“Mi cráneo tiene una circunferencia de 91,44
cm, con una gran protuberancia carnosa, en la parte posterior, del tamaño de
una taza de desayuno. La otra parte es, por describirla, de alguna manera, una
colección de colinas y valles, como si la hubiesen amasado.
Así era como
se sentía Joseph Merrick, que pasaría por este valle de lágrimas, con el nombre
del hombre elefante
Nacía el 5
de agosto del año 1860 en Lee Street, Leicester y se llamaba Joseph Cerey Merrick.
Afectado del
Síndrome de Proteus, Joseph personifica, aún en la actualidad, el modelo más
claro de deformidad humana, con un cuerpo atrozmente tumorado.
La gente que
le observaba morbosamente desconocía que, tras aquel aspecto grotesco, latía un
alma y una mente privilegiada: “No soy un monstruo.” Dijo.
Hasta los
dos años, su infancia trascurrió con normalidad hasta que le detectaron el
Síndrome de Proteus (enfermedad congénita que causa un crecimiento excesivo de
la piel y un desarrollo anormal de los huesos, normalmente acompañados de
tumores en la mitad superior del cuerpo. El nombre de la afección hace alusión
al dios griego Proteo que podía cambiar de forma).
Su madre le protegía,
todo lo podía para evitar que las burlas sobre su persona le afectasen, y así
llegó hasta los 12 años.
Cuando su madre
falleció su padre volvió a casarse. Aquella mujer en nada se parecía a su madre
y Joseph tuvo que buscarse la vida a pesar de su aspecto, ejerciendo diversos
oficios hasta que su deformidad se lo permitió, esta iba cada vez a más.
Pudo trabajar,
durante un tiempo en una fábrica de tabaco, más tarde como vendedor ambulante,
y la enfermedad crecía y crecía, hasta tal punto que las protuberancias de su
boca le dificultaban el habla
En cuanto al
tamaño de su cabeza era tal colosal que pasar desapercibido era más que un
milagro, era imposible
Abandonó su
casa con 15 años, se cubrió la cabeza con una especie de saco, y empezó a
trabajar en lo único que le fue posible: El Circo.
Lo que en un
principio pareció una buena idea, se transformó en insultos y silbidos, por
parte del público que acudía al circo.
Entre el
público que llenaba el circo, se encontraba el doctor Treves, quien le hizo
algunas pruebas, pero todo se quedó en eso
Aunque no
queda ahí la cosa, ya que a los pocos días de iniciar los espectáculos se les
clausuraba de inmediato la función por “indecencia”.
Las
autoridades británicas no estaban de acuerdo con que semejante ser se exhibirse
en público. En vista de que todo eran dificultades, el circo decide viajar a
Francia.
Habían
pasado ya dos años y Joseph no fue feliz ni un solo momento, viviendo una vida errante.
Lo peor
estaba por llegar. Sucedió que un día, el director del circo le abandonó, pero
no se contentó con dejarle solo en un país extranjero, también le robó todo su
dinero ahorrado. Perdido, asediado y observado por miles de ojos, creyó
volverse loco.
¿Cómo consiguió
regresar a Londres? Existen dos versiones: Abandonado a su suerte, cubierto con
una gran capa y una capucha, consiguió regresar a Londres, solo, sin familia,
profesión, en un estado cercano a la locura.
Y la segunda,
que las autoridades británicas le ayudaron económicamente.
Cuando todo
parecía que daría con sus huesos en un psiquiátrico, pero Joseph se acordó de
Treves y fue a verle al London Hospital donde Frederick trabajaba
Frederick
Treves y su equipo lo examinó, llegando a la conclusión de que Joseph, además
de padecer la terrible enfermedad de filariasis o síndrome de Proteus, tenía un
retraso mental.
Nada más
lejos de la realidad, era la timidez y la dificultad que tenía Joseph para
comunicarse con el resto de los humanos.
Joseph dejó
ver a Treves como era su alma que para sorpresa de todos era de una gran
cultura, educación y su sensibilidad.
“No soy un
monstruo”, dijo, y les habló de arte y poesía, les habló de Jane Austin, su
escritora favorita, y de todos los lugares que soñaba con ver alguna vez.
Joseph Merrick tenía una inteligencia superior a la media.
A partir de
entonces Treves trató a Merrick, no como un paciente más, era un amigo que
necesitaba su ayuda.
Le operó y
le acogió en el propio hospital, sin embargo, la dirección del centro no tenía
medios para hacerse cargo de un enfermo crónico de por vida.
Así que
Treves tomó una decisión…publicar un anuncio para poder encontrar financiación.
De inmediato
el pueblo británico se involucró en el problema de Merrick y los donativos
comenzaron a llegar para que este, tuviese calidad de vida y un hogar.
Durante
años, Merrick tuvo relación por carta, durante muchos años con una actriz, la
señora Kendall, que siempre donó altas cantidades de dinero al hospital para su
atención.
Y así fue como
John Merrick pasó allí la época más feliz de su existencia.
El 11 de
abril de 1890, falleció una mañana mientras dormía
El
London Hospital conserva aún su esqueleto, pero no se exhibe. De su legado
queda a la vista del público su sofá con ruedas, sus cartas, el gorro con el
que se cubrió el rostro en sus primeros años, los vaciados de yeso de su cuerpo
y unas maquetas de cartón que solía construir a pesar de las limitaciones de
sus manos.
Recabada
información en:
historiaybiografias.com
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