Está considerada como la tribu más amenazada
del mundo (recolectora- cazadora) que existe en la Amazonía brasileña, su vida
se encuentra amenazada por la tala indiscriminada de árboles de los cuales
ellos subsisten, se alimentan y cuidan.
Todas las organizaciones dedicadas a los
indígenas, sean de la etnia que sean, o del continente donde vivan, están de
acuerdo al decir que, Los pueblos indígenas aislados son los más vulnerables
del planeta.
Que estamos asistiendo, sin impedirlo, al
exterminio de poblaciones y de culturas, ejerciendo la violencia como medio
para lograrlo: quitándoles sus tierras, sus recursos y transmitiéndoles
enfermedades: gripe y sarampión, contras las que no pueden luchar pues no tienen
defensas para hacerlo.
Su historia, es la resistencia y la
destrucción de la esperanza, y si me apuran, tal vez, de supervivencia.
“Si destruyes la selva, también nos destruyes
a nosotros”.
— Espada Awá- miembro de la tribu
La selva para ellos es más que una necesidad,
es estar en contacto con la naturaleza que les habla en un mudo lenguaje a
través, de sus árboles, de sus ríos o riachuelos, de sus animales
Únicamente deben adentrarse en ella, y
encuentran lo que necesitan para vivir, miel, caza, mascotas, porque los Awás
las tienen
Una mañana, los cazadores ya están preparados
para partir y traer comida. Es más, las mujeres awás alientan a sus maridos
para que regresen con abundante carne de caza, y los hombres les harán caso.
Los awás que aún, consiguen ser libres, lejos
del contacto de “las sociedades civilizadas” cazan con arcos de dos metros de
longitud, consiguiendo que sus fechas vuelen hacia las copas de los árboles, un
pequeño truco para evitar que los animales, que serán su sustento, se den cuenta
de su presencia
Pero no todos los awás son nómadas, los hay
que son sedentarios, y cuando han localizado a algún furtivo le ha confiscado
el arma, convirtiéndose en diestros tiradores, que por si se quedan sin
municiones, llevan su arco y un juego de flechas
Como suceden en otros pueblos nativos del
mundo, los indígenas de Brasil tienen unos intensos vínculos espirituales con
su tierra, que se refleja en su valiosa historia pasada de padres a hijos, o
del que guarda oralmente , la memoria de la tribu, en su cosmología, sus mitos
y rituales
Y como sucede en otras tantas culturas,
existen tribus brasileñas, que toman drogas alucinógenas que les permiten
viajar a otros mundos, conectar con espíritus y curar enfermedades.
No debemos olvidar, que estos rituales, los
realizan personas, en un momento clave, que no suceden de forma casual o por
ocio, es después de muchos años de preparación y aprendizaje
Pero este no es el caso de los awás, que no
toman drogas ni estimulantes. Ellos entran en trance a través del poder que
ejercen las rítmicas danzas y palmadas, que posibilita el viaje a la morada de
los espíritus o el iwa. Allí se reúnen con las almas de sus antepasados y con
los espíritus de la selva, los karawaras.
Aunque la selva, sea “su supermercado”, no se
llevan de todo, puesto que existen animales que son tabú para esta tribu y
ninguno se los comería: el capibara y el águila harpía,
Existen animales que también tienen mala
prensa son: El murciélago, pues si te lo comes te dará dolor de cabeza. ¿El
gran zorro de cuatro ojos? Huele mal. ¿Los colibríes? Demasiado pequeños.
Además, otros animales solo pueden ser
cazados en determinados momentos del año. Así los awás garantizan la
supervivencia de toda la selva, y la suya propia.
Los awás no conciben otra forma de vida, y
aunque nómadas no se quedan quietos y siempre buscan algo nuevo: alimento,
animales, porque son el cordón umbilical, que les une a su hábitat. Y es
impensable abandonar la tierra de sus ancestros
Las crías de mono aullador, necesitan leche
con frecuencia. No es raro ver a una mujer awá amamantando al mismo tiempo a su
propio bebé y a su mono adoptado.
Ahora viajaremos a los 80.
Una de bases en las que se asienta la
economía de Brasil, son sus recursos subterráneos. Y es que tan solo en la mina
de Carajás, que dista 600 km al oeste del territorio de los awás, están bajo
suelo siete mil millones de toneladas de mineral de hierro. Lo que le convierte
en la mina más grande del Planeta
Los trenes que hacen el trayecto entre la
mina y el océano Atlántico, y que lo recorren de noche y de día, tienen más de
2 km de longitud, unos de los más largos del mundo. A su paso circulan a tan
solo algunos metros de distancia de la selva en la que aún viven los awás no
contactados.
