La mayoría de la gente, cree que conocen bien su
país, así que cuando tienes vacaciones, o algún puente,” emigran” a otros
lares, para tratar de vivir en un corto espacio de tiempo la cultura del país
que visitan, y eso es imposible tiempo información de la gente,
que viven en ellos .
Estamos de acuerdo que es bueno correr mundo, e ir a
otros rincones con diferentes culturas, pero una vez que sepamos nuestras
raíces saben que a nuestra Palencia en la época romana se le llamaba Pallantia.
Y que la primera Universidad de España, estuvo ubicada en nuestra capital
auspiciada por el rey de Castilla Alfonso VIII allá en el año de gracia de
1208.
Si nos damos un paseo, nada mejor que subir hasta el
cerro del Otero y contemplar desde arriba, una bella vista de nuestro paisaje y
de parte de Palencia. Descansar al lado del Santo Cristo, y en silencio recibir
su bendición. El santo Cristo, obra colosal de un insigne palentino, el
escultor Victorio Macho.
Y hablando del Cristo, me viene a la memoria, ¿la
leyenda que nos habla de otro Corazón de Jesús con muchas y grandes diferencias
entre la primera y la segunda estatua?: la primera 20 metros y de granito y en el
cerro del Otero. En otro cerro muy cercano a la capital la primera de 30 metros
y de oro macizo.
1180 viene al mundo Doña Berenguela, que más tarde
se convertiría en Reina de Castilla. Era hija del rey castellano Alfonso VIII.
Enamorado de la cultura, hizo que esta fuese amada, y como bien hemos comentado
al principio, haciéndolo a través de la universidad de Palencia.
Mucho quisieron ambos monarcas a Pallantia, pues estuvieron
varias veces de visita en ella, más veces Doña Berenguela, a lo largo de los 66
años, que esta reina vivió y que su salud se lo permitió, puesto que falleció
en el año 1246.
Seguramente, que en alguna de aquellas visitas y
admirando el paisaje pudo fijarse en un cerro, y al punto en su imaginación y
en su corazón, algo le dijo que debía erigir una grandiosa estatua en honor del
Corazón de Jesús. Nada de extrañar, ya que Doña Berenguela, apodada la
Prudente, era una gran cristiana con una increíble fe, que inculcó a su hijo
Fernando III, quien llegó a ser Santo.
De regreso a la corte, informó a su familia su
deseo, para posteriormente ponerlo en conocimiento de los consejeros y
ministros del reino de Castilla. - Quiero que sea de oro-
-¡Imposible! ¡No existe suficiente oro en el mundo
para construir una estatua de tales dimensiones! ¡Y de oro macizo! – quien así
se explicaba, era el Condestable de Castilla, jefe supremo del Ejercito y gran
conocedor en matemáticas y aritmética que desde el principio se negó a tal
tamaño desatino
Pero Doña Berenguela le contestó -Es muy posible
que no exista suficiente oro en el mundo, pero sí en el reino de Castilla, ¡mi
Castilla! - argumentó con fuerza la reina sin dejarse achicar por la oposición
del General
A pesar de su oposición, en un papiro comenzó a
realizar diferentes ecuaciones mientras les explicaba, en una jerga que fuese
entendida por todos los presentes. No pudo por menos que dejar absortos y mudos
de asombro a los allí reunidos, menos a Doña Berenguela, quien seguía con la
mayor atención los cálculos del Condestable castellano.
-Serán necesarios 588"9 metros cúbicos de oro;
¡nada más y nada menos!, exclamó el Condestable, deteniendo su mirada en cada
uno de los presentes, y especialmente en la Reina.
-Pero es que, Majestad, pasemos a considerar otro
factor importantísimo y decisivo, como es el peso específico del oro: 19 kilos
por decímetro cúbico, ¡casi nada! Es preciso que todos ustedes comprendan este
dato - declaró el Condestable con el rostro muy serio.
La cantidad final después de diversos cálculos fue
de 588. 900 centímetros cúbicos
-Vean ustedes. Toda esta elevadísima cantidad de
decímetros cúbicos resulta indispensable para llegar a conocer el peso exacto
del monumento en oro macizo, teniendo en cuenta los 19 kilos que pesa un sólo
decímetro cúbico, -tal como acabo de manifestar hace un momento.
