Nos tenemos
que remontar a la antigua Mesopotamia, cuando los pueblos de este país, estaban inmersos en un universo lleno de diablos que no dejaban en paz, a sus
habitantes
Estos
eran conscientes de la fragilidad de sus condiciones humanas, cuya vida, no
llegaba a superar los 30 años.
Lo que
no podían controlar: catástrofes y sequías, entre otras tantas dificultades,
les hacían echarle la culpa de su desgracia a los espíritus malignos, que eran
incontables, a la vez invisibles.
Estaba
una bruja horrenda que tenía la cabeza de un león, llamada Lamastu, responsable
de los abortos, los mortinatos (cuando un feto que se esperaba que sobreviviera
muere durante el nacimiento o durante la segunda mitad del embarazo) y las
muertes súbitas de los bebés.
Luego
está” el que acecha”, que es lo que significa el nombre de Rabisu, que es
especialista en atacar por sorpresa a las personas que transitan por oscuros
callejones.
Les
sigue el espíritu que seduce a los hombres mientras duermen, Lilitu, que era el
origen de la Lilith hebrea.
Existen
los que siendo anónimos, asimismo son terribles , como es el caso de la reina
del inframundo, cuya misión es la de arrastrar a los pecadores hacía los más
oscuros y recónditos de sus dominios.
Los más
“bondadosos”, eran los espíritus domésticos, igualmente anónimos, los que se
dedicaban a propagar la enfermedad y la discordia, dentro de los hogares de las
gentes.
Así que
no es de extrañar, que las personas buscasen alguien o algo que les protegieran contra el ministerio de los espíritus del mal.
Pero.
¿Quiénes eran los Sedu y los Lamassu, cuyas esfinges hacían guardia fuera de
los palacios y templos?
De
momento eran buenos, y su aspecto es una combinación de una cabeza humana con
el cuerpo de un animal, que simbolizaba el poder: en el caso del Sedu el toro y
el león en el de Lamassu.
Mucho
han dado que hablar estos dos espíritus, hasta que los investigadores del tema
creen haber dado con el dilema.
Los Sedu,
en realidad podrían haber sido bisontes, extinguidos en el comienzo de la
Historia, en la zona de Mesopotamia, aunque su recuerdo se mantiene aún fresco
a través de las leyendas heroicas.
Un
espeso pelaje tallado en las estatuas cubre el pecho, el cuello y los costados
de las criaturas, que nos indican la procedencia de las mismas
En
cuanto a los leones, tal y como puede observarse en los célebres relieves de la
cacería de leones, que conmemoran las hazañas de Asurbanipal, rey asirio, que
en la actualidad se encuentran en el Museo Británico y que eran muy comunes en
Mesopotamia.
Existen
en los leones y en los toros, una vinculación con poderosas deidades, por lo
que su poder protector había aumentado, ya que los toros eran un emblema del
dios de las tormentas Iskur o Adad, mientras que los leones pertenecían al dios
del sol Shamash y a la diosa de la guerra Istar.
Tal y
como se sugiere en un relieve del palacio de Jorsabad, en el que se muestra a
una expedición que trae un tesoro con ellos…la preciada madera de cedro del
Líbano, el Sedu viaja con ellos bajo la forma de un ángel de la guarda.
Quien consiguiera apoderarse de un Sedu, era toda una
conquista, prueba de ello es lo que hizo Asurbanipal (Rey de Asiria, llamado Sardanápalo
por los griegos. Hijo menor del rey Asarhadón, de quien heredó el Trono en el
668 a. C., manteniendo una rivalidad con su hermano mayor, Samashsumukin, rey
de Babilonia y, por lo tanto, vasallo) que registró el traslado de los que
custodiaban el templo de Elam, en las inscripciones de victoria que celebraban
su captura de la ciudad en el 640 a.C.
En una
escala más modesta, pues se trata de los cabezas de familia corrientes, estos
trataban de beneficiarse de la influencia que estas bestias les daban.
Era más
que una práctica común, la de enterrar unas tablillas de barro con sus
imágenes, bajo las puertas de los hogares de las gentes, donde hacían de
infatigables perros guardianes continuamente al acecho de unos intrusos
espirituales
Fuentes:
El bestiario fantástico de Tony Allan