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Atrás de los depósitos, de escoria, en los cerros de la Nopalera,
estaba ubicada la mina Miramar.
En esa mina trabajaban muchos hombres de todas las edades, que venían
de diferentes lugares a ganarse la vida en ella
Alejandro, por ejemplo, vivía en una ranchería. Estaba casado y tenía
una hija de 7 años, María Fernanda, el ojo derecho de su padre, la consentida,
su tesoro más preciado.
La pequeña cada día, lloraba al ver como su papá se marchaba al
trabajo, esperando la hora de su vuelta, asomada a la ventana esperando divisar
su figura, por entre los cerros.
La esposa del minero, aquel día no pudo levantarse para prepararle el
“ Lonche”, pues enfermó, y Alejandro tuvo que marcharse al trabajo , con un
poco de café en la barriga.
María Fernanda, se quedó preocupada
- ¿Cómo lo pasará? No Tiene para comer, el trabajo en la mina es muy
duro, y el calor de agosto, es terrible-. Y se quedó muy preocupada
María Fernanda decidió que su papá, aquel día, no se quedaría sin
tomar algo que le hiciese más llevadero el trabajo. Calentó unas tortitas,
preparó unos burritos de frijol, y consiguió llenar de café negro, un frasco
que e Tomando una iniciativa atrevida y sin que nadie se diera cuenta, a medio
día se dispuso a calentar unas tortillas y preparar unos burritos de frijol,
además de verter café negro, sin derramar una sola gota, en un frasco que
encontró por la alacena.
Sin despedirse de su mamá, salió de la casa, animosa, para cruzar,
todos los cerros, hasta llegar a la mina, al otro lado de la Nopaleda.
Cuando más calentaba el sol, a eso de la 2 pm, la pequeña llegó a la
mina Miramar, mostrando claros síntomas de agotamiento, y acalorada, debido a
las altas temperaturas.
Los mineros, que, asombrados, divisaron la frágil figura de una
pequeña se dijeron ¡Qué hace una en la mina!
Alejandro levantó la vista. La pequeña a la aludían sus compañeros,
era su hija.
Rápidamente se acercó a ella, la levantó en brazos, tapándola para
que el sol, no la hiciese más daño, la abrazo y la besó, mientras la preguntaba - ¿Pero ¿qué haces aquí? ¿Quién te trajo? –
La pequeña le contestó
-
M - Me sentía
preocupada, pues te habías marchado sin el lonche-. Para Alejandro, aquellos fueron los mejores
burritos de frijol que había probado.
-
Ese día, el minero cuando regresó a casa, no lo hizo solo, sobre sus
hombros, llevaba a María Fernanda, el tesoro más preciado, las más consentida,
su hija.
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