TURCO EL PERRO HÉROE





De él podemos decir, que es andaluz, por más señas, de Tarifa, de raza labrador, y abandonado. Tenía una gran herida, ocasionada, de cuando le quitaron el microchip con una navaja, una costumbre, por desgracia muy frecuente entre los dueños de los 150.000 perros que se abandonan en España cada año. Sin chip, no hay denuncia.

Flaco hasta la saciedad, lleno de toda clase de parásitos, le habían golpeado, con una piedra en el hocico, que todavía le supuraba. Le había tratado tan mal, que se había olvidado como ladrar

Cierto día, en el 2008, tuvo la suerte de acabar, en un campo de maniobras, donde fue encontrado por un grupo de militares que estaban realizando ejercicios de tiro. quienes lo acogieron y se lo llevaron con ellos, al cuartel.

Turco desconocía, que una persona, muy especial se cruzaría en su camino. Se trataba de Cristina Plaza, soldado profesional de 22 años, nacida en Valladolid y destinada en Ceuta. “Me llamaron los compañeros que lo habían rescatado. Sabían que me estaba costando adaptarme, que me sentía sola y le había dicho a todo el mundo que quería un perro. Me mandaron una foto por el móvil. Parecía pequeñito, aunque resultó ser un grandullón. Y estaba flaquísimo. Me enamoré. Crucé el Estrecho en el ferry, me fui a ver al veterinario de Algeciras donde lo habían dejado y me lo llevé a casa”.

Cristina llenó de cariño al perro, tratándolo con paciencia y demostrándole, que no le iba ni a pegar ni a volver a abandonarle, y turco poco a poco, se curó y recuperó la alegría, dando muestras de su nobleza, que nunca olvidó. “Es el perro más juguetón del mundo. Incansable. Lo que más le gusta es correr por la playa. Le puedes tirar un palito cien veces, que cien veces irá a por él y te lo traerá”.

Ya llevaban, Cristina y turco, ocho meses juntos, pero el perro seguía sin ladrar. Cierta mañana, y después de una fuerte tromba de agua, la casa que Cristina tenía alquilada, se inundó” Rezumaba tanta humedad que tuve que volver al cuartel. Como allí no podía tenerlo, lo llevé a casa de mi madre en Castronuevo de Esgueva, un pueblo de Valladolid”.

Eugenio, sobrino de un vecino, era bombero del grupo de especialistas en rescates de la Junta de Castilla y León.  Cuando Eugenio, observó cómo Turco, correteaba olfateando todo, y sin despistarse jamás, se dijo – Este perro sería de ayuda en caso de derrumbes, para el rescate de víctimas-

Así que solicitó el permiso de Cristina para hacerle una prueba “Ya tenían a Dopy, un Golden Retriever, pero siempre están buscando nuevos perros. No es nada fácil encontrar candidatos que superen las pruebas. Yo les dije que de acuerdo. Me costó lo mío, porque lo quiero muchísimo, pero me convenció mi madre”. Su argumento era incontestable y resultaría profético: “Imagínate, Cristina, que algún día Turco salva una vida”.

Ni que decir tiene, que a Cristina le costó tomar aquella decisión, por lo cual puso tres condiciones: Si Turco no superaba las pruebas, lo devolviesen a sus padres, que no le diesen otro nombre, y que cada vez que ella, fuese a Valladolid, pudiese visitarle.
A la joven le parecía imposible, que su perro superase aquellas pruebas, y máxime con un problema añadido, no ladrar. ¿Cómo se las arreglaría Turco, en caso de localizar a alguna persona y avisar a los bomberos?

La respuesta vino 15 días después “Tu perro ya ladra y está hecho una máquina. Cuando salimos a correr, se viene con nosotros. Y luego se va a correr con el siguiente turno. Nunca tiene bastante”.  Entonces. Ahora para Turco, comenzó, el duro entrenamiento, que tiene que tener un perro rescatador, en estructuras y en edificios bloqueados por derrumbes, y a distinguir los diferentes olores que le indicarían, si la víctima, estaba muerta o viva, y como llegar hasta ella. Una gran responsabilidad, ya que una vez que los perros, terminan su trabajo, y se declara limpia aquella zona, las máquinas dan comienzo al desescombro.

Turco tuvo que compenetrarse, perfectamente, con su compañero, hasta formar un solo ser eficaz. Su premio: una caricia, una golosina, un palito que mordisquear.
Pronto Turco tuvo que demostrar su valía, puesto que tuvo, con Dopy, viajar hasta Ahití, acompañando al equipo de siete miembros de los parques de Valladolid, Tordesillas y Palencia.

Allí, durante 16 horas diarias, nueve días de trabajo, en unas condiciones, que nunca se pueden imaginar (réplicas de terremotos, actos de pillaje o la mera supervivencia) Turco participó en 18 rescates.

Para todos los que colaboran en estos rescates, cada vida es importante, es una lucha contra la muerte, por ello lo vivido por Francisco Rivas (Jefe de la expedición de los bomberos) jamás se le olvidará… tener que dejar, en un edificio derruido, apenas media hora para poder sacar de los escombros a una adolescente, los escoltas de la ONU, por temor a verse envueltos en un tiroteo cercano, les ordenaron abandonar el salvamento y salir de allí a toda prisa.  

No obstante, la muerte da paso a la vida. Redjeson Hausteen Claude, de dos años, que estaba entre los escombros de la vivienda familiar, abrazado a su abuelo muerto, fue detectado por Turco, y el bombero Óscar Vega lo sacó en brazos. La familia, del pequeño lo rodeó y empezó a bailar alrededor, entre gritos de alegría.
-      Cuando lo vi por televisión, me puse a llorar y no podía parar. ¡Ése es mi Turco! Es lo más grande que me ha pasado en la vida”, recuerda Cristina.


Turco regresó a España, y prosigue con su vida, jugando con su compañero de fatigas, Dopy, mordisqueando palitos y entrenándose, por si llega el caso, para salvar otras vidas, como aquellas 18 que salvó en Ahití 



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