerte.
Aunque resultase ileso, nunca llegué a recuperarme de aquel trágico accidente de Staplehurst, falleciendo de una apoplejía, cinco años después de dicho suceso.

Siempre expresé el deseo de ser enterrado en la Catedral de Rochester, la más próxima a mi domicilio «de forma barata, sin ostentaciones y estrictamente privada».

No obstante, mis restos mortales están en la llamada «Esquina de los Poetas» de la Abadía de Westminster. Por lo menos respetaron mi deseo de privacidad, o por lo menos lo intentaron. También pedí que no se erigiese ninguna escultura en mi honor, sin embargo, en Filadelfia- Estados Unidos, en el Clark Park, de la ciudad, el escultor Francis Edwin Elwewll, creó en 1981 una estatua a tamaño natural de mi persona.      
«fue simpatizante del pobre, del miserable, y del oprimido; y con su muerte, el mundo ha perdido a uno de los más grandes escritores ingleses». Ese fue un epitafio impreso que circuló tras mi fallecimiento. Yo lo único que hice, fue a través de mis escritos, plasmar el alma humana, con la explotación y represión de los pobres. El alma de quienes lo consentían y permitían. El alma de los empresarios que llegaron a llamar “manos” a sus operarios. Y así efectivamente eran, no personas… máquinas.

Recogida información en:    
http://cdnb.20m.es/trasdos/files/2012/02/ellen.jpg