Más que nacido para ser Condestable de Castilla, pudo
nacer para matemático, pero aquel don, lo llevaba junto al otro. -La estatua
del Cristo sobre el cerro pesará once mil ciento ochenta y nueve toneladas, y
todo ello en oro macizo. Ahora bien: ¿De dónde sacaremos tantísimo oro?... -el
general para finalizar había dejado en el aire una pregunta.
Este último dato, ofrecido sobre el proyecto de la
reina, pareció dejar a todos sin capacidad de respuesta, a todos menos a Doña
Berenguela, quien, imperturbable respondió: -Vuelvo a repetir que en el reino
de Castilla existe oro suficiente para acometer esta magna obra, y con mayor
motivo si es en Pallantia.
Los palentinos recibieron con gozo y agradecimiento
la gran noticia- Van a levantar una estatua de oro macizo del Sagrado corazón
de Jesús, en nuestra capital. - Durante dos años, Pallantia se vivió sumergida
en una febril actividad, pues en ella se dieron cita desde modelistas, batihojas
(especialistas en trabajar y batir el oro y la plata) y encofradores, que
llevaron a buen puerto el encargo de la reina.
Las 11.189 toneladas que pesaba la áurea escultura
no debían extrañar a nadie, si se
tiene en cuenta el peso específico del oro, refulgiendo
como una ascua, pudiéndose divisar desde los cuatro puntos cardinales, gracias
a la luz que recibía del astro-rey, y desde el naciente al ocaso, así como los 30
metros de altura de la imagen, y todo ello sobre una base circular de 19,63
metros cuadrados.
Pallantia se convirtió en lugar de obligado
peregrinaje y jubileo para poder contemplar la monumental imagen en la cima del
otero reflejando, a raudales, la luz del día sobre la llanura castellana.
Venían desde
todos los lugares del reino castellano
Es cierto que mucho dinero invirtió Doña Berenguela,
pero aquel esfuerzo tenía su recompensa, pues durante un siglo, aquel
monumento, erigido en Pallantia, trajo beneficios y prestigio, por parte de los
que la visitaban, al mismo tiempo que podían la calidad degustar su pan y su
buen vino.
Y sucedió que, lo mismo en las tertulias, así como
en las concurridas calles, pasó a ser normal, el cambio en aquel dicho tan
popular: «¡Ojo al Cristo, que es de plata!», que se convertiría en «¡Ojo al
Cristo, que es de oro!», todo un claro exponente del humor de los entonces
pobladores de Pallantia.
Inclusive no tardó mucho tiempo en crearse un
nutrido cuerpo de guardia, cuentan que parecido al de la guardia pretoriana,
quienes darían la vida por aquel monumento. Para lo cual, en las inmediaciones,
levantaron sus tiendas de campaña.
Era la primera noticia que se tenía de esta Unidad
de Vigilancia Intensiva, compuesta por 30 hercúleos y nobles pallantinos,
repartidos, uno por cada metro de la escultura, que conocían la sagrada
responsabilidad, que habían contraído con la Corona de Castilla
Así como dejarse matar si alguien se atreviese a
tocar con sus manos las 11.189 toneladas de oro macizo confiadas a su custodia.
Pero aquellos fieles defensores, tenían la sospecha de no poder impedir la
envidia de sus conciudadanos, puesto que ellos cobraban doble remuneración por
su servicio; primero el concedido por la Reina castellana, y, al mismo tiempo
el estipulado por el Cabildo municipal de Pallantia.
No obstante, ¿cuál fue el detonante o las causas, de
que aquella bella estatua, no llegase a nuestros días?
De hecho se han barajado muchas hipótesis, entre
ellas el robo con nocturnidad alevosía y premeditación, claro que si tenemos en
cuenta el peso y la altura, solo, en la actualidad el helicóptero Mil Mi-26, conocido
popularmente como Halo, utilizado tanto para misiones militares como civiles a
través de sus 13 variantes con capacidad para elevar hasta 56.000 kg, sería
capaz de hacerlo, pero ese medio de transporte no existía en aquella época “
Elemental mi querido Watson” .
Nos encontramos en el frío mes de diciembre, del año
1344, en una tarde en la que el cielo amenazaba con dejar caer una terrible
tormenta, que al final…llegó, llenando toda Pallantia con sus espantosos rayos
y sus ensordecedores truenos, acompañados por un terrible diluvio, que
amenazaba con adueñarse de la ciudad.
