Pues aquí donde
lo leen , les propongo que me acompañen hasta París para visitar uno de esos
lugares que son difíciles de olvidar por su carisma y por su antigüedad
Se trata del El
café del Infierno o del cabaret del Infierno), un café-restaurante que también
ofrecía espectáculos de cabaret y que se ubicaba en Montmartre, el barrio de
moda entre los bohemios franceses del siglo XIX.
Y que no estaba
pues muy cercano a él, se encontraba , entre otros el famoso Moulin Rouge.
Con la llegada de
la noche , París cambia su cara por otra menos seria , y la vuelve satírica ,
irreverente y divertida: la de los cabarets, con interminables fiestas, donde
encontrarse con personalidades como los messieurs Henri de Toulouse-Lautrec,
Charles Baudelaire o Edgar Degas.
A pesar de lo
que se puede pensar , cabarets los hay que no son tan alegres y llenos de
luces, pues para gustos se hicieron los colores y con su lado oscuro, que hacen
que nos situemos, en más oscurantismo del mundo anglosajón de la era
victoriana.
El
Café de del Infierno es
probable que hubiese estado ubicado en el nº 53 del Boulevard de Clichy. del
barrio de Montmartre . Pero ¿que tiene este cabaret?, que le haga tan diferente
a los demás?
En primer lugar
, ser uno de los primeros café-restaurantes temáticos de la Historia y que
tenía como inspiración el hogar del maligno, algo que atraía de manera absoluta
y sin tapujos
Se habla que el
responsable de este local fue A. Alexander, director-administrador del mismo .
Y que fue inaugurado a finales del siglo XIX funcionando , se cree, hasta la
década de los 20 del siglo XX (aunque otras fuentes fechan su cierre en la
década de los 50).
Dado a que ,
solo se tiene un minúscula información sólida útil sobre el establecimiento, no
podemos incluir en este artículo , como era su diseño y construcción, pero si
lo que surgía o sucedía en su interior ,
gracias en parte al escritor William Chambers Morrow en su novela “ París bohemio de hoy” editado en 1899.
Nuestro escritor
, visitó en compañía de sus amigos Bishop y Thompkins , los bohemios cabaret
parisinos , reflejando en el libros , sus experiencias
Pero continuemos
hablando del El Café de del Infierno que abría sus puertas tras llegar las
manecillas del reloj a las 20,30 de la tarde y cerraban a las 0,2, 00 de la
madrugada. El precio de la entrada era,25 francos , al que había que sumar
0,50 por la primera copa . En una vistosa tarjeta venían especificadas las distintas
representaciones ofertadas.
De momento, los
ojos de los nuevos clientes quedaban obnubilados por la puerta, que estaba
enmarcada por una maléfica boca realizada en yeso , acompañada por unos dientes
afilados, ojos desorbitados y cuernecillos de diablo . Todo el conjunto le daba
un aspecto diabólico a la vez que , hacia que pareciese que se entraba en una auténtica
casa encantada
A tono con lo
estaba en el interior, la fachada del edificio estaba estaba llena de esculturas, así mismo realizadas
en yeso que representaban figuras demoníacas y almas torturadas.
En su novela, W.
C. Morrow, describe al portero del local , disfrazado de Satanás mientras
gritaba con voz potente saludando a los clientes de esta forma :: ¡Entrad y sed
condenados!
Una vez dentro, los
parroquianos , se topaban con un local en forma de cueva y a los camareros y
figurantes del café-restaurante disfrazados de diablos, mientras que observaban, que las paredes de
los diferentes pasillos estaban repletas de grieta de las que brotaba una imitación
de lava dorada acompañadas de llamas y humo.
En cuanto a las
paredes de las salas principales , estaban cubiertas con relieves de figuras
infernales de aspecto amenazante , vamos , como si fuesen a atrapar a los que
allí estaban.
Si dirigimos
nuestras miradas el techo, más esculturas ,aunque estas no fuesen diablos, sino
las almas torturadas por toda la eternidad en el fuego del averno
No nos debe de extrañar
que la carta de bebidas y los menús hubiesen cambiado sus nombres normales , por
otros referentes al fuego eterno . Si los clientes pedían tres cafés negros con
coñac, el camarero al bar pedía lo siguiente : «¡Tres vasos hirviendo de
pecados fundidos con una pizca de azufre reforzante!». Las copas les fueron
servidas en vasos de color fosforito trasparente .
Cuan fueron a
abonar la cuenta , el camarero volvió a dirigirse a ellos de este modo: «Esto
preparará sus intestinos y los volverá invulnerables, una vez al menos, a las
torturas de hierro fundido que enseguida serán vertidas por sus gaznates…
Recuerden que aunque en el infierno hace calor, tienen más bebidas frías si
desean».
Al lado del
cabaret del infierno , se abrió otro local , y no por casualidad , bautizado
como El cielo .
La fachada de este
local, así como su interior , imitaba la de una catedral gótica y más tarde se incorporaron
figuras de ángeles sobre el dintel de la puerta principal (que estaba pintada
en color azul celestial).
Hombre si nos
encontramos en el cielo , podemos ver: querubines con pelucas rubias y coronas
de rosas vestidos con túnicas blancas, ángeles colgando en el aire, un San
Pedro presidiendo el lugar y portando en su mano una gigantesca llave, y los clientes sentados a una alargada mesa
En cuanto a las
bebidas , estas se presentaban en cálices que podían contener, a elección del
consumidor, cerveza, jarabe o aguardiente de cerezas.
Solo nos falta
imaginarnos ,los espectáculos de cabaret que se verían en esos dos locales .