La familia Mendoza, tuvo en Catalina de Ribera,
un personaje dedicado a la cultura a través de obras que marcaron su vida,
entre ellas, dos sevillanas, la fundación del Hospital de las Cinco Llagas y la
adquisición y reconstrucción de la Casa de Pilatos, palacio en el que residió
su familia desde fines del siglo XV.
No obstante, la administración, una vez
quedase viuda, de su importante fortuna, así como su labor de impulso
arquitectónico en otras edificaciones y la tenencia de una naciente colección
de obras de arte, la convierten en una figura a tener en cuenta estando para
finalizar la edad media en la capital de la Torre del Oro Sevilla.
Estamos en el año 1.500. y Doña Catalina de Ribera, viuda de Pedro
Enríquez de Quiñones, había solicitado al Papa Alejandro VI, bula para la
fundación de una institución de caridad, y este se la concede. El hospital se construiría
en la calle Santiago de Sevilla, destinado para atender a mujeres pobres
Doña Catalina de Ribera falleció en
Sevilla, el 13 de enero de 1505. Su hijo y entonces Adelantado, Fadrique
Enríquez de Ribera, en 1540, por resultar insalubre el anterior emplazamiento
en la calle Santiago, lo traslada levantándose entonces el edificio definitivo
al norte de la ciudad de Sevilla,
En primer lugar, el trabajo de su
construcción fue dirigido por Martín de Gaínza, quien fallece en 1.556. Dos
años más tarde, 1558, será Hernán Ruiz, quien dirija las obras. El edificio se
inaugura un año más tarde en 1559, pero no finalizarán nunca sus obras,
realizando intervenciones a lo largo de los años.
Se harán cargo del edificio los priores de
los conventos de Santa María de las Cuevas, San Isidoro del Campo y San
Jerónimo de Buenavista, patronos de la institución. Fue el edificio de más
envergadura de la España de su época, hasta la llegada del El Escorial
Durante casi 200 años, fue el mayor
hospital existente en toda Europa. Estaba dotado en su momento de condiