Aquellas
personas que nunca se han quedado a solas con la mar, cuando está en calma, y
más solas aun cuando se han dedicado a la pesca y su barco y ha sufrido el
embate de las olas rugiendo como una bestia mientras se encomiendan a sus dos
madres, a la terrenal y a la del cielo.
Aquellas
que no han visto el fuego fatuo en las puntas de los mástiles ardiendo sin
consumirse, ni la sombra de algún velero fantasma.
Aquellas
que el tórrido sol dejó huella en sus pieles, los aparejos callos en sus manos y
la desesperación en las redes sin pescado.
Aquellas
que hablan de mar sin quererla sin aceptarla. Aquellas…aquellas que ni aman a
la mar ni son marinos siquiera.
Animales
marinos poblando los océanos, algunos casi o totalmente desconocidos, así que
cuando nos topamos con alguno de estos seres, la noticia salta a todos los
medios de comunicación y máxime si se trata de calamares gigantes.
Si
buscamos los orígenes de estos monstruosos seres, tendríamos que bucear en los
inicios del ser humano, cuando se decidió a surcar el proceloso mar por primera
vez.
A esto
habría que agregar el miedo ante la oscuridad de los mares y la creencia de que
la tierra era plana y al final, se encontrarían con un inmenso abismo del que
nunca regresarían.
Una vez
en tierra al calor del fuego, contarían fabulosas leyendas sobre aquellos seres
de varios brazos que abrazaban barcos, hundiéndolos con ellos para que
durmiesen en la profundidad de las aguas, por lo que fueron unos pocos quienes
oralmente, fueron transmitiendo esas vivencias. Y que traspasaron montañas y
valles para llegar hasta tierra adentro.
En el
libro “Hacia lo desconocido” de Selecciones del Reader´s Digest (página 96). Se
habla del naturalista francés Denis de Ontfort y su Histoire naturelle générale
et particulière des mollusques (Historia natural general y particular de los
moluscos). Publicada en el siglo XIX.
La
historia de un calamar gigante relatada por unos marineros, ejerció tanta
fascinación en Denis, que pidió permiso para embarcar en un ballenero americano
por ver si podía localizarlo.
En el
norte de Europa se hablaba de una bestia terrible que con grandes tentáculos
arrastraba a los navíos y sus tripulantes al fondo marino. Se trataba del
Kraken, un animal que se creía fruto de la asombrosa imaginación de los
marineros, aunque se ha demostrado, que era real, desde que comenzaron a
localizarse cuerpos varados de calamares .
2003
encuentran un calamar de 15 metros de largo en la costa de Canadá.
El
animal es llevado a un centro de investigación, donde los científicos miden sus
tentáculos, llegando a la conclusión de que se trataba de una especie nueva .
Aunque el calamar gigante tiene 8 brazos, son los 2
tentáculos más largos los que capturar las presas, pudiendo llegar a 12 m. de
largo. Cada tentáculo está equipado con ventosas, las cuales presentan una
especie de anillo con dientes.
Mientras que estos hacen succión, los dientes se
clavan en la piel de la víctima, proporcionando así una mayor seguridad a la
hora de acechar a sus presas. La boca de los calamares se parece bastante al
pico de un loro. La lengua está equipada con un órgano llamado rádula,
encargado de saborear la presa antes de que pase al esófago para que pueda ser
digerida.
En los estudios realizados de alimentación, en sus
estómagos se han encontrado un alta porcentaje de bacaladilla y otros peces,
así como pequeños crustáceos.
Viven en aguas del mar Cantábrico, las Azores, Nueva Zelanda y
Canadá.
Puede alcanzar los 20 metros
de longitud y los 1.000 kilogramos de peso.
Habita en las profundidades
marinas, entre los 400 y los 1.500 metros, donde la presión es elevadísima y no
llega la luz del sol.
Son solitarios, se alimentan
de peces, cefalópodos y crustáceos y sus únicos predadores son el cachalote y
sus congéneres.
Puede luchar con un
cachalote de 20 metros.
Sus tentáculos pueden llegar
hasta los 16 metros de longitud