¿Quién no ha
podido sustraerse de contemplar todo el poder de un volcán en erupción? ¿De
saber la destrucción que ello provoca, de la posible muerte de seres humanos y
animales terrestres? Así y todo esa fuerza que lleva esa lava incandescente,
puede más que su “maldad”
ERUPCIÓN DEL
NEVADO DEL RUIZ, COLOMBIA (1985)
¡Jamás de
los jamases!, podría olvidar aquella carita redonda, ojos inmensos, con una
gran interrogación, pero sobre todo, la fuerza de la vida que se apagaría poco
a poco dándonos un testimonio difícil de perderse en el olvido. cuando ella
hablaba de su escuela y de sus exámenes, y cuando con su mano izquierda mandaba
saludos, a la vez que daba ánimos a los que trataban de ayudarla.
La tragedia
de Armero – Colombia, se debió a un desastre natural fruto de la erupción del
volcán Nevado del Ruiz el miércoles 13 de noviembre de 1985 en el departamento
de Tolima, en ese país.
Si se fijan
ustedes, verán, que la madre naturales actúa con premeditación, nocturnidad y
alevosía, pues más de uno y en 100 o 200 casos de desastres naturales, estos
suceden de noche.
Nueve de la
noche. El pueblo de Armero no sospechaba lo que se le venía encima, que mejor
voz gramatical, para definir lo que ocurriría.
El volcán
Nevado del Ruiz ubicado en el sector septentrional de la Cordillera de los
Andes, en la Cordillera Central de Colombia, y entre los valles del Magdalena y
del Cauca. Cuya cumbre alcanza una
altitud de 5321 metros sobre el nivel del mar.
Es el más activo del norte de Sudamérica, con fumarolas y emisiones de
ceniza.
Antiguamente
sus pobladores indígenas lo llamaban Kumanday. Desde finales del siglo XVI el
volcán Kumanday se empezó a llamar Nevado del Ruiz debido quizás al nombre de
Alfonso Ruiz de Sahajosa, miembro del Cabildo y persona notable de Ibagué.
Dicho volcán
entró en erupción tras un proceso de entre otros componentes, de la
desgasificación del magma, lo que produjeron una altísima presión dentro del
volcán, y lo que finalmente llevó a una erupción explosiva.
No crean que
esto sucedió de la noche a la mañana, ya que un año, antes de la erupción, las
autoridades locales, ya tenían in mente, evacuar a toda la población colombiana
que estuviese en peligro, por su proximidad con el volcán con el consabido de
la caída de ceniza y rocas, en: Murillo,
Santa Isabel y Líbano, así como los pueblos de Mariquita, Guayabal, Chinchiná y
Armero.
Y como
sucede, que entre unos y otros, la casa sin barrer, que si el mapa y la
información sobre este suceso no fueron compartidos en toda la población
ubicada en la zona de riesgo. Ni las advertencias de una posible erupción que
llegaron hasta con titulares en periódicos.
Tampoco que
quedan atrás las personas que componen El Servicio Geológico Colombiano o SGC
(anteriormente INGEOMINAS), que es una agencia adscrita al Ministerio de Minas
y Energía, encargada de realizar el estudio de los recursos naturales y los
peligros que estos amenazan, cuando declararon que los mapas de riesgo no
pudieron ser distribuidos masivamente debido al poco tiempo que hubo entre su
elaboración y la erupción del volcán.
Y como no
podía faltar el tema económico, quizá, existieron otras razones para que no se
distribuyeran: una fuerte oposición por intereses económicos.
Finalmente
sucedió lo previsto, el 13 de noviembre de 1985 a las 9 de la noche cayó sobre
estas poblaciones una masa total de material expulsado (flujos de lodo, tierra
y escombros, incluyendo magma) de 35 millones de toneladas. La caída de los
lahares duro varias horas.
En la
población de Armero, situada a menos de 50 km del volcán, los materiales
volcánicos que descendían a una velocidad de 60 Km/h, la golpearon sin
misericordia. Mientras que la mayoría de sus habitantes, se encontraban
descansando en sus hogares por ello, la reacción de las personas fue más lenta.
Entre todas
las víctimas de Armedo, una destaca por su situación. Se trata de una
adolescente, Omaira Sánchez , atrapada por el lodo y el agua, enterradas sus
piernas, colocada encima de los cuerpos de sus familiares.
