Allá por los años 20, se puso de moda los concursos de baile,
expandiéndose por todo territorio estadounidense.
Lo que comenzó con un pequeño “pique” entre las parejas,
intentando romper récords y hacerse famosos.
Sobra decir que los concursos de baile, era muy atractivos y
atraían a grandes multitudes, así que la moda bailona de USA consiguió
expandirse por toda América.
Era la época dorada del baile de salón y los jóvenes
luchaban por la fama.
Por el contrario, estas competiciones condujeron a los participantes
a destrozar sus cuerpos.
Cuando parecía que ya el tema de los concursos iba
decayendo, la llegada a los Estados Unidos de la Depresión cambia radicalmente
la vida de millones de personas. Incluso hubo víctimas mortales.
El jueves 24 de octubre de 1929, desconozco si en lo
meteorológico, luciese en sol o lloviese o estaba nublado, pero que sí fue un
día gris que marcó un antes y un después en la vida de muchas personas
La Gran
Depresión, uno de las períodos más sombríos y desdichados que han existido en
el mundo, especialmente en Estados Unidos, tras el desplome de la Bolsa de
Nueva York. Acontecimiento que trajo resultados trágicos que tuvieron alcance
en la política, la economía, la sociedad y la cultura.
Solo en 1932 había en el mundo 40 millones de desempleados.
La población juvenil fue quien sintió, en sus propias carnes mayor impacto en
lo económico, y sus esperanzas de obtener un primer empleo se vieron eliminada
Como el dinero se volvió escaso, y el trabajo también, las
colas en busca de lo segundo y de un trozo de pan para llevarse a la boca,
muchos vieron en los maratones de baile su salida, aunque esta fuese un clavo
ardiendo.
Hasta los concursos de baile cambiaron para ser maratones, con
pruebas de resistencia, en las que las parejas danzaban hasta el paroxismo,
casi sin parar durante cientos de horas, ahora eran semanas y los premios no se
quedaban en una simple medalla, ahora era el dinero ¡1500 dólares de plata el
primer premio! Otros quizá se conformasen con menos, la simple promesa de
alimentos o atención médica.
Nos encontramos en California, a comienzos de los años 30. ¿El
lugar? en el muelle de Santa Mónica
Pero de momento lo importante era poder ser admitido para
las pruebas, ya que los concursantes se alimentaban doce veces al día: harina
de avena, huevos, tostadas, naranjas, leche…lo cuál era un gran aliciente en
una época en la que muchos no podían conseguir pan.
Si creen que únicamente se apuntaron los más jóvenes, se
equivocan, son gentes desesperadas, de toda edad y condición las que bailarán
por un futuro mejor, craso error.
Es cierto que existía un servicio médico, aunque con frecuencia,
se observaban casos de estados de fatiga que se asemejaban a un coma, después delirios
de persecución, histerias, colapsos…
Únicamente podían descansar 15 minutos cada hora, tiempo que
unos lo dedicaban a dormir o asearse.
Pobres de los que caían al suelo totalmente rendidos, el
despertar no podía ser más intolerante: obligados a oler sales aromáticas o
metidos en una bañera con agua helada, o “simplemente” despertados con una
sonora bofetada. El reto era seguir bailando y resistir para no desfallecer.
Muchos consiguieron continuar en ese mundo de locos que eran
estos maratones. Otros al no poder sujetar a sus respectivas parejas, no pudieron
evitar que sus rodillas tocasen el suelo durante el baile, siendo
automáticamente descalificados, borrados de un plumazo sin que importase sus
almas y sus cuerpos.
Y así enfundados en una vorágine de infelicidad y muerte, paulatinamente
los participantes iban disminuyendo su fuerza, también la dignidad que es un
derecho propio del ser humano y con ello las ganas de vivir.
Cuando los carroñeros ven un posible cadáver, le siguen
hasta que fallece, y así despacio sin prisa lo van devorando
A parte de la comida y la asistencia médica, los
participantes debían conseguir, un
promotor local, lo que ahora se llama un patrocinador, que les ofrecería una
pequeña cantidad de dinero a cambio de publicidad para su empresa.
Para asistir como público se tenía que pagar 25 centavos. Si
el público no llenaba el recinto, o bajaba ostensiblemente o dejaba de asistir,
los organizadores trataban de encontrar algo nuevo, y a fe que lo consiguieron.
Ellos lo llamaban “acontecimientos” eliminación de los 15
minutos de descanso, bodas o carreras.
Envueltos en una esfera de miseria y muerte, lentamente los
participantes iban perdiendo la fuerza, la dignidad y las ganas de vivir.
Además, y no se cuenta, se hacían apuestas de quien o
quienes terminarían por abandonar.
Incluso una de las participantes quedó embarazada y no dijo
nada. Cuando ya no había forma humana de esconderlo, alguna señora del público se
dedicó a entregarla alimentos para que la muchacha tuviese más para comer, al
final…pierde el bebé y por supuesto el dinero.
1935 Horace McCoy(escritor) describe en su novela ¿Acaso no
matan los caballos? aquellos horripilantes escenarios, editada en dicho año.
1969 el director estadounidense Sydney Pollack adaptó la
novela a la pantalla grande, cuyo título en español fue: ¡Danzad, danzad,
malditos!
PELÍCULA
SINOPSIS Estados Unidos, en plena época de la Gran
Depresión. En medio de un ambiente de terrible miseria, gentes desesperadas, de
toda edad y condición, se apuntan a una maratón de baile con la esperanza de
ganar el premio final de 1500 dólares de plata y encontrar, al menos, un sitio
donde dormir y comer. Mientras los concursantes fuerzan los límites de su
resistencia física y psíquica, una multitud morbosa se divierte contemplando su
sufrimiento durante días. (FILMAFFINITY)
Premios
1969: Oscar: Mejor actor de reparto (Gig Young). 9
nominaciones
Recabada información en:
www.nacion.com
https://ichef.bbci.co.uk/images/ic/1200x675/p01g6j7c.jpg