Cuando en la década de los 80, se
construyeron los 900 km de esta vía ferroviaria, las autoridades decidieron
contactar y hacer más sedentarios a muchos awás a través de cuyas tierras
pasaba el tren.
No tardando mucho tiempo, sucedió un episodio
con el que ¿nadie contaba?, brotes de malaria y gripe. En aquella aldea o
poblado, de las 91 personas que lo habitaban, solo 25 seguían con vida cuatro
años después.
En la actualidad el ferrocarril trae a
foráneos hambrientos de tierra, de trabajo y de la accesible caza furtiva en el
territorio de los indígenas.
HISTORIA DE DOS MUJERES
En 2014, dos hermas awás, Jakarewyj y Amakaria, no contactadas,
aparecieron en una comunidad de awás contactados, porque llevaban años viviendo
a la fuga, ya que se habían visto obligadas a abandona sus tierras.
Ahora pedían ayuda porque habían contraído la
gripe y la tuberculosis enfermedades frente a las que no tenían inmunidad.
Aquella noticia hizo que las personas que les
respetaban, y los seguidores de Survival
de todo el mundo, exigieran que Brasil adoptara medidas.
El Gobierno envió un equipo de especialistas
médicos. Jakarewyj y Amakaria fueron trasladadas de emergencia en helicóptero
hasta São Luís, donde finalmente pudieron recuperarse.
Sin embargo, la historia no finaliza aquí, ya
que ambas mujeres decidieron regresar a sus vidas como indígenas aisladas en la
selva, a pesar de que su libertad dependiese del hilo de la continua amenaza de
los madereros.
El grupo de awás contactados, afirmaron que
no les gustaban los alimentos o los medicamentos a los que no estaban
habituadas, ni el calor que hacía en la aldea, y que ellas siempre hablaban con
cariño de su selva.
Parece que tras emprender el viaje de regreso
cubrieron sus rastros para que no las pudieran seguir.
Rosana Diniz, de la organización de derechos
indígenas brasileña CIMI, declaró: “Debemos respetar su decisión de regresar a
la selva. Es su deseo. Las dos señoras están viviendo en un lugar que, aunque
es peligroso, es conocido y amado por ellas”.
A pesar de lo ocurrido, del deseo vehemente
de la libertad y la vida que ellas querían s seguir viviendo, Kim Hill y Robert
Walker, antropólogos estadounidenses, siguen apoyando por las expediciones de
“contacto controlado” para impulsar el contacto con pueblos indígenas e
integrarlos en la sociedad mayoritaria.
No obstante, la decisión de estas hermanas no
deja lugar a dudas, que los pueblos indígenas aislados están luchando
incansablemente para vivir en sus tierras, y depende de los gobiernos y de toda
la humanidad garantizar que puedan hacerlo”.
Si bien el territorio de los Awá esté
legalmente protegido, a los colonos y madereros ilegales, que por allí, llegan,
parece ser que “que lo desconocen” ya que han invadido la selva donde vive la
tribu: los usurpadores abren carreteras, cazan los animales de los que dependen
los indígenas y los exponen a enfermedades y violencias brutales.
La tierra ancestral de la tribu se ha
reducido cada vez más a causa de esta ocupación destructiva e ilegal. Imágenes
captadas por satélites, muestran que desde 1985 ha sido destruida más del 30%
de la selva; y en el 2009 el territorio Awá sufrió la tasa más alta de
deforestación de todo el conjunto de territorios indígenas de la Amazonía
Survival International, en abril de
2012, lanzó una campaña internacional
para pedir al ministro de la Justicia brasileño, competente en estos asuntos,
proteger efectivamente las tierras y las vidas de los Awá.
Después de dos años, en abril 2014, el
gobierno brasileño afirmó que todos los invasores habían sido expulsados del
territorio de los Awá; de hecho, en enero, había sido enviado un escuadrón de
cientos de agentes de seguridad para expulsar a los madereros y ganaderos
ilegales. Esta es una prueba precisa de que una oleada de apoyo público es la
forma más eficaz de garantizar la supervivencia de los pueblos indígenas y
tribales.
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