Ningún país, ciudad o pueblo, se puede jactar de no haber
sentido en sus carnes, el poder de las aguas a través de inundaciones, roturas
de presas, riadas o que el mar se apropia de todo.
Y esto le ocurrió al zamorano pueblo de Ribadelago que tenía
a una distancia de 8 kilómetros que separaban, y aún hoy separan, la presa de
Vega de Tera del pequeño pueblo de Ribadelago, ahora Ribadelago Viejo.
La compañía hidroeléctrica Moncabril, había sufragado la
construcción de la presa de la Vega de Tera, que posteriormente, sería
explotada por dicha empresa. En 1947 comienzan las obras El primer túnel que se
hace, fue el de Cárdena Mallatorre. Los trabajos avanzaban en ambos sentidos,
abriéndose cuatro bocas a lo largo del trayecto relativamente corto. La presa
en inaugurada en 1956 por Franco.
Ya en sus comienzos, desde su construcción, la presa se fue
llevando, en este caso por accidentes laborales, a bastantes de sus
trabajadores, unas por inexperiencia, otras por un arrojo, algo imprudente
(1.300 con un salario miserable -9 pesetas diarias y en condiciones inhumanas).
La mayoría de estos trabajadores, pertenecían al pueblo, a otros pueblos
cercanos, otros eran de San Martín y muchos otros atraídos por un destello, el
del Dorado
Las muertes, todas de ellas fueron violentas: barrenos que
estallaban antes o después de tiempo, derrumbamientos, caídas y arrollamientos.
A eso sumaremos descarrilamientos de la “mesilla” y con ellos, más muertes.
Para los heridos, que llegaban con vida, se contaba con un sencillo botiquín a
pie de obra. Si había posibilidad de salvación, se les enviaba a Zamora.
A lo accidentes se les incorporó una terrible enfermedad que
sufrirían los que trabajaban en los túneles o cerca de ellos …la silicosis, que
entonces apenas era conocida, aunque tampoco se puso en conocimiento de los
obreros, sus riesgos, por los que entraban y salía de dichos túneles, sin
protección, pronto sintieron en sus pulmones ese silencioso mal que les iría
destruyendo en una lenta agonía.
1959 muchos de los vecinos de Ribadelago, dormían pues era
medianoche. Los que permanecían en vigilia hablaban sobre los días de intensa
lluvia caída. Desconocían que la presa estaba al borde de su capacidad. Al
final reventó liberando casi 8 millones de metros cúbicos de agua.
Como si se tratase de una hipotética y gigantesca bola de
nieve, fue arrastrando a su paso: tierras rocas y vegetación, aumentando con
ello su fuerza, pues cuando consiguió alcanzar el pueblo, con gran estruendo,
su altura era de unos 10 metros.
Una voz lastimera se dejó oír «¡Es la presa! ¡Es la presa,
que reventó!». En un santiamén, el pueblo quedó sumido en la más terrible de
las oscuridades, dando por cierto lo que todo el mundo temía, aunque algo se
barruntase: aquellas grietas.
Los primeros auxilios que consiguieron llegar hasta el
pueblo fueron los miembros del puesto de la Guardia civil, quienes lograron
establecer con Zamora y comunicaron el desastre- era las 5 de la madrugada-.
Camiones del Regimiento de Infantería de Zamora, trasladaban
a los supervivientes y las primeras noticias de lo acontecido llegaron sin
censura, aunque después del comunicado emitido por la BBC, el Régimen trató de
controlar la situación desviando la atención a la necesidad de la recaudación de
fondos para los damnificados, y no de lo sucedido por la rotura de la presa.
Par recuperar muchos de los cuerpos que se había tragado el
lago Sanabria se utilizaron buzos de la Marina. Uno de los buzos que participó
fue el escritor Alberto Vázquez-Figueroa. De donde solo pudo rescatar restos
humanos de las 144 personas que el agua se llevó consigo.
Las muestras de apoyo llegaron de todas partes y a la
recaudación de fondos contribuyeron el Banco de España (1 millón), la Iglesia
(1,7 millones), recaudación del partido de fútbol jugado por el Real Madrid
contra el Fortuna de Dusseldorf (1 millón) y miles de anónimos (12 millones).
Se desconoce el motivo por el cual, en vez de reconstruir el
pueblo, en su ubicación original, se elige para ello un nuevo emplazamiento
conocido como Ribadelago nuevo, aunque oficialmente fuese conocido como
Ribadelago de Franco. Y comienzan las investigaciones, aunque no llegan a
finalizarse, debido a que el perito que las llevaba, Eduardo T. Miret, fallece
en 1961.
En las primeras investigaciones, se apuntaban varias causas
como posible rotura de la presa: deficiente construcción por lo materiales empleados así como la variación existente en
la contracción a muy bajas temperaturas del hormigón y del granito, fisuras en
la presa así como la grandes precipitaciones de nieve y agua los día anteriores, y a la imposibilidad de
abrir la compuerta, que solo se abrió n 25 cm en la tarde del 8, ante la
imposibilidad de poder hacerlo otros días, debido al mal tiempo.
La empresa Hidroeléctrica Moncabril, año más tarde absorbida
por Unión Fenosa, fue condenada a pagar 19.378.732 pesetas, pero al fallecer
familias enteras y emigrar muchos vecinos, nunca llegaron a pagarse.
Los tribunales condenaron al entonces gerente de la empresa,
a dos ingenieros y aun perito, como responsables directos de las obras, a un
año de prisión menor, por delito de imprudencia temeraria. Todos recurrieron la
sentencia condenatoria, el recurso fue admitido y fueron indultados.
Muchos de los habitantes del nuevo Ribadelago comparten la
opinión de uno de sus 32 convecinos- «Lo habían hecho a ojo de buen cubero: en
los muros se ven trozos de carruajes, tablones, brezo, carretillos,
machacados».
Las indemnizaciones iban desde los 600 euros, por cada mayor
de edad fallecido, 450 por cada mayor de 16 años, 300 por cada menos de 10
años, 18 euros a las personas que resultaron heridas y algo más de 7.500 euros
al Instituto de Colonización, que se encargó de fundas apenas unos cuantos
metros del Ribadelago antiguo…el nuevo Ribadelago. Muchos de los supervivientes
fueron traslados a Zamora y Benavente. «Al final quien lo pagó fueron los que
están… no sabemos dónde están. Se supone que en el lago».
La escultura de una mujer que protege en sus brazos a un
bebé y los nombres de todas las víctimas esculpidos en el bronce son los
recuerdos que aquella noche. Oficialmente, las gélidas aguas y el fango del
fondo del lago impidieron a los buzos localizar los cuerpos.
La segunda mayor catástrofe hidráulica, ocurrida en España,
por la ruptura del embalse de Puentes de Lorca, sucedió cronológicamente 157
años antes, en 1802, provocando la muerte de 600 personas
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