NACIDOS PARA LA GLORIA LUIS ZAMPERINI



Nace en 1917 , un 26 de enero, en Olean ( Nueva York ).Es el segundo de cuatro hijos, dos chicos y dos chicas, de una pareja de emigrantes” Mi padre nació al norte de Italia, en Verona. Llegó a Estados Unidos y conoció a mi madre, que era medio austríaca y medio italiana. Se casaron y ese fue el comienzo de nuestra familia»,

Desde el comienzo, su existencia fue una aventura, pues con pocos meses de vida tuvo que hacer frente varias veces a una dura enfermedad . «Cuando tenía dos años de edad padecí de neumonía. Era algo habitual en mi familia. Así que los médicos les dijeron a mis padres que debíamos trasladarnos a California debido a que allí el clima es más cálido», contaba  Luis Zamperini ,en las entrevista que le hicieron en los medios de comunicación.

Pero no contento con todo esto, el destino le pone a prueba.
Cuando estaban a punto de salir hacía Long Beach, ciudad del condado de Los Ángeles en el estado estadounidense de California, en la casa que iban a dejar, el pequeño Luis se quemó, según sus palabras, a punto de morir atrapado en ella.  
Curiosamente, el destino le tenía reservado otra clase de vida, y Luis no sufrió ninguna quemadura, porque en su nuevo destino le esperaba un futuro dedicado al deporte. «Cuando tenía dos años y medio o tres un chico me desafió a la primera carrera de mi vida. Me dijo que corriéramos hasta una palmera lejana. Pero me empujó y la perdí», concluye Zamperini. Él desconocía que aquella “derrota” era la primera baldosa de un camino que llevaría a competir en los juegos olímpicos de Berlín, teniendo como espectador a un político y militar alemán, que nos es muy conocido

Y otra vez, el susodicho destino, le transforma, en su adolescencia, en un delincuente de poca monta, conocido en el ámbito policial, por sus continuos robos.
La familia no sabía de hacer para apartarle de aquella vida, que le podría traer más de un problema. Así que su hermano, se cansó de ver a la policía cada dos por tres, por casa y pidió en la escuela que se le admitiesen para atletismo

Aquellas 600 yardas( 548,64 metros) que le hicieron correr, supuso un terrible sufrimiento para Luis ,aparte de agotamiento y severos calambres
Lo que empezó, siendo un ensayo en el laboratorio del deporte, se convirtió en un amor desbordado, correr en la pista de atletismo, un verdadero disgusto para el patriarca, que deseaba para sus dos retoños, otra clase de deporte, el beisbol , el preferido de su esposa .

Una semana después de su “ espantosa cita con el deporte”,  sale de nuevo a la pista. Al final, todo a base de entrenamiento, logra mejorar, poco a poco. Pero no será tan mala su mejora, puesto que muchos de sus compañeros, acudían para animarle en las carreras para amateurs, en la comenzó a participar .

Su mayor reto, era dejar el pasado de pandillero y su paso a atleta indisciplinado a ser un buen deportista. Una vez conseguido el reconocimiento , por parte de su entrenador, supo que iba por buen camino   

Como pasa con los vinos, que con los años mejoran, Luis Zamperini, mejorará increíblemente, consiguiendo obtener, las victorias ( por lo menos a nivel local) con una diferencia del segundo en entrar en la meta, de unos 402 metros de distancia.
Con tan solo 17 años, se proclama campeón en el campeonato de California de 5.000 metros.

