Es imposible que exista la Revolución Francesa, sin la
guillotina, por muy tétrico que suene, para que fuese clonada o existiesen
artefactos similares, que ya se usaban en Europa, en épocas tempranas. A
principios del siglo XIII, existen referencias en Italia y Alemania de
artefactos bastantes parecidos
Sin duda alguna, el primer artefacto similar a la guillotina,
que aparece y del que se tiene constancia, por cierto, bien documentada, es un
artilugio al que se le dio el nombre de la horca de Halifax.
Comenzaremos por decir que Halifax, era una pequeña
población (hoy en día cuenta con más de 82.000 habitantes) de West Yorkshire,
en el norte de Inglaterra. Todos los años se organizaba una feria de bastante importancia,
en dicha zona, relacionada con el comercio de lana y el comercio textil, que
terminó convirtiéndose en el motor económico de la localidad.
Y ya se sabe que “a río revuelto, ganancia de pescadores”,
vamos que los amigos de lo ajeno campeaban por sus anchas. Así que se decide
elaborar una legislación muy estricta con la gente que se dedica a los pequeños
hurtos durante los días de mercado.
Además, se corría un peligro, pues al no existir juicio alguno,
no se podía demostrar si, uno, era inocente o culpable, lo único que se miraba
era el valor del objeto que se suponía había sido robado y que pasaba de los
trece peniques y medio. La ejecución, pública y notoria, había de realizarse
también en día de mercado por medio de la horca de Halifax.
No crean ustedes que dicho artefacto era de diseño de nuevo
cuño, ¡no que va!, ya que era bastante parecido a una guillotina arcaica. ¿La
diferencia? que la horca de Halifax era algo más baja y la hoja en vez de tener
ese elegante corte triangular que caracteriza la guillotina, tiene forma de
hoja de hacha primitiva. Así que por lo que se puede ver en los registros, los
cortes originados por este aparato no eran tan limpios como con la guillotina,
sino que muchas veces lo que se conseguía era triturar el cuello del reo.
En total fueron casi cien personas la que pasaron por la
horca, entre 1286 y 1650. En Halifax se conserva además un registro de todas
las personas que fueron ajusticiadas por este método, aunque es muy probable
que comenzara a utilizarse antes de esas fechas.
La doncella escocesa
Este es otro de los artilugios, que, basándose en la horca
de Halifax, tuvieron sus momentos de gloria, y que fue muy conocida, y además
emparentada con ella pues era muy similar.
Aunque su uso se aprobó en 1564, no fue hasta un años
después, en 1565, que se utilizase en Edimburgo a partir de ese año hasta el
año 1716, que fue quien la despidió
Más de 150 personas dejaron sus cabezas a los pies de tan
elegante dama, incluidos: un par de nobles, un marque y un conde que eran padre
e hijo, por encabezar un intento de rebelión contra el rey Jacobo II de
Inglaterra.
El Museo Nacional de Escocia conserva una doncella escocesa,
además original. No puede decirse lo mismo de la horca de Halifax, de la que
solo y únicamente se conservan reproducciones.
Parece ser que el humor, aunque negro, se cuela en este
artículo al referirse a la historia del hombre que corre
Bueno ante todo no era ni deportista ni le gustaba el
deporte. El susodicho hombre era un ladrón y se llamaba John Lacy, que logró,
aunque parezca mentira escapar de la pena de muerte. Claro que ustedes pueden
decir, seguro que fue indultado, o que, en el último momento, algo se descubrió
y fue puesto en libertad, pues nada más lejos de la realidad. Es que el señor
John Lacy salió pitando, cuando iba a ser ejecutado
Aunque la historia, ahora, nos cuente como fuera el asunto y
que Lacy, era muy listo. Fue al salir camino de la horca cuando nuestro hombre
hizo en sprint más largo del mundo, 500 metros consiguiendo dejar pequeños
todos los récord habidos y por haber. No era para menos, ya que la horca estaba
en el límite del condado vecino, escapando así de la jurisdicción
Pero como el asesino vuelve a la escena de crimen, Lacy
regresó a Halifax, creyendo que siete años que habían trascurrido, le habrían
cambiado y que nadie le reconocería o se acordaría de él, él si se acordaría
cuando camino de la horca, un 29 de enero de 1623, ya no pudo volver a
conseguir un nuevo récord de velocidad, como el que consiguió siete años antes
Siendo como son los ingleses, hay un pub en Halifax llamado
The running man, “el hombre que escapa”, en honor a John Lacy.
