Nació en un frío nació
15 de diciembre de 1963 en Lucani, lo que es la actual Serbia. Desde muy
pequeño, destacó en su deporte favorito…el baloncesto
Con tan solo dieciséis años llegó a la primera
plantilla del Estrella Roja, donde jugaría durante doce temporadas. Con
desenvoltura y acierto, se hizo un hueco en el equipo y se formó en aquel club.
Sin salir de Belgrado, consiguió llevar a su
equipo a tres finales de Liga y tres de Copa. Bodan con sus 2,01, jugaba como alero
y se había convertido en un referente de un club emblemático en Yugoslavia, a
pesar de eso, su equipo no lograba materializar en títulos aquellos años de
buen baloncesto.
El dominio de la potente Cibona y la irrupción de
la mejor generación de jugadores en la historia del continente, de la mano de
la Jugoplastika de Split, impidieron a Slobodan levantar ningún trofeo.
Posiblemente
por ello tomó la decisión de abandonar el Estrella Roja y recalar, en la 90-91,
en las filas del Vojvodina que supuso una nueva confirmación de la inmensa
calidad de Jankovic.
Al año siguiente, otra vez en el Estrella Roja, volvió
por sus fueros, consiguiendo canastas imposibles y triples ganadores, llegando
a ser líder en la cancha. El galardón de mejor jugador de la Liga Serbo montenegrina
rendía justicia a su rendimiento, pero nuevamente se quedó sin el título.
Su país andaba sumergido en una guerra que parecía no tener límites en cuanto a duración y crueldad. Pese a haber alcanzado la selección absoluta y ser internacional en varias ocasiones, su sueño de disputar los Juegos Olímpicos de Barcelona con el combinado serbo montenegrino se desvaneció a causa del conflicto de su país.
Ni siquiera le quedó el consuelo de poder
competir en Europa esa temporada. Lo más viable era buscar otro equipo y jugar
en el extranjero, por lo que el nombre del alero entró en el mercado ese mismo
verano. Pretendientes no le faltarían, habida cuenta de su calidad.
1992 El contrato que le ofrecía el Panionios griego, en el cénit de su carrera, fue aceptado, además tendría como entrenador a su compatriota Vlade Djurovic, que había sido su mentor en el Estrella Roja, haciéndose con un puesto fijo el conjunto heleno.
1992 El contrato que le ofrecía el Panionios griego, en el cénit de su carrera, fue aceptado, además tendría como entrenador a su compatriota Vlade Djurovic, que había sido su mentor en el Estrella Roja, haciéndose con un puesto fijo el conjunto heleno.
En esos instantes no podía imaginar que, en tan
sólo un año, se convertiría en una de las mayores leyendas de la historia del
equipo ateniense.
Su temporada en Grecia fue soberbia, pletórica, por lo que su fama y caché subieron como la espuma y en Europa empezaba a ser temido. Asumía sus responsabilidades de líder en ataque y brillaba en cada faceta del juego.
Su temporada en Grecia fue soberbia, pletórica, por lo que su fama y caché subieron como la espuma y en Europa empezaba a ser temido. Asumía sus responsabilidades de líder en ataque y brillaba en cada faceta del juego.
En la campaña,92/93 existieron días de inspiración como los que tuvo en Roma que le valieron el sobrenombre de Bombardero Su juego resultaba mortífero, imparable, con calidad y contundencia.
El
28 de abril de 1993, el Panionios se enfrentaba en casa al poderoso
Panathinaikos, en un partido de los playoffs por el título. Cuando sólo
restaban ocho minutos de partido, Jankovic anotó una canasta ante la oposición
de Fragiskos Alvertis. El árbitro, Stellos Koukoulekidis, no concedió la
canasta y pitó falta en ataque del serbio. Era la quinta y quedaba eliminado.
Jankovic,
reaccionó con furia, y cometió el peor error de su vida. Decidió combatir su
frustración dando un cabezazo al poste de la canasta. Pero no estaba acolchado.
El jugador cayó inmediatamente al suelo, inmóvil pero consciente y sangrando
por la cabeza.
Los
compañeros servicios técnicos del club se dieron cuenta de que algo no iba bien
y rodearon al jugador.
Las
duras imágenes dieron la vuelta al mundo. Se emitieron en los cinco
continentes. Los esfuerzos médicos no sirvieron de nada y las cosas empezaron a
ir a peor.
El resultado no podía ser peor: se dañó de manera irreversible la médula espinal y quedó parapléjico, condenado a estar para siempre en silla de ruedas.
Su
mujer le dejó. Él intentó reconciliarse con la vida sacándose el carné de
entrenador y fundando un equipo de baloncesto en silla de ruedas en Atenas,
donde se quedó a vivir. Pero ya nada fue igual.
Recibió
algunos homenajes tanto en Grecia como en su país. El Panionios retiró su
dorsal (el 8) y se centró en la carrera de su hijo Vladimir, también jugador.
El
28 de junio de 2006, cuando viajaba en barco a la isla de Rodas, le sobrevino
un infarto de miocardio (había ganado mucho peso) que no pudo ser tratado,
falleciendo a los 42 años. El funeral tuvo lugar en el pabellón del Panionios y
asistieron jugadores serbios y griegos de su época.
Todavía
hoy, los hinchas del Panionios le cantan en los partidos del equipo en su
pabellón, cuyas canastas, como las de todo el mundo, están acolchadas desde
aquel fatídico día de abril de 1993 para evitar casos similares.