Aquel
jueves, 23 de octubre de 1980. Ante nuestros ojos, aparece un edificio, se tata
de la Escuela Nacional Marcelino Ugalde, donde dentro de sus paredes, bullía la
vida de 900 niños y niñas de primaria, entonces denominado EGB
Finalizado
el creo, a eso del mediodía, los pequeños regresaron a las aulas para continuar
con sus clases.
Entre
tanto un operario municipal, fontanero de profesión, había entrado en la
escuela para dirigirse hacia la cocina, el desagüe de los fregaderos estaba
atascado.
Accedió
por la trampilla y se acercó al desagüe, después encendió una cerilla con el
fin de calentar un trozo de tubo, después…después comenzó la tragedia.
Una
terrible explosión sacudió el edificio escolar que se escuchó a una distancia
de seis kilómetros a la redonda y que había hundido el suelo de dos aulas de la
primera planta.
Ciento
veinte niños quedaron sepultados bajo sus cascotes, de los cuales 48 habían fallecido,
34 rescatados con vida fueron enviados a los hospitales de Cruces, Basurto y
San Juan de Dios. Doce de ellos estaban muy graves
Álvaro,
falleció cinco días después, el 28 de octubre y doce días más tarde, lo hizo
Francisco Javier el 4 de noviembre. Con estas dos muertes el número final de
fallecidos fueron: 53, 50 niños y 3
adultos (un profesor, una profesora y la cocinera), siendo la mayoría de ellos
niños y niñas de entre cinco y seis años.
Él
fontanero sobrevivió a pesar de las graves quemaduras que sufrió en ambos
brazos y 53 familias destrozadas y un trauma colectivo.
Cuando
accidentes como este, con decenas de víctimas mortales, generan una fuerte corriente
de solidaridad, que esta vez invadió Bizkaia.
Como
era de espera, la gente no se lo pensó dos veces y acudieron en masa al lugar de
la explosión, desde el momento que se difundió el suceso.
Pero,
aquella inmensa ola de buena voluntad, terminó por imposibilitar las tareas de
evacuación y dificultó la asistencia sobre el terreno a los heridos leves que
sufrieron cortes al ser alcanzados por cristales que estallaron en añicos por
el efecto de la onda expansiva.
En
cuanto al tráfico dirección a Ortuella, durante seis horas estuvo colapsado,
mientras que cientos de personas, que no sabían cómo ayudar, acudieron a donar
a donar sangre, espontáneamente, casi un millar de ellas en la Residencia
Sanitaria de Cruces, y eso a pesar de que había reservas suficientes y no se había
hecho ningún llamamiento hizo ningún llamamiento.
Aproximadamente
a eso de las cuatro de la tarde, se inició el traslado de los féretros con
destino a las naves de los Talleres Noguera de Ortuella, donde se había
instalado la capilla ardiente.
Cuando
los coches conteniendo los féretros llegaron a su destino, les esperaban más de
las 10.000 personas venidas de todos los rincones de Bizkaia otros miles, intentaban entrar en automóviles,
autobuses y a pie.
¿Casualidad
¿. ¿Premonición?
No
pasó mucho tiempo hasta que ocurrió el accidente, de una solicitud presentada
por la Delegación de Educación al Ministerio de Educación, de una subvención de
700 millones de pesetas para cambiar las instalaciones de gas propano de los
colegios por otras de gasóleo C, en aras de prevenir accidentes.
Del
montante de la solicitud, solo se concede un 10% de lo pedido. El colegio
Nacional Marcelino, se encontraba en la lista de los que precisaban el cambio y
el presupuesto del mismo que era de 2,4 millones de pesetas. Es más. algunas
escuelas de la Margen Izquierda llegaron a suspender las clases, y pidieron una
revisión técnica antes de reanudarlas.
Es
entonces cuando la administración, emprende una revisión, general, de las
condiciones de seguridad en los colegios estatales, en especial de los construidos
dentro del "Plan de Urgencia para Vizcaya".
La
causa judicial sobre la explosión quedó sobreseída, quedando el Estado, como
responsable civil subsidiario y haciéndose cargo de las indemnizaciones.
Recabada información en:
https://es.wikipedia.org/wiki/Ortuella