La tarde pasó y llegó la noche, y todo seguía igual,
los relámpagos los truenos la lluvia que parecía una cascada. Lo habitantes de
la ciudad, rezaban lo que les habían enseñado o conocían a la luz de las velas
de sebo quienes también, parecían temblar.
Apenas pudieron dormitar a ratos, pues el temor de
que alguno de aquellos rayos que rasgaban el cielo, podría caer sobre sus
enclenques tejados no se lo permitían. La luz de un perezoso amanecer les trajo
la paz que la tarde con su noche les habían negado.
Lo peor estaba por llegar, fue semejante a un viento
huracanado - ¡Nos han robado el Cristo-!!
Aquel grito lleno de desesperación no se quedó en la
ciudad, fue traspasando aldeas, pequeños pueblos, creando en sus habitantes,
una sensación de inmenso vacío.
Parte escuchaba lo que decía el otro. Y el otro
protestaba sino era la versión que él había contado.
¡Y qué decir de los sacamuelas que vociferaban
intentado arrimar la sardina a su ascua y sacar buenos dividendos!
En otras partes de la ciudad se producían altercados
y riñas. Nadie estaba de acuerdo con lo que aquel, este, o el de más allá
contaba, mientras que gorros, horquillas y demás salían disparadas para caer en
la tierra ocasionando algún chichón que otro
-
- ¡Pero nos hemos quedado sin el Cristo de
oro que nos donó nuestra reina, Doña Berenguela -increpaba el irritado público
a los improvisados oradores callejeros! -
Muchos eran los pros y los contras, pero para eso
estaban las Coplas del ciego -interpretadas por ellos mismos, y que encontraron
eco en aquella misteriosa desaparición, ayudado con un puntero, cansada la
mano, incluso torpe debido a su ceguera, no dejó frase sin coma y punto y
aparte, sin olvidarse de la susodicha tormenta de la noche anterior y del robo
de un valor incalculable, para los presuntos ladrones.
Como siempre pasa, aunque no tuviese nada que ver
con el “rincón” como así denominan los ingleses al lugar donde cada quien y
cada uno, en el Hyde Park londinense, subido sobre una caja de madera expone lo
que al orador le parece oportuno, existen personas que escuchan o bien con
agrado, con sorpresa o con cara de pocos amigos la disertación.
Y eso fue lo que le sucedió al invidente de turno,
sobre todo cuando tocó el tema desde el lado de la hechicería … brujas
sobrevolando por encima del cerro, pues debían acudir a una reunión, no
tuvieron otra cosa que hacer desaparecer el enorme Cristo.
Unas preguntas quedaban en el aire, y aunque alguien
se encargarse de contestarlas, no fuesen del agrado del respetable, ¿dónde
estaban los 30 guardianes encargados de su custodia? ¿Fueron ellos los
responsables de su desaparición??
Si quedaba descartada la teoría del robo o de un más
que laborioso posible traslado ¿qué les quedaba? imaginación, muy imaginativa ella,
les llevó a pensar en una posible fundición de las 11.189 toneladas de oro,
todo, y escuchen, originadas por la increíble cantidad de rayos que llegaron a
impactar sobre ella, sola arriba del cerro.
La próxima escena que veremos, será a cientos de vecinos
de la ciudad, equipados con picos y palas, y los consabidos recipientes, para
guardar el oro derretido ahora ya frío.
Desde luego cuando allí llegaron, comprobaron para
su desesperación que el otero presentaba el mismo terreno que la noche
anterior, aunque eso sí, muy mojado debido a la lluvia caída. Claro que no se
quedaron en la base, todos hacía la cumbre, por si algo podía haberse quedado
allá arriba.
Todo fue inútil, así que, de modo y manera, el cerro
y la ciudad, si comerlo ni beberlo, se quedó sin su Cristo y Doña Berenguela apenada
ante tal suceso
Frases como estas estaban en la boca de todos: -Esto
tenía que suceder un día u otro. ¡Pero a quién se le ocurre dejar a la
intemperie tantísimo oro en este lugar, aunque haya estado vigilado, día y
noche, por un numeroso cuerpo de guardia!... ¡Vamos, hombre! –
A pesar de los esfuerzos por llegar a encontrar
solución al enigma, y los siglos, que transcurridos nos llevan al mismo
principio, como si fuese la pescadilla que se muerde la cola. ¿Qué ocurrió en realidad?
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