Tiempo de cuplé, recorrerá la vida y
las obras de aquellas mujeres que, embutidas, no en trajes convencionales, más
bien en la fantasía y la extravagancia, pisaban los escenarios, de media
Europa; es decir la diferencia entre lo cotidiano y el género menor, como así
se definía al cuplé, un género casi o parcialmente olvidado.
La Fornarina
Nace en Madrid en 1885. Su nombre es el
de Consuelo Vello Cano
Viene al mundo en una familia con los
mismos recursos económicos, que tenían, otras tantas familias madrileñas de la época,
si vivían en la entonces conocida como la Cuesta de areneros, hoy Marqués de
Urquijo Su padre Laureano Vello Álvarez es guardia civil, y su madre Benita
Cano Rodríguez, trabajaba como lavandera. Y lavandera sería Consuelo ganado a
penas dos pesetas, bajando a lavar al Manzanares, desde la mañana, hasta noche,
y en invierno, como otras tantas compañeras de profesión, rompiendo el hielo
que cubría el susodicho río.
Posteriormente, decide dejar el jabón el
agua del río Manzanares, y las madrileñas mañanas gélidas, por las agujas y los
hilos, lo que nos indica que se hace costurera, primero en casas particulares y
luego en un comercio.
A últimos de 1900, entra a trabajar en
el Teatro de la Zarzuela de Madrid, como corista.
En el Madrid de los Austrias, aparece el
couplet en francés, cuplé en castellano, que arrasa entre la gente del pueblo.
Y entonces se crean unos pequeños lugares musicales llamados “salones”, que
ofrecían al público, canciones subidas de tono, interpretadas, por diferentes
artistas.
Y la vida de Consuelo da un giro de 180
grados, de ser, primeramente, lavandera, después costurera, a aparecer en ese
listado de señoritas artistas, que actúan en los salones, por más señas en el
salón japonés, ubicado en la calle Cal Calá, como llaman los chulos y las
manolas, a la calle Alcalá.
De 2 pesetas al día, de madrugada hasta
el anochecer, y desconozco lo que cobraba como costurera, no creo muchos más, a
pasar a percibir 5 pesetas diarias, por un pequeño papel, en el que no decía
frase alguna, en una pieza musical, sentada en una enorme bandeja imitación a
plata, llevada a hombros por dos hombres -armarios, mal pintados de negro,
liviana de ropa, o sin ella. Aquella pieza musical era el pretexto para la
aparición de bellas muchachas.
El numerito en sí, no era mucho, y la
carrera de Consuelo en los “salones”, podría tener las horas, los días las
semanas o meses, contada. Sin embargo, en manos de un periodista del rotativo
“La Época”, que como curiosidad contaremos que no salía en los kioscos, y se
vendía por suscripción, llamado Javier Betegón, dejó el destino, el nombre
artístico que había elegido Consuelo, “Flor de té”, por lo que, una vez hubo
finalizado el espectáculo, se dirigió a la joven con estos términos.
-
Señorita, con el nombre artístico que ha
escogido, se hace un flaco favor, pues cursilería le sobra por todas las partes
se ha puesto, y no veo que le pueda servir para triunfar, mejor se lo cambia
por otro que tenga más empuje. Veamos, ¿qué le parece La Fornarina?
Posiblemente el señor Betegón, podría
haberse basado en un cuadro del pintor renacentista, Rafael(Sanzio), que lleva
el título de “Margherita Luti, La Fornarina. Quizá también fuese que la bella
muchacha del cuadro le recordase a Consuelo.
Se dice, se comenta, se escribe, que la
palabra fornarina, le vendría del vocablo italiano, con el que se designa a la
harina, ya que nuestra enigmática joven, era hija de un panadero (fornaio), que
hizo que Rafael, la recordarse y la amase, hasta el fin de su vida
El siguiente paso, fue actuar, cantando, en el salón
Actualidades, entonces cobraba ya ¡15 pesetas!, todo un sueldazo. Más tarde
vendría el Teatro Romea en Madrid, donde apareció en la obra musical “No te
fíes de los turcos” El director y músico de dicho teatro Jesús Aroca, fue su segundo Pigmalión, enseñando a Consuelo a
sacar partido de su voz, que aunque no era una gran voz , sabía afinar a la
perfección , y tenía otro don, no cantar con voz estridente, como lo hacían el resto
de sus compañeras de profesión , cupletistas del momento, algunas de ellas con
voz aflautada En aquellos días, en los
que las 15 pesetas, le debían de llegar para pagar el alojamiento, comer y
abonar los trajes que alquilaba, pasaron a aparecer en escena, con un matón de Manila por el que había pagado ¡4000 duros!
Los hombres siempre rodearon más a la Fornarina, que,
a la mujer que se escondía tras el nombre de Consuelo, por eso cuando conoció
al letrista, periodista, poeta y escritor, Jose Juan Cadenas, su segundo
Pigmalión, supo que sería su hombre. Él fue quien terminó de pulirla.
105 Pisa por vez primera escenarios extranjeros. El
destino sería el Coliseo dos Recreios de Lisboa
1907 Se presenta ante el público parisino del Apollo
Théatre, con un clamoroso éxito Es allí donde conoce al compositor Quinito
Valverde. Es en 1909 cuando estrena la canción "Clavelitos" de dicho
autor
En ese mismo año, otros escenarios europeos verán a la
Fornarina en estado puro: Montecarlo, Londres, Viena, Berlín y San Petersburgo
Tras su triunfante regreso a Madrid, durante una de
sus actuaciones en el Teatro de la Comedia, contará con un espectador muy
especial, el Rey Alfonso XIII.
En 1914 Madrid fue el escenario donde interpretó, por
primera vez El último cuplé
1915 Consuelo Vello Cano, La Fornarina, tiene
problemas de salud, que le llevan a la muerte.
Su fama se debió, entre otras cosas, a esa gracia que
le era innata, a su sensual forma de moverse, a ser ingenua, pero algo picante.
CURIOSIDAD
En el libro cuyo título es: Casas desaparecidas.
Misterios, amores e intrigas del autor Jose del Corral, se habla de que, en la
tumba de la Fornarina, no faltaba nunca, un ramo de claveles, que el actor
español Jesús Tordesillas, interprete de películas como: “El clavo” 1944.
“Locura de amor”.1948 y “¿Dónde vas Alfonso XII? 1959, entre otras, más
conocido por los mayores que los jóvenes, dejaba ese homenaje, a un viejo amor,
que solo faltó, cuando este actor, falleció.
Recabada información en:
http// micasaesmimundo.blogspot.com.es/
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