1936 dos veranos después, su sueño se hace realidad, representar a su país, en los juegos Olímpicos que se llevarían a cabo en la capital de Alemania, Berlín, donde un, entonces, poco conocido Adolf Hitler , los presidiría.
Zamperini, vio aquellos como una puerta abierta, con otro objetivo, aparte de aquel, que ya era un logro, si se entrenaba duramente, conseguir participar en los juegos Olímpicos de 1940

Estamos en verano, y nuestro deportista, se subía a un barco que le llevaría hasta el continente europeo, para conseguir su victoria en nombre del país que lo vio nacer.
Durante el trayecto en el barco, come a base de bien, hasta tal punto de ganar unos kilos demás (como era gratis). Un factor a tener en cuenta, que le llevaría a no estar a la altura de lo que valía, y eso que se supone que bajó kilos, en las pruebas físicas previas a la gran final

Berlín , le entusiasmó , así como todo lo que la rodeaba. Y por supuesto el trato que les dieron a todos los deportistas, por parte de funcionarios alemanes, el pueblo en general, y la villa olímpica. Aquí reflejamos una anécdota, Luis echaba de menos una bañera, pues en sus habitaciones no había

Una cosa llamó poderosamente su atención, el saludo que tenía, todo el mundo que hacer, al pasar junto a los soldados “ Heil Hitler», y Zamperini se lo tomó en plan guasa, y bromeaba con dichas palabras, cuando se encontraba cerca de militares alemanes, y que nunca le censuraron

En la prueba de 5.000 metros, Luis tuvo como competidores, a los mejores atletas del mundo , finalizando la prueba, en octavo lugar  con una proeza por su parte, conseguir  terminar la última vuelta, con tan solo 56 segundos ,todo un logro.

Finalizada la carrera y al encontrarse cerca del palco que ocupaba Adolf Hitler, ofreció su cámara para que con ella le sacasen una foto. La cámara se la devolvió el ministro de propaganda del Reich,– El Führer quiere conocerle personalmente- pues le había sorprendido, la gran velocidad que había imprimido para finalizar la última vuelta.

Talmente y como se puede leer en su biografía oficial, Zamperini compitió posteriormente, por la Universidad del Sur de California- en decenas de carreras.
Muchos, posteriormente manifestaron, que, de continuar entrenándose, hubiese conseguido recorrer una milla 1,60934) en menos de 4 minutos (una marca increíble para la época).

Con lo que nadie contaba, era lo que sucedería tras el ataque a la base de Pearl Harbor, y como iba a incidir en su carrera, y en su vida, como a otros tantos millares de personas. Luis Zamperini se enroló en la Fuerza aérea norteamericana.
Enviado a Hawai para recibir entrenamiento como artillero en la unidad del Pacifico Sur de Bombardeos B-24, tripulado por 11 personas, con una carga de explosivos de hasta 3.700 kilos.

En aquel avión solía recibir la orden de recorrer una extensa zona, lanzar explosivos, sobre una aérea invadida por los japoneses y regresar a la base, todo parecía sencillo.
Luis sabe que no es así, para eso estaban los cazas japoneses, el inmenso pájaro de metal en el que volaba, y que podría sin previo aviso, caer a tierra, y otro enemigo a tener en cuenta, desconocer si se disponía del suficiente combustible, para realizar tan largos trayectos.

Tal y como sucedió en una misión sobre las islas Elice, en la cual, la artillería antiaérea japonesa se cebó con el Super Man, recibiendo este más de 600 agujeros de bala. Medía tripulación estaba muerta o herida. A pesar de aquel gigantesco problema, el aparato consiguió aterrizar de forma segura.

Luis y al resto de sus compañeros se les asignó un avión, famoso, no por algo bueno, todo lo contrario, por tener múltiples problemas mecánicos, se trataba de un The Green Hornet (el avión verde).

1943 mes de mayo. Con este avión, participan en la búsqueda B-25 aliado que había sido derribado cerca del atolón Palmira (ubicado en lo más remoto del Pacífico).
Todo parecía ir como la seda, y nos dispusimos a rodear el aérea asignada. Tuvieron que bajar de 1.000 pies a 800, pues las nubes nos impedían ver cualquier atisbo de una posible señal.

Pasaron de estar tranquilos a observar que de repente, los motores del aeroplano, comienzan a fallar y comienzan a caer. En poco más o menos de 2 minutos, el avión choca fuertemente contra las aguas del Pacífico. Fue tal el impacto, que el avión llegó a dar media voltereta, y explotó, mientras que Zamperini, hacia lo posible para escapar de aquel infierno.