1650 Oliver Cromwell abolió la Ley de Horca de Halifax. A
partir de entonces, los malhechores fueron juzgados en York
Y uno se pregunta que es lo que les movió a los franceses, un
siglo después, en medio de la Revolución Francesa, volver a las andadas, y
dictaminar que el método de ejecución, universal, tenía que ser la decapitación
mediante la guillotina.
La Revolución Francesa trabajaba para igualar y concretar todos
los aspectos de la sociedad, englobando el ámbito de las ejecuciones penales.
La cosa era clara: todos los ajusticiamientos tenían que ser iguales, tanto
para el noble como para el más pobre de todos los pobres.
Entonces era costumbre que la mujer muriesen ahogadas. Los
hombres de baja posición social, era condenados a la horca o al desmembramiento.
Nada que ver con la ejecución de los nobles que era la decapitación., con lo el
subconsciente europeo la decapitación era la más noble, incluso indolora, de
las formas de morir.
En el momento en el que se reúne la Asamblea Constituyente
francesa, entre los debates está el de cómo van a ser las penas de muerte en el
nuevo régimen. El segundo día del debate, un médico, el doctor Joseph Ignace
Guillotin, hace un discurso con una proclama que convence a toda la sala.
En su discurso, el doctor Guillotin presenta varios puntos
explicando cómo deben ser las ejecuciones en el nuevo régimen:
• Los castigos
deben ser iguales, independientemente de la condición social o el sexo del reo
• La muerte ha
de ser siempre por decapitación, igualando por arriba a todas las personas
• No habrá
descrédito ni a la persona ni a su familia, entregándose el cadáver y sin que
haya confiscación de bienes
• No se
registrará en el momento de la ejecución la causa de la misma, que debe
permanecer en el ámbito privado
A decir verdad, Joseph Ignace Guillotin era contrario a la
pena de muerte y pensaba que, al convertirse las ejecuciones en algo rápido y
limpio mediante la decapitación, perderían primero su condición de espectáculo
público y segundo, a consecuencia de la pérdida de dramatismo, que se acabara
aboliendo la pena de muerte. O, al menos, se acabaría convirtiendo en un acto
privado y, de alguna forma, más humano.
Todos parecen aceptar los argumentos de Guillotin y deciden
ponerse a ello. Sin No obstante el verdugo de París, Charles-Henri Sansón (que
fue verdugo durante 40 años ejecutando a más de 3000 personas, entre ellas al
propio Luis XVI), abre los ojos de la asamblea, diciéndoles que lo que
pretenden es absolutamente inviable.
-No es tan fácil decapitar a una persona, como se hace
ahora-Antes era una cosa rara y especial – No todos los días se ejecuta a
noble, por lo menos antes. Y es que requiere una gran cantidad de trabajo, pues
el verdugo debe ser muy fuerte, y se diestro para conseguir dar un tajo limpio-
La solución que encuentra la asamblea es pedir al doctor
Antoine Louis, secretario de la Academia de Cirugía para que encuentre solución
al problema, este inspirándose en la horca de Halifax y la doncella escocesa,
realiza un primer diseño de la guillotina.
Los primeros prototipos tenían la hoja de hacha que ya
presentaba la horca de Halifax, pero, según se cuenta, el propio Luis XVI
aconsejó darle la forma triangular a la hoja, tan característica de la
guillotina francesa.
1792 Nicolas Jacques Pelletier, salteador de caminos fue el
primero de ser el primero en probar el artilugio El verdugo Charles-Henri
Sansón, dice que es un éxito, pero el público no piensa como él, y piden que
vuelva la horca ya, que es mucho más divertida.
Más adelante, los herederos del doctor Guillotin intentarían
sin éxito que el gobierno francés le cambiara nuevamente el nombre al
artefacto. El gobierno les dijo que no, y que como mucho podían cambiarse
legalmente el apellido, cosa que hicieron.
El reinado del Terror
La guillotina será en un principio la forma de ejecutar a
los nobles que tienen que ser descabezados durante el convulso periodo de la
Revolución Francesa. Sin embargo, alcanza gran notoriedad durante un corto
periodo entre septiembre de 1793 y la primavera de 1794, periodo que recibió el
nombre del reinado del Terror, donde el número de ejecuciones se dispara
Para desmontar más mitos, aproximadamente un 72% de las
personas que mueren durante el Terror no son nobles, sino que son gente del
pueblo, normalmente acusados de colaboracionismo o bien de las faltas más
peregrinas.
