El Niño estrella, tuvo que quedarse al
cuidado de sus abuelos, pues su madre Mujer Pluma había muerto.
El Niño Estrella era un ser tímido y
tranquilo, le gustaba pasar el tiempo a solas. En pequeño rostro la huella de
una extraña cicatriz era la causa de que los niños se burlasen de él llamándole
Cara Cortada, hasta que el nombre de pila del pequeño se fue olvidando para
todos y todos le conocieron como Cara Cortada
Sus abuelos fallecieron sin haberle
revelado su verdadero origen, pues ambos, temían, que, de haberlo conocido,
iría en busca de su padre, el Lucero del Alba y lo perderían para siempre, así
que Cara Cortada creció pensando que era huérfano y así se hizo hombre
Con el tiempo, se enamoró de una hermosa
muchacha, hija del jefe. La chica tenía muchos pretendientes y se echó a reír
cuando Cara Cortada le pidió que fuera su esposa.
-Quizá podría considerar tu propuesta
-dijo con desprecio, si no tuvieras esa horrible cicatriz en la cara.
Su corazón se partió en dos por sus
crueles palabras, y el joven fue en busca del Hombre Medicina, que era un
anciano muy sabio y con grandes poderes curativos. Le explicó su problema y le
preguntó si podía librarle de la cicatriz. El anciano meneó la cabeza.
-No tengo ese poder -le contestó -. Esa
marca la puso ahí el Sol, y sólo el Sol puede quitarla.
- ¡Entonces le pediré que lo haga! -gritó
Cara Cortada-. ¿Dónde puedo encontrarle?
El anciano volvió a menear la cabeza.
-Tampoco puedo ayudarte en eso. Sólo sé
que su casa está muy lejos de aquí. Según dicen, debe estar detrás de las
montañas del oeste. Es posible que, si sigues esa dirección, le encuentres.
Así al día siguiente Cara Cortada salió
en la dirección indicada por el anciano. Pasaron muchos días con sus noches,
atravesando praderas, en dirección a las lejanas montañas. Preguntó en todos
los campamentos dónde podía encontrar la residencia del Sol, pero solo recibió
un no por respuesta.
Por fin llegó a las montañas y subió a lo
alto de las mismas, hasta alcanzar el pico más elevado. Durante tres días y
tres noches permaneció sentado en la cima del monte, ayunando y solicitando la
ayuda del Sol.
Cuando llegó el anochecer del cuarto día,
débil por el hambre y la fatiga, miró hacia arriba y vio un sendero luminoso
que conducía al ciclo. Era la Vía Láctea, que los indios llaman el Camino del
Cielo.
Aquella visión le dio nuevas fuerzas.
Corrió hacia el sendero y lo siguió hasta llegar a una gran llanura abierta,
donde se elevaba un gran tipi pintado.
En su puerta había un hombre joven, con
ropas blancas de piel de gamo y plumas de águila en el pelo. Era Lucero del
Alba. La gente de las estrellas no envejece como los mortales, de modo que
tenía el mismo aspecto juvenil que cuando Mujer Pluma le vio por vez primera.
- ¿Qué te trae por aquí? -preguntó-.
Pocos habitantes de la Tierra encuentran el camino al País de las Estrellas.
Cara Cortada le contó que venía en busca
del sol. El Lucero del Alba le miró con más atención y reconoció a su hijo, al
que no había visto durante tantos años. Llevó al joven a un lugar apartado y le
contó la historia de Mujer Pluma y su destierro del País de las Estrellas.
Cara Cortada no podía creer lo que su
padre le contaba, lo mejor de todo, es que, no estaba solo en el mundo,
aunque…aunque le parecía extraño que aquel hombre tan joven pudiera ser su
padre. A él explicó las humillaciones que había sufrido por causa de su
cicatriz y le rogó que intercediera ante el Sol en su favor.
-Haré lo que pueda -le dijo su padre -,
pero debo advertirte que el Sol puede ser muy obstinado e implacable. Desde la
desobediencia de tu madre, la gente de la Tierra le cae peor que nunca. Pero
quizá yo pueda convencerle de que te ayude.
Por la mañana, tras la partida del Sol en
su viaje diario, Lucero del Alba hizo entrar a Cara Cortada en el tipi. La Luna
se alegró muchísimo de verle pues le había querido mucho de pequeño, y escuchó
su historia con simpatía.
Pero al atardecer; al acercarse la hora
del retorno de su esposo, empezó a ponerse nerviosa. Hizo que Cara Cortada se
tumbara en el fondo del tipi y le cubrió con ramas de cedro.
Pero sus precauciones fueron en vano,
pues en cuanto el Sol entró se paró y miró a su alrededor, olfateando el aire.
-Huelo a un extraño -gruñó-. ¿Dónde está?
¡Que salga!
-Es sólo un pobre muchacho -contestó la
luna con inquietud- que ha recorrido un largo camino para solicitar tu ayuda.
Entonces le presentó a Cara Cortada. El
sol vio la marca de su cara y supo inmediatamente quién era. Mientras Cara
Cortada se arrodillaba humildemente a sus pies, la Luna y Lucero del Alba
hablaron elocuentemente en su favor, rogándole al Sol que le concediera lo que
pedía. Este, pasó de la antipatía que sentía por él, a la compasión.
-Eres mi nieto -dijo por fin-, y por eso
no te haré ningún daño. Pero yo puse esa marca en tu rostro a causa del mal
proceder de tu madre hace mucho tiempo, y aún no estoy dispuesto a suprimirla.
