Aunque nacido en Torrejón de Velasco, un pueblo de la
comunidad de Madrid, sus magistrales golpes los daba en la sierra de Guadarrama
Su apodo era realmente innovador “Chorra al-Aire”, que bien
le podía venir, por ser fornido o por vaya usted a saber. El caso es que
Antonio Sánchez había servido como soldado, en una de las muchas partidas que
se organizaron en la guerra contra los franceses.
Se especializó en el manejo de las armas y al final la
contienda, como otros tantos, se tuvo que buscar la vida y como otros tantos
más se dedicó a un arte “el robo” en la carretera de Madrid a Burgos, aunque lo
hiciese más regularmente entre Alcobendas y Buitrago.
Quedaron para la memoria sus memorables hechos en las fondas
de esta calzada, siendo archiconocido en las de San Agustín de Guadalix,
Pedrezuela, El Molar y Torrelaguna, entre otras.
Era de lo más normal llegarse hasta El Escorial, eso sí, si
sentía presionado por las fuerzas del orden, no dudaba ni un instante, acabar
en el lado segoviano de la sierra
Desde 1815 la carretera de Burgos estuvo invadida por las
hordas de los bandoleros, poniendo en un membrete a las instituciones de los
pueblos que estuviesen a 60 kilómetros de Madrid, a inspeccionar: camino,
mesones, ventorrillos y otros parajes.
Un año después, 1816, la preocupación iba en aumento puesto
que la orden dada por la Sala parecía haber caído en saco roto, ya que los
pueblos afectados, no demostraban mucho ahínco en reprimir aquellos actos de bandolerismo.
Pues estaban seguros de que, Antonio Sánchez Torrejón andaba
como Pedro por su casa. Ante tal pasotismo o incapacidad de las justicias locales,
se autorizó al ejército para que acabase con él.
Pero Antonio no se chupaba el dedo, y lo decimos porque a
pesar de haber reforzado los destacamentos de Alcobendas y La Cabrera, el
susodicho bandido, se las pintaba él solo, para burlarles.
1816 un 30 de mayo robó en la ermita de Santa maría en
Pedrezuela y aunque le esperaban 30 personas armadas hasta los dientes, supo
darles esquinazo y al poco ya andaba por Cabanillas de la Sierra.
Rápido como un rayo, consiguió burlar a los soldados que
venía a atraparle El 30 de mayo de 1816 robó en la ermita de santa Ana, en
Pedrezuela. Le salieron al paso 30 personas armadas, pero Chorra-al-Aire se
zafó del acoso y a el Molar, era comienzo del mes de junio.
Una nueva fuga y burla en Alcobendas. Sin embargo, el día 2
de julio de ese mismo año, en Quijorna, tras dar un golpe en El Escorial,
consiguieron atraparle.
Se desconoce su fin, pero seguramente habrá dado con sus
huesos en el cadalso.
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