No es de extrañar,
pues se quiera o no se quiera…también son humanos. Para comenzar lo haremos con
una reina
Juana I de Castilla
(1479-1555)
Sobradamente
conocida como Juana la loca, para algunos, para otros una mujer adelantada a su
tiempo. Pero de lo que si se está seguro, es de su inmensa obsesión con su
esposo Felipe de Habsburgo; apodado el hermoso.
Juana buscaba entre
las mujeres más feas para que fuesen damas de la corte y su esposo no se fijara
en ellas. Una vez fallecido acompañó su cadáver estando embarazada, y cada
cierto tiempo le era permitido abrir su ataúd para besarlo y abrazarlo.
No todo el mundo da
a luz en un aseo, pero que sin quererlo, fue el lugar donde el hijo de Juana,
Carlos, que subiría al trono como Carlos I, vino a este mundo.
Y es que su regia
madre, asistió en un avanzado estado de gestación a la celebración de un baile,
vaya usted a saber en honor de quien, con tal de no dejar solo a su marido,
durante el mismo
Reina Cristina de
Suecia (1626-1689)
Desde luego que
Cristina de Suecia no fue una reina convencional, tampoco fue una mujer como
era costumbre en la época. Huía de las apariencias lo que le acarreó numerosos
problemas e hizo que no fuera lo que se dice una reina popular.
Su padre el rey de
Suecia esperaba un heredero varón dispuesto a ponerse al frente del ejército,
pero el destino le regaló a Cristina y el monarca no varío los planes que tenía
para un hijo varón, así que recibió la educación que habría recibido el ser que
nacería, en caso de haber sido un chico: equitación, esgrima y manejo de armas
de fuego, aunque sin descuidar una intensa formación ilustrada propia de la
época.
Por desgracia,
Cristina, no era lo que se dice guapa, más bien fea, y así lo demuestras los
retratos que existen de ella, por lo que sufrió el rechazo de una madre, muy
hermosa, tanto como ignorante. Solía vestir de hombre, pantalones, botas,
sombrero y le gustaba realizar todo tipo de actividades masculinas. Su
ambigüedad era toda una novedad en su época
Pues bien la reina
Cristina odiaba a las pulgas (que por esa época habitaban en todas partes), llegó
a tal extremo que mandó construir un cañón en miniatura de unos 15cm, para
dispararles cada vez que las veía. Dicho cañón aún se conserva en el Arsenal de
Estocolmo.
Felipe V de España
(1683-1746)
El animoso o El melancólico,
Felipe V, duque de Anjou y primer Borbón que reinó en España, el ánimo le venía
de su desmedida afición al sexo, su pasión por la caza y el deleite en tertulias
sociales.
Debido a su
carácter en exceso melancólico, fue cayendo poco a poco en la locura, hasta que
una tarde de octubre de 1717 creyó que el sol le atacaba mientras montaba a
caballo y que la muerte lo perseguía.
A partir de ese
momento, impedía por todos los medios a su alcance, que le cortasen el pelo y
las uñas por miedo a que sus males aumentasen. Las uñas de los pies llegaron a
crecerle tanto que no podía caminar. Creía estar muerto y preguntaba a sus
lacayos por qué no lo habían enterrado; se tocaba y decía que le faltaban los
brazos y las piernas.
Al mismo tiempo, se
le metió en la cabeza que lo iban a envenenar a través de las telas de su
camisa por lo que estuvo un año sin cambiársela.
Se obsesionó con
que su ropa y la de su segunda esposa (Isabel de Farnesio) irradiaba una luz
que provenía del diablo. Sufrió un trastorno bipolar creyendo en ocasiones que
era una rana.
Elizabeth de
Baviera, Sissi (1837-1898)
Parece normal que
las personas famosas, tienen que tener en cuenta su aspecto físico, ¿incluso
llegar a obsesionase por ello y tener unos cuerpos esqueléticos debido a que no
comen con fundamento, y seguir creyendo que están “divinas de la muerte
Algo así le pasaba
a este regio personaje apenas comía y tenía en su habitación unas anillas y
unas espalderas, instaladas para hacer deporte de forma secreta, ya que no
estaba bien visto en la época que las mujeres realizaran dichos ejercicios.
Se ha de contar,
que durante una época, llegó a alimentarse sólo de carne cruda y sangre de buey.
Media 1,72 y pesaba 50 kg
Su obsesión: no
sobrepasar nunca ese peso. Para lo cual, por las noches, antes de acostarse, se
ceñía a sus caderas, unos paños húmedos
Como por aquel
entonces, no existía aún, pasar por el quirófano y hacerse la cirugía estética,
tuvo que conformarse, cada vez que salía a calle, llevar un velo siempre
puesto, a la vez de prohibir hacerla fotos, para que nadie descubriese en su
rostro, las primeras arrugas
Aunque no
finalizaban ahí, excentricidades, pues haberlas las hubo, como su pasión por
los clásicos literarios. Le gustaba tanto la Odisea de Homero, que cuando
`podía realizaba viajes en barco, se ataba al mástil los días de tormenta para
poder emular pasajes de la obra.
Era adicta a la
cocaína pero no de la manera actual, pues antes se recetaba como uso
terapéutico. Siempre viaja con una jeringuilla para poder inyectársela.
A pesar de haber
tenido cuatro hijos, odiaba a los niños y decía aborrecer el olor de los bebés.
Eduardo VII de Inglaterra (1841-1910)
Un rey que disfrutaba
con ser cazador, gustarle las fiestas, nada snob y siempre buscando el momento
de gozar la vida. Vida que a la adusta reina Victoria, su madre no le gustaba
nada.
El tiempo pasó y
Eduardo ya Eduardo VII, cambió, bueno más que cambiar, supo aprovechar su forma
de ser, consiguiendo ser el icono de una nueva Inglaterra, que dejó tras de sí,
lo bueno y lo malo de la era victoriana
A este monarca, le
ponía muy nervioso el tintineo de las monedas, así que prohibió a cualquiera
que estuviese en su presencia llevar calderilla en los bolsillos.
Luis XIV de
Francia, el rey Sol (1638-1712)
A pesar de vivir en
una de las cortes más refinadas, solo se bañó dos veces en su vida… no es del
todo fidedigna esta frase pues puede faltar como sigue. ambas por prescripción
facultativa.
Por lo que con
posibilidad exista un error en la interpretación de un párrafo del Journal de
Santé de Louis XIV (diario de la salud de Luis XIV) donde el galeno de su majestad
hablaba de unos baños especiales terapéuticos en agua fría, que hubiese
recomendado algunas veces, y a los que el rey solo se había sometidos en un par
de ocasiones.
Por si acaso quedan
duda de la higiene de este monarca, sepan que llegó atener dos bañeras, una
para enjabonarse y la otra para aclararse. Y que le gustaba que echasen en el
agua lavanda y utilizaba un jabón a base de aceite de oliva. Gracias a un
enorme depósito, tenía un grifo de agua fría y caliente.
Como era más bien
de estatura baja, diseñó para él unos tacones. al ser de su agrado, prohibió,
que nadie más que él, los llevase en la Corte bajo pena de muerte.
Era narcisista y
muy presumido, así que se dedicó a coleccionar pelucas, llego a tener más de 100.
Y que como no era dado a tener higiene, siempre llevaba consigo una mano de marfil
con mango para arrascarse la cabeza donde vivían plácidamente unos cuantos piojos.
Claro que no
podemos estar de acuerdo en que pasaba de higiene, pues se ha demostrado que no
era verdad,.
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