Poco después perdió el conocimiento, pero algo le hizo volver en sí, librarse de sus ataduras, conseguir abrir su chaleco salvavidas y subir a la superficie
Tras respirar una bocanada de aire, Luis miró a su alrededor, dos de sus compañeros intentaban permanecer a flote. Se trataba del piloto Russell Phillips y de artillero de cola Francis McNamara, tres supervivientes de una dotación de 11 hombres.

Una vez subidos en una balsa, rogaron para que fuesen rescatados, pero eso iba a ser imposible, estaban ya fuera o bien por la lejanía o la remota posición en la que habían caído, un punto indeterminado del Pacífico. Aunque por desgracia y a pesar de conseguir distinguir varios aeroplanos aliados, que posiblemente estaban buscándoles, estos no llegaron a ver las bengalas que se lanzaron desde la barca

En los siguientes días, comieron a base de unos pocos peces que pudieron pescar, a los escasos albatros que lograron atrapar, y las 6 barritas de chocolates y las botellas de agua que pudieron rescatar del avión siniestrado
Pronto se vieron rodeados de tiburones y para animar a sus compañeros, mientras estuvieron a la deriva, Luis les convenció para que cantasen y para participar en todo tipo de juegos, para mantenerlos y mantenerse cuerdos y hacer que las horas pasasen más rápidas

Veintisiete días después del accidente, escucharon el ruido de un avión, así que dispararon un par de bengalas e hicimos señales con un espejo. Cuando regresó comenzó a dispararles. ¡Se trataba de un bombardero japonés!, que les disparó durante 45 largos minutos.

No debía de tener mucha experiencia, pues no consiguió alcanzar a la balsa y a sus tres hombres. Seis días después del suceso, la hermana muerte vino a por McNamara, quien quedó en el mar, mientras sus dos compañeros, guardaban silencio, y el oleaje lo alejaba 
La tristeza de ver morir a un compañero y que nadie acudía a salvarlos, hizo mella en el ánimo de los soldados.

El día 47 tras el accidente, una playa apareció en la lejanía. Se rieron como locos, parecía que la suerte les abría la puerta hacía la libertad, tras recorrer más de 3.000 kilómetros arribaron a las islas Marshall

La sangre se les heló cuando comprobaron que aquellas islas estaban en poder de los japoneses, quienes, a pesar de darles agua y comida, se los llevaron al campo de concentración de Kwajalein, un atolón que se encontraba a unas 2100 millas náuticas de Honolulú, Hawai. 

Luis fue confinado a una minúscula habitación, de un edificio de detención, donde las palizas eran continuas, mientras se alimentaba de platos de arroz llenos de insectos.
Pero su pesadilla no terminaba, pues entre paliza y paliza, era utilizado como conejillo de indias, por un doctor nipón, que se divertía haciéndole probar de multitud de sustancias a cuál más extraña. Aquel doctor, solo se detenía cuando Luis se desmayaba de dolor  

Pasado un mes y medio Luis y Russell Phillips, son trasladados al campo de concentración de Ofuna (en Japón), donde pasaron lo que restaba de Segunda Guerra Mundial.
“El pájaro” que era el apodo con que se conocía a Mutsuhiro Watanabe, una vez se hubiese enterado de su pasado como atleta, le vejó y maltrató hasta la extenuación.

Entre las torturas a las que fue sometido, una de ella era obligarle a sujetar con los brazos extendidos, por encima de su cabeza un tronco durante más de 37 minutos, para finalizar con un terrible puñetazo en el estómago, para que el tronco cayese sobre la cabeza de Luis Zamperini

Pon fin los japoneses se rindieron, y pudo regresar a Estados Unidos.
Luis Zamperini, sufrió un severo estrés postraumático. 




Se casó, pero no pudo evitar darse a la bebida, durante año, cuando comprendió que debido a todos los malos tratos que su cuerpo había recibido, esto no le permitía prepararse para las olimpiadas de la paz, como se las denominó a las primeras que se celebraron después de la II Guerra Mundial.

2014 debido a una neumonía, falleció el 2 de julio de ese mismo año a la edad de 97 años.