Comenzamos esta
historia cuando Bernardino Rivadavia, nace en la ciudad de Buenos Aires un 20
de mayo de 1780.
Realizó sus
estudios en el famoso Colegio de San Carlos en el año 1798, o sea con 18 años,
con las asignaturas de Gramática, Filosofía, y Teología que habrían de serle de
capital importancia para su brillante carrera pública, a pesar de no haberse
graduado.
Sus padres fueron
el abogado español Benito Bernardino González y Rivadavia, y María Josefa de
Rivadavia y Rivadeneyra. Bernardino tuvo seis hermanos: Tomasa, Josefa, Juana,
Rafael, Manuela y Santiago; y una hermanastra por parte de padre, llamada
Gabriela.
Corría el año 1806,
cuando, debido a las invasiones inglesas, se incorpora a las milicias con el
grado de Capitán en el cuerpo de “gallegos” o Tercio de Voluntarios de Galicia
Tres años más tarde
contrae matrimonio con Juana del Pino y Balbastro, una distinguida joven de la
elite porteña, pues Juana es hija de Joaquín del Pino, octavo virrey del Río de
la Plata. Ahora bien,
¿Que hizo el
destino para unir a estos dos personajes?
Cuando Juana
contaba quince años, su familia se trasladó desde la ciudad de Montevideo a la
de Buenos Aires, porque su progenitor había sido designado Virrey del Río de la
Plata en 1801
Joaquín del Pino
organizaba unas ceremonias en las cuales recibía a los doce mejores alumnos del
Real Colegio de San Carlos, en las cuales daban sus respetos al virrey y
compartían tertulias con sus familia, y entre ellos estaba Bernardino .. Así,
fue que Juana con 17 años y Rivadavia con 23 se conocieron.
El perfil de Rivadavia
no era muy atractivo que digamos: regordete, petiso, que en Argentina significa,
bajo de estatura para algunos “decididamente feo”. Dichas características
físicas fueron el blanco perfecto para sus enemigos quienes lo apodaron como
“El mulato
Y si hablamos de
sus carácter: retraído y como si siempre estuviese triste. Posiblemente esa
personalidad tan apática, se debiese a que su vida privada hubo verdaderas tragedias::
su hermana mayor, Tomasa, había quedado ciega; su madre, doña Josefa había
muerto cuando él tenía solo seis años; su padre, don Benito, se había casado
nuevamente al poco de quedar viudo.
Por lo que aquellas
desgraciadas experiencias, habían hecho de él, un joven abatido y de carácter
amargo”. Más allá de estas cuestiones poseía una “respetable cultura” para la
época. Quizás, fue este capital cultural lo que conquisto a Juanita del Pino.
Quizás también esta historia demuestra que el amor es “ciego” y algunas veces
también “tonto”.
Durante seis largos
años, los dos, mantuvieron un noviazgo aburrido llevado como se debe llevar. Un
año antes de casarse, el padre de Juana fallece. Muy pronto nace su primer
hijo, Benito. En 1812 nace Constanza, y Bernardino dos años después
Como era parte de
su profesión, Rivadavia viaja a Londres para gestionar negocios del Estado. Por
lo que Juana, se ve se sola, y comienza a sentirse abandonada por su reciente
esposo.
A través de las
cartas que le enviaba a Bernardino da cuenta del temor que tenía ante la
situación tensa de la política internacional. Su esposo hace caso omiso:
comunicándole que viajará de Londres a Francia.
Ante el rechazo por
parte de su recién estrenado marido, Juana llora a escondidas. Pero su tristeza,
solo ha hecho que comenzar, pues, en 1816 muere su madre y su hija Constanza de
cuatro años, mientras que su esposo, se entretiene con negociaciones
diplomáticas en el viejo mundo, sabiendo como sabe la terrible noticia.
Ni tan siquiera la
declaración de la Independencia hace que regrese. Desamparada, intenta reunirse
con su esposo, por lo que pide al director Juan Martín de Pueyrredón, ayuda
para poder viajar a Europa con sus hijos.
Sin embargo, aquel
ruego aquella necesidad es desestimada, por falta de fondos. Incluso, el
gobierno central le recorta la pensión que recibía como esposa de funcionario
trabajando en el exterior.
Todos los por favor,
regresa, cayeron en saco roto, aunque en sus cartas cuando se dirigía a él le
llamaba cariñosamente “mi hijito, a la vez que le recordaba, que no era bueno
el estar tanto tiempo sin verse.
Aquella reflexión venía
a cuento, porque a su alrededor aquello que ella tanto temía, se daba en otros matrimonios,
que quizá no estuviese la esposa tan enamorada como estaba ella de su esposo.
Si todo el mundo
cree que la cruzada entre Juana y su oponente, la política, por la atención de
Rivadavia, quizás terminó cuando éste se retiró oficialmente de la vida pública,
se equivoca
De 1814 a 1820
realizó misiones diplomáticas en Europa para el nuevo Estado, entre otras las
negociaciones con España. Desde 1820 hasta 1824 fue ministro de Gobierno.
Participó en el Congreso Constituyente que redactó la Constitución de 1826 y
fue presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Bernardino en 1829
viaja a Francia, dejando a su familia en Buenos Aires, lo que demuestra que
este desprecio iba más allá. En su estancia en París, retoma su oficio de
traductor: “La Democracia en América” de Tocqueville; “Los viajes” y “El arte
de criar gusanos de seda” de Dándolo.
Seis años después,
en 1834, retorna a Buenos Aires, encontrándose con un obstáculo que le impide desembarcar,
una prohibición del gobierno de Viamonte.
Juana y su hijo
Martin que lo estaban esperando en el puerto, deciden subir al barco, sumándose
al exilio de Bernardino.
Sus hijos mayores, Benito y Bernardino, tienen otros
planes: se han sumado a la causa federal y están luchando para que Juan Manuel
de Rosas asuma definitivamente el poder.
Parte de la familia
exiliada, deciden instalarse en Colonia y luego pasan a Brasil, allí, debido a
un accidente doméstico, Juana del Pino muere en diciembre de 1841.
Ante este hecho, su
hijo Martín, decide volver con sus hermanos, mientras que su padre, en 1842
parte hacia Cádiz donde vive con unas sobrinas. Fallece en el año 1845
Esta tortuosa relación
que Bernardino mantuvo, tanto con su esposa, como con sus hijos, quizá se deba
a que nunca tuvo una familia, su historia personal cruzada por la muerte y el
abandono de su padre es prueba de ello.
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