Y es que de nuevo nuestra vieja a miga la envidia, y a nadie
de cuesta delatar a un vecino por viejas rencillas. Bastaba acusarlo por
quejarse del precio del pan, o de dirigirse a alguien con un Monsieur, en vez de
con el revolucionario “ciudadano”
La leyenda urbana sale al paso para contarnos que el doctor
Guillotín fue ajusticiado con su propio invento (aunque ya sabemos que no lo
inventó él a pesar de llevar su nombre) pero no fue así. El doctor Joseph
Ignace Guillotin murió mucho después, en 1814, a causa del carbunco. Quizá este error se deba a la existencia de
otra persona con el mismo apellido J.M.V. Guillotin, un doctor de Lyon, y que,
si fue ejecutado por medio de la guillotina, acusado de dar cobijo a antirrevolucionarios
en su casa.
En cualquier caso, las cifras son muy elocuentes. La
guillotina se convierte en un símbolo del derramamiento de sangre durante la
revolución, y aunque es difícil calcular el número de muertes durante el
reinado del Terror se cree que está entre 11.000 (en los cálculos más
conservadores) y 40.000, aunque no todas ellas fueron guillotinadas.
La guillotina siguió utilizándose en Francia hasta mucho
después. En las colonias francesas, especialmente en las colonias penales como
Nueva Caledonia, fue de uso habitual. La última ejecución pública mediante
guillotina en Francia tuvo lugar en 1939 y la última realizada, ya de forma no
pública, fue en una fecha tan tardía como 1977.
1939 Eugen Weidmann, ciudadano alemán, que pasó varios años
en la cárcel en su país para trasladarse a Francia, donde prosiguió en el mundo
delictivo, con el propósito de secuestrar y robar a los turistas.
Tras fallar en un secuestro, asesina la joven bailarina Jean
De Koven, quien se había enamorado de él, para robarla y que da comienzo a una
serie de asesinatos a sangre fría que finalizan cuando es arrestado y condenado
a la guillotina. La histeria causada por
la ejecución entre los espectadores fue tal que el presidente francés, Albert
Lebrun, prohibió todas las futuras ejecuciones públicas a partir de ese
momento.
Hasta el 1977 continuaron en privado, correspondiendo a Hamida
Djandoubi, un inmigrante de origen tunecino que había torturado y asesinado a
su ex novia. La madrugada del 10 de septiembre, a las 4:40 am, Djandoubi era
ejecutado en la prisión de Baumettes en Marsella, a manos de Marcel Chevalier,
el último verdugo profesional en activo de Europa Occidental.
A pesar de no ser pública dicha ejecución, esta reabrió el
debate en Francia sobre la eficacia y la legitimidad moral de la pena de
muerte. Tantas fueron las voces que se levantaron contra este castigo que
cuatro años después de la ejecución de Hamida, el entonces presidente
François
Mitterrand prohibió la pena capital, poniendo fin a casi 200 años de uso
guillotina en Francia.
Algunos de los países europeos que también la utilizaron
fueron abandándola a lo largo del siglo XX. En Suecia, la guillotina dejo se
ser utilizada en 1910, en Bélgica en 1918, en Alemania Federal en 1949, y en la
antigua República Democrática de Alemania en 1969. Unas fechas que nos hacen
dejar de pensar en la guillotina como un aparato exclusivamente de la
Revolución Francesa.
Los familiares tanto de Louis como de Guillotin
solicitaron que se quitase el nombre de guillotina a tal artilugio, pero se lo denegaron,
así que se tuvieron que cambiar el apellido.
Durante este período del
terror, el total de condenas de muerte y de ejecutados con la guillotina en
toda Francia fue de 16.594 personas. De estas, 2.622 fueron ejecutadas en París,
principalmente en la guillotina que se colocó en la actual plaza de la
Concordia; allí serían ejecutados tanto Luis XVI y María Antonieta como el
mismo Robespierre, tras el golpe de Termidor.
Recabada información en:
http://www.nationalgeographic.com.es
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/91/Joseph_Ignace_Guillotin.jpg