EN BUSCA DE LA TUMBA DE DON RODRIGO



Los orígenes del último rey visigodo en España Rodorico o Don Rodrigo duque de la Bética, lo que es en la actualidad Andalucía, beben de alguna leyenda o escondidos en ella. Lo que si sabe con seguridad en donde falleció


En principio Rodrigo era, por aquel entonces gobernador (dux) de la provincia Bética del reino visigodo. A la muerte del penúltimo rey godo, de nombre Witiza, los nobles visigodos acordaron reanudar.  la costumbre germánica de la monarquía electiva, en vez de lo que se estaba haciendo hasta entonces, el modelo hereditario que poco a poco se había impuesto en la sucesión de los reyes.

El hecho es que en el sínodo de Toledo de 710 los nobles, allí reunidos en cónclave, le nombran rey en contra del Agila II, hijo de Witiza.

Este suceso será el motivo, por el cual se producirá una guerra civil entre los partidarios de Witiza y de Rodrigo, quien controlará las provincias meridionales, mientras que Witiza, dominará en las más septentrionales.

Parece ser, que existen relatos que hablan del tema de dicho enfrentamiento, entre las dos familias, y que viene de lejos: Witiza encarceló y arrancó a Teodofredo, padre de Rodrigo e hijo del rey godo Rescenvinto.

710 así que Rodrigo, en venganza, se rebela contra el rey y le vence en batalla, para posteriormente enviarle preso, también sin ojos, a la ciudad de Córdoba donde fallecerá y donde Rodrigo será proclamado rey.

Ahora Rodrigo, el nuevo rey, en su palacio de Toledo, recibirá a los miembros de la nobleza, que intenta arrimar la ascua a su sardina, aunque será una dama, la causante de su infortunio.

Existe una leyenda en la que se relata de la existencia de una torre en Toledo. En ella dicen, se encuentra el futuro de la monarquía. Todos los anteriores reyes godos, habían sido fieles y no habían osado a entrar en la torre, pues se decía, que al hacerlo traería su destrucción del reino.

Aunque popularmente, entre la gente, se comentaba que estaba llena de un fabuloso tesoro, nunca visto por ojos humanos.
Y más que en la maldición, Don Rodrigo, pensó y nada bien, en la posibilidad de que fuese verdad el tesoro del que se hablaba.

No sirvieron de nada ni consejos y advertencias de los sabios y ancianos consejeros, el rey estaba dispuesto a entrar y ni las maldiciones de duendes y fantasmas le pararían.
Llegados a la torre, los guardias y soldados, estaban indecisos en romper la reja de hierro, así que Rodrigo golpeó con fuerza la reja y esta cayó.

Tratando de no pensar en nada más que en el tesoro que le aguardaba, llegó hasta el lugar donde encima de una hermosa mesa de alabastro, descansaba un cofrecillo.

Temblándole las manos, lo abrió sin saber que era lo que en él se guardaba. Pero ¡no! joyas no había, solo un lienzo con figuras de terribles jinetes provistos de sables y lanzas, tocados de turbantes y un lema: Rey necio: mira los hombres que te arrojarán del trono y subyugarán tu reino

De pronto las figuras comenzaron a tomar vida girando incesantemente por la sala mientras que los caballos relinchaban y hacían golpear sus patas contra el suelo. Detrás de ellos, arqueros disparaban sus flechas y la sangre corría a raudales.

Rodrigo aterrado salió fuera de la torre mandando a sus hombres poner las cancelas y sellar la torre, pero el mal ya estaba hecho.

Sea como sea, el caso es que el nuevo rey asentado en al palacio real de Toledo y allí comienzan a acudir los miembros de las familias de la nobleza que acuden como moscas golosas a la miel; una de dama será su perdición.

Sin embargo, el deterioro del reino visigodo estaba muy avanzado. Aparte de las tensiones internas entre facciones rivales (pues los hijos de Witiza siguieron teniendo partidarios), Rodrigo tuvo que pelear contra la insubordinación de los vascones que vivían al norte de la Península.

Dicen de forma alegórica, que cuando una puerta o una ventana se abre, cualquier cosa, menos viento, entra Y lo que le entró al rey no fue una suave brisa, fue…la sarna.

Una hermosa doncella, Florinda se llamaba y como La Cava, se la conoce, e hija del hijo del conde Julián, señor de Algeciras y noble de intachable conducta, era la responsable de limpiarle las costras y los picores

Aquella joven obnubiló los sentidos del monarca hasta tal punto que no se sabe muy bien lo que el rey prometiese(casamiento) a la dama, o si fuese a la fuerza, que consiguió yacer con ella.

La noticia de tal afrenta, hasta entonces desconocida por Don Julián, le llega de una manera un tanto estrambótica: un huevo podrido que le mandara su hija.
Prudente hasta la médula, el ofendido padre, actuó con cautela, sacó de la corte a su hija con las más variadas excusas, para retirarse, llevándose todos sus bienes, a la plaza de Ceuta, donde elaboró su desquite

Mientras los árabes del norte de África, encabezados por Musa ibn Nusair, van a aprovecharse de las divisiones internas de los godos para entrar en Hispania, ayudados por Don Julián
710 las fuerzas de Rodrigo rechazaron una pequeña incursión árabe que atravesó el estrecho de Gibraltar, al mando de Tarif. Aunque por desgracia no será lo mismo un año después,711, cuando Tariq ben Ziyad si lo consigue en la batalla de Guadalete.

Don Rodrigo muere luchando en la citada batalla (o Wadi Lakka, nombre árabe del Guadalete), en su enfrentamiento con las tropas de Tariq.
Esa derrota abre las puertas a la conquista musulmana de la península Ibérica, pues en el año 716, Ágila II, apenas puede ofrecer resistencia.

Como sucede con otros personajes de la Historia: Cleopatra, Alejandro el Magno y Atila, entre otros, jamás se encontró el cadáver de Don Rodrigo. No sucedió lo mismo con sus ropas, la corona de oro que ceñía, incluso su caballo que si fueron localizados

No obstante, unos siglos más tarde, tras la reconquista de la ciudad portuguesa de Viseu, se descubre una lápida en una iglesia en ruinas, en la cual se indicaba que bajo ella se había enterrado el cuerpo de ese monarca (“Hic requiescit Rudericus ultimus Rex gothorum”, “Aquí yace Roderico, rey de los godos”).

Inclusive, más adelante, se creó una leyenda en la que se decía que el monarca había huido hacia Mérida. Allí conoció a un monje que le exhortó a que tomara el camino hacia Viseu, donde vivió como un ermitaño hasta su muerte.
Recabada información en:
© Francisco Arroyo Martín. 2010

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