La
novela de Alejando Dumas
El hombre de la máscara
de hierro
En una
cama de sarga verde, exactamente igual a las de las demás camas de la Bastilla,
aunque más nueva, y bajo amplias y medio corridas colgaduras, descansaba el
joven.
Según el
uso de la prisión, el cautivo estaba sin luz, desde el toque de queda, en lo
cual, se echa de ver de cuantos miramientos gozaba el preso, pues tenía el
privilegio de conservar la vela encendida hasta el momento que va dicho.
Junto a la
cama había un sillón de baqueta, y, en el, ropas flamantes, arrimada a la
ventana, se veía una mesita sin libros ni recado de escribir, pero cubierta de
platos que lo llenos demostraban que el preso había probado apenas su última
comida.
Aramis vio
tendido en la cama y en posición supina, al joven que tenía el rostro escondido
en parte por los brazos.
La llegada del visitante no hizo cambiar de postura al preso, que esperaba o dormía.
La llegada del visitante no hizo cambiar de postura al preso, que esperaba o dormía.
Tras estos
párrafos , que nos dan una imagen de este personaje , que unidos a los que
existen en dicha novela, ustedes también
pueden preguntarle – Perdone.¿ Quiere decirme quien es usted?- O es posible que
ya tengan su propia teoría , pues es bien
sabido que la cultura popular , ha utilizado la historia ( real) del
preso que se ocultó durante décadas, en las cáceles francesas, y que sirvió,
posiblemente si él quererlo, para las
más o menos disparatas hipótesis sobre su persona
Pero lo que si
es cierto, que fue uno de los más claros ejemplos de las teorías de la
conspiración en la Historia, durante siglos. E incluso hoy en día, nuestros
vecinos los galos, se han seguido preguntando por la identidad del preso más
enigmático de todos los tiempos, del cual se dice, que no era de hierro sino de
terciopelo la máscara que tapaba su rostro, menos sus ojos y su boca
Una series de
circunstancias, llevaron al escritor, filósofo, historiador y abogado francés,
François-Marie Arouet, conocido como Voltaire, a visitar la Bastilla en un par
de ocasiones. Allí, algunos de los reos que en ella “vivían”, le hablaron y
dieron fe, por escrito, de la existencia del preso, que aparentemente, había
muerto en 1703.
Aquel suceso
apareció en su escrito 'El siglo de Luis XIV': “Se
envió con máximo secreto al castillo de la isla de San Margarita, a un
prisionero desconocido, de estatura superior a lo común, joven y de la más
bella y fina estampa. Durante el viaje, el prisionero llevaba una máscara cuya
mentonera tenía resortes de acero que le permitían comer con la máscara
puesta”.
Su desplazamiento a
París se produciría en 1690, donde “se le alojó espléndidamente y no se le
negaba nada. Tenía gusto por la ropa de una fineza extraordinaria y los
encajes. Tocaba la guitarra”. En definitiva, un perfil señorial que
probablemente habría pertenecido a alguien de casta.
Así que Voltaire
se convertiría en el primer, de los muchos que le siguieron, en hablar de este
extraño personaje. Y también de ser el primero, que sugirió la tan extendida
teoría de que el preso no era otro que el hermano gemelo de Luis XIV, que había
sido apresado para evitar que disputase el trono a su hermano. Si, como sugiere
Voltaire, el célebre preso murió a la edad aproximada de 60 años, tendría una
edad semejante a la de Luis XIV, que nació en 1638 y falleció en 1715.
A Voltaire le
seguirá, a comienzos del siglo XVIII, la princesa Isabel Carlota del
Palatinado, cuñada de Luis XIV, quien explicaría en una carta que existía un
preso muy bien tratado por la guardia real que, no obstante, iba siempre
acompañado de dos mosqueteros que tenían la orden de acabar con su vida en caso
de que decidiera despojarse de la máscara. ¿Por qué era tan importante ocultar
la identidad del reo?
La teoría expuesta por Voltaire no cayó
en saco roto, aunque ahora el escritor, Alejandro Dumas, echaría leña al fuego
en 'El vizconde de Braghetone
Aramis,
quien también se había convertido en el General de la Compañía de Jesús, se
entrevista con un misterioso prisionero de la Bastilla llamado Felipe. De su
conversación con este se revela que el 5 de septiembre de 1638, no nació
un
hijo de Luis XIII y
Ana de Austria, sino dos: Luis XIV tiene un hermano gemelo,
que no es otro que Felipe.
Aquel
segundo hijo podía, con el tiempo y armado de los intereses de un partido,
disputar la corona mediante una guerra civil, situación que inquietó a los
reyes, quienes optaron por alejarlo enviándolo primero a una casa de campo y
luego a una prisión en la Bastilla.
Felipe es
liberado gracias a Aramis quien le propone reivindicar sus derechos perdidos
sustituyendo al rey gracias a su gran parecido físico, oferta que el joven
príncipe acepta. Ambos hermanos se
encontrarían cara a cara ante el estupor de la corte.
Felipe es hecho preso
inmediatamente por D'Artagnan, quien lamenta hacerlo, y termina siendo enviado
a la Isla de Santa Margarita con una máscara de hierro en su rostro.
Otras teorías más descabelladas apuntan
al, que pasó por la cárcel durante los años cuarenta el siglo XVII, al duque de
Beaufort (otro de los posibles padres ilegítimos del rey), al ministro de finanzas
Nicolas Fouquet o, incluso, a una mujer (la hija de Luis XIII y Ana de Austria,
que habría sido ocultada ante los ojos de la corte para hacer creer que el
descendiente era varón, mientras que el auténtico Luis XIV fue adoptado).
Incluso puede que el hombre de la
máscara de hierro sea uno de los mosqueteros, por más señas – Charles de Batz –
D’Artagnan para los amigos. Eso es lo que cuenta, dice, y asegura, historiador
inglés Roger McDonald, quien se basa en la novela “La verdadera historia de
D’Artagnan y los tres mosqueteros', que bien no habría muerto en Maastricht en
1673, sino apresado y enviado a la prisión de Pignerol
McDonald defiende que 'Las memorias de
D’Artagnan', escritas por Gatien de Courtliz de Sandras, mosquetero y
ensayista, bebieron de la fuente original. Y ello fue posible puesto que
Courtliz compartió estancia en la Bastilla con el verdadero D’Artagnan.
Claro que existe otro personaje que
puede tener la llave de la verdad en sus poder: el carcelero Benigno de
Saint-Mars, el custodio del hombre de la máscara de hierro. En su
correspondencia se encuentran referencias a la imperiosa necesidad de ocultar
la identidad del preso cueste lo que cueste, ya fuese en Pignerol, Exiles,
Santa Margarita o su última parada, la Bastilla. Saint-Mars fue nombrado
gobernador de la misma en 1698, y llevó consigo a dos prisioneros, uno de los
cuales portaba una máscara de terciopelo. Su muerte aparece reflejada en su
correspondencia, y tuvo lugar en 1703, “a las diez de la mañana”.
Y hasta aquí hemos llegado
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