Llegados los
socorristas al lugar donde estaba la pequeña, horrorizados, comprobaron que
para ayudarla, se le debían de amputar las dos piernas, y para eso se
necesitaban unos equipos de cirugía, que allí no existían y podía morir
desangrada.
Otras de la
opciones fueron traer una motobomba que succionara el cada vez mayor fango en
que estaba sumergida. La única motobomba disponible estaba lejos del sitio, por
lo que solo podían dejarla morir. Omaira se mostró fuerte hasta el último
momento de su vida, según los socorristas y periodistas que la rodearon.
Durante los tres días, estuvo pensando solamente en volver al colegio y en sus
exámenes.
Después de
la tragedia
En esta
tragedia, alrededor de 23.000 personas murieron o desaparecieron, lo cual
sumaba el 94% de la población. El otro 6% se ubicó en la región de Chinchiná.
El humo y las cenizas se levantaron hasta 15 kilómetros dejando, además, más de
4.400 heridos que fueron atendidos en hospitales de Cali, Medellín, Ibagué,
Manizales, Pereira, Girardot y Armenia.
RESUMEN
Lo cierto es
que nadie se pone de acuerdo en el número total de víctimas: 20.000 – 23.000 o
25.000. Que muchas personas atrapadas murieron porque los esfuerzos de rescate
se veían entorpecidos por el lodo, que hacía casi imposible la movilidad.
Que la
campaña presidencial, que estaba iniciada, se suspendió. Por su parte, los
grupos guerrilleros paralizaron su actividad, como muestra de solidaridad ante
la dolorosa tragedia que había experimentado la nación. El Fútbol Profesional
Colombiano también aportó a la causa, aumentando el precio de las entradas en
todos los partidos con el fin de, destinarlos a las labores de rescate. La
población, las empresas privadas, colegios, iglesias, entre otras instituciones
realizaron campañas de recolección de dinero, enseres y alimentos no
perecederos.
Este suceso
que permitió al Gobierno colombiano reflexionara y actuara estableciendo la
Dirección de Prevención y Atención de Desastres.
Ahora,
muchas ciudades de Colombia cuentan con programas para manejar cualquier
eventualidad ante un desastre natural.
Desde ese momento, los residentes cercanos al Nevado del Ruiz son
especialmente cautelosos frente a la actividad volcánica.
No hubo un componente familiar, hubo
muchas familias que estaban fracturadas, porque en el momento de la tragedia se
encontraban en diferentes sitios… Muchos niños salieron solos”, revela César
Gutiérrez, uno de los de la Cruz Roja que participaron en la
recuperación del pueblo, explica que muchos de los rescates se hicieron por
aire.
Por ello, madres, padres, tías y
hermanos quedaron sin rastro de sus pequeños, sin saber si estaban vivos o muertos.
Otras fuentes coinciden en que una buena parte de los pequeños rescatados en
Armero fueron adoptados, tanto en Colombia como en países de América y Europa
La fundación “Armando Armero” se ha
dedicado a recopilar estos casos de familias separadas durante la tragedia.
Liderada por el periodista Francisco González, la institución tiene datos de al
menos 400 niños desaparecidos aquel día.
Además de registrar en detalle la
historia de las familias, dicha organización ha comenzado a crear un banco de
ADN para corroborar sus hallazgos. Solo en 3 casos, los reencuentros lograron
materializarse, pero López confía en que divulgando el propósito de la
fundación, cada vez puedan ser más.
El caso de Felipe Salama, uno de los
niños que logró salvarse, fue dado en adopción. Ahora Felipe, trata de
encontrar sus orígenes. Como símbolo,
lleva en la espalda un tatuaje con la fecha en que erupcionó el volcán, bajo la
inscripción “Hijo de Armero”
“Yo tengo un inicio y quiero
conocerlo… Es una búsqueda que tiene uno internamente”, asegura el joven, quien
aún no ha logrado ubicar a ningún pariente biológico.
Por su parte, Marta Lucía López sigue
esperando algún día dar con el paradero de su hijo Sergio. “Sólo quiero
encontrarlo, sólo quiero saber la verdad, que sepamos todos la verdad de todos
los niños que estamos buscando”, confiesa.
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