TRIBUS MAPUCHE GENTE DE LA TIERRA




Habitaron hasta su incremento, hacia el este de los Andes, en los siglos XVII y XIX, y ocuparon la zona Sur de Chile, desde el río Itata


 hasta unos bosques pantanosos, al sur del río Toltén.



En las primeras crónicas de la conquista figuran como un pueblo muy numeroso.
Cultivaban papa, maíz, porotos(legumbres) y quinua (quinoa) por el método de roza. En cuanto a los recursos concernientes al litoral marítimo y a la recolección, continuaron siendo de importancia, especialmente el fruto del pehuén.

Ejercían la ganadería domesticando al chiliweke (“Su lana servía para elaborar distintos textiles, además, se ocupaba en alimentación y solía sacrificarse en lo que se llamaban las 'juntas de paz' y también en las 'juntas de guerra)

Era un camélido distinto de la llama, de procedencia genética aún confusa, llamado "carnero de la tierra" por los españoles; la posesión de un rebaño confería a su propietario gran prestigio. Este animal quedó extinguido en el siglo XVII.
Los perros también fueron una especie importante como medio de intercambio y alimento.
El núcleo social estaba ajustado en base a las familias extensas con vínculos de parentesco patrilineales que reconocían sus orígenes en ancestros míticos.


Su sociedad no tenía ni caciques, ni jefes ni jerarcas, siendo de tipo igualitario, correspondiendo a los chamanes o “machi” a los que correspondía la cosmogonía, es una narración mítica que pretende dar respuesta al origen del Universo y de la propia humanidad. Y de la   reafirmación de la identidad.
El mapuche ha basado su existencia en medio de la creación de Dios y su adaptación a ella como parte integrante, y por ello que es inevitable y necesario que todo su quehacer doméstico y social lo realice comprometido con su creencia religiosa. Cada elemento o ser de la naturaleza posee un dueño o protector.

Los nombres los heredaban de la generación precedente alterna, de abuelo a nieto. En una ceremonia que, en el caso de las mujeres, se les perforaba las orejas y no sólo recibían el nombre, sino también los atributos espirituales del donante. Así, los antepasados quedaban encarnados en la personalidad de sus descendientes.
La salud está relacionada con la religión; los deportes son competencias físicas con componentes religiosos, donde las mujeres hacen fuerza mental
Mientras los hombres hacen la fuerza física: la guerra donde antes de la batalla las machis elevaban plegarias y pedían consejos a los antepasados guerreros; los funerales son ceremonias de gran religiosidad.
En resumen, todo, absolutamente todo en la vida del mapuche es una continua oración y relación con el creador y los espíritus que acompañan a su creación.
El Admapu: el conjunto de antiguas tradiciones, leyes, derechos y normas que rigen el comportamiento y determina la identidad del pueblo mapuche, es un don entregado por Ngenechen a los mapuches.

El conocimiento del admapu era enseñado a partir de los 12 años en las mujeres y 14 años los varones. Si se trasgredía podía tener una serie de consecuencias; puesto que, si no se cumple, puede producirse un desequilibrio

De hecho, los mapuches que lo trasgredían, enfermaban y que podía alcanzar a su log, que era su grupo familiar, que es solidario en la responsabilidad establecida a partir de la transgresión.
Sus asentamientos estaban dispersos y en general eran móviles.
Área Cultural: Patagonia (América del Sur).
Lengua: Mapudungun

Ruka: casa de madera cubierta con junquillos. Considerada la posesión doméstica más importante, donde la familia se reúne tanto en prácticas cotidianas como en ocasiones

LA LEYENDA DEL PEHUÉN



Hace mucho tiempo el pueblo pehuenche vivía cerca de los bosques de pehuenes o araucarias una especie arbórea extendida en la Patagonia argentina, y en el centro sur de Chile

Ellos se reunían bajo los pehuenes para rezar, hacer ofrendas y colgar regalos en sus ramas, pero no cosechaban sus frutos, pensando que eran venenosos y no se podían comer.

Cierto año, el invierno fue muy crudo y duró mucho tiempo, tanto que la gente se había quedado sin recursos, hasta los ríos estaban congelados, y los pájaros habían emigrado

Mientas que los árboles esperaban la primavera, la tierra estaba abrazada por la nieve. Muchos de los pehuenches resistían el hambre, pero los niños y los ancianos se estaban muriendo.
Nguenechen, el Dios creador, no parecía escuchar sus plegarias. Hasta él parecía dormido.

Llegó un momento. en el que Lonko, el jefe de la comunidad, dispuso que los jóvenes partieran en busca de alimento por todas las regiones vecinas.
Los muchachos marcharon. Entre ellos, había un muchacho, que decidió recorrer una región de montañas arenosas y áridas, arrastradas sin piedad ni descanso por el viento.

Un día, que retornaba a su poblado famélico a causa del hambre y muerto de frío, con las manos vacías y la vergüenza de no haber encontrado nada para llevar a casa.
Inesperadamente, un anciano desconocido se puso a su lado. Caminaron juntos un buen rato y el muchacho le habló de su tribu, de los niños, los enfermos y de los ancianos a los que, tal vez, ya no volvería a ver cuándo regresara.
 El viejo lo miró con extrañeza y le preguntó: ¿No son suficientemente buenos para ustedes los piñones? Cuando caen del pehuén ya están maduros, y con una sola piña se alimenta a una familia entera.
El chico le respondió, que desde siempre habían entendido que Nguenechen prohibía comerlos por ser venenosos y que, además, eran muy duros.
Entonces el anciano le dijo- Es necesario hervir los piñones en mucha agua o tostarlos al fuego. -  Apenas le hubo dado estas indicaciones, el anciano se alejó y el joven volvió a encontrarse solo.

   El jefe escuchó atentamente el relato de joven; y quedándose un rato en silencio, finalmente dijo: - Ese viejo no puede ser otro que Nguenechen, que bajó otra vez para salvarnos. Vamos, no desdeñemos este regalo que nos hace. -
La tribu entera participó de los preparativos de la comida. Muchos salieron a buscar más piñones; se acarreó el agua y se encendió el fuego.
A continuación, tostaron, hirvieron y comieron los piñones que habían recogido. Fue una fiesta inolvidable. Se dice que, desde ese día, los mapuche que viven junto al árbol del pehuén y que se llaman a sí mismos pehuenche, nunca más pasaron hambre y esperan que nunca tan precioso árbol les sea arrebatado.

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