Antes tienes que demostrar que lo mereces.
Y así Cara Cortada hizo todo lo que su
abuelo le pidió para complacerle. Pero el Sol se mantuvo distante y no dijo una
palabra de quitar la cicatriz.
Lucero del Alba estaba orgulloso de su
hijo, y ambos se hicieron muy amigos. Muchas veces, Cara Cortada le acompañaba
en su recorrido por el cielo, e hicieron largos viajes juntos.
Una madrugada, cuando emprendían uno de
estos viajes, una bandada de grullas apareció volando amenazadora sobre ellos.
Lucero del Alba temía a estas grandes y feroces aves, como todo el Pueblo de
las Estrellas, y salió huyendo.
Pero Cara Cortada se mantuvo firme y,
utilizando su piel de bisonte como escudo, se defendió con su maza. Las grullas
le atacaron con ferocidad, pero, aunque le causaron graves heridas con sus
picos,
Cara Cortada desplegó tal fuerza y energía que consiguió matarlas a
todas.
Cuando volvieron, a casa, Lucero del Alba
contó a sus padres cómo Cara Cortada le había salvado la vida y matado a las
grullas. El Sol se mostró escéptico.
-Me cuesta creer que la gente de la
Tierra sea capaz de tales proezas -gruñó-. Enseñadme las cabezas y lo creeré.
Cara Cortada regresó al lugar donde había
matado a las grullas, les cortó las cabezas y se las llevó al Sol. Este puso la
mano sobre el hombro de Cara Cortada y le dijo:
-Te has portado bien. Ahora que has
vencido a las grullas, éstas siempre nos temerán y no volverán a atacarnos.
El Sol ordenó celebrar una danza., a la
vez que colocaban las cabezas de las grullas en sendos postes, acompañados por
los tambores que él Lucero del Alba y Cara Cortada tocaban. El Sol y la Luna cantaron himnos en honor de
la hazaña de Cara Cortada. Luego, el Sol le dijo:
-Cada vez que la gente de la Tierra mate
a sus enemigos, celebrarán una danza, y cuando alguien relate sus hazañas
guerreras se cantarán canciones de alabanza.
Después el Sol le enseñó a construir una
casa de baños de vapor. Por su parte la Luna recogió retoños de sauce, y Lucero
del Alba los clavó en el suelo en forma de círculo, entrelazando sus puntas
para formar una cabaña baja en forma de cúpula.
Una vez finalizada, la Luna cavó un
agujero en el centro de la cabaña y lo llenó de piedras al rojo vivo. Cara
Cortada y Lucero del Alba entraron en la cabaña y la Luna cerró la puerta tras
ellos.
El interior estaba oscuro y muy caliente.
Lucero del Alba vertió agua sobre las piedras, y con el vapor que se formó
ambos sudaron copiosamente, quedando limpios y relajados.
Cuando salieron del tipi, Lucero del Alba
vio que la cicatriz había desaparecido del rostro de su hijo. Viéndolos así,
igualmente altos, jóvenes y atractivos, cualquiera los hubiera tomado por hermanos
gemelos. El Sol se volvió a su esposa y dijo, sonriendo:
-Vamos, Luna, dímelo tú. ¿Cuál de los dos
es Lucero del Alba?
La Luna miró a los dos hombres
desconcertada. Era incapaz de distinguirlos. Señaló al azar, y el Sol estalló
en carcajadas. - ¡Te has equivocado, tonta! -gritó-. ¡Tu hijo es el otro! Miró
a Cara Cortada y le dijo: -Puesto que ya no tienes la cicatriz, necesitas un
nuevo nombre. A partir de ahora te llamarás Lucero del Alba Confundido.
El Sol le regaló una camisa de piel de
gamo decorado con tiras que representaban las cabezas de las grullas, y un par
de polainas con siete franjas pintadas, que indicaban el número de enemigos
muertos.
-Estas franjas indican que has matado
enemigos -dijo el Sol-. Todos los hombres de la Tierra deberán pintarse estas
franjas en sus polainas cuando maten enemigos.
El Sol le explicó a continuación los
pormenores de la Danza del Sol que la gente de la Tierra debía celebrar cuando
quisiera atraer salud y prosperidad para la tribu. Y cómo debían de pintarse.
-Y, Por último, el Sol puso una guirnalda
de cedro en la cabeza de Lucero del Alba Confundido y le dijo que cerrara los
ojos. Cuando el joven los volvió a abrir, se encontró en la Tierra, no lejos de
su campamento.
Lucero del Alba Confundido enseñó a su gente
las cosas que el Sol le había dado y les inició en los secretos de la Danza del
Sol. Y a las mujeres cómo construir la casa para la ceremonia y erigir el poste
del Sol.
memoria de su madre, les dio bastones
para cavar y diseñó un tocado especial para la Danza del Sol, con colgantes de
cola le armiño y con plumas de águila, que simbolizaban las hojas del nabo
gigante.
Una vez terminado su trabajo, Lucero del
Alba Confundido fue a buscar a la muchacha que se había burlado de él por su
fealdad. Esta vez, ella no le rechazó, y se la llevó a vivir con él al País de
las Estrellas.
A menudo, antes que el amanecer salga, en
el cielo hay una estrella brillante. La gente cree que se trata del Lucero del
Alba, pero se equivocan, pues éste aparece después, más brillante aún que el
primero. Entonces se les puede ver juntos: son Lucero del Alba y Lucero del
Alba Confundido, padre e hijo, elevándose en el cielo de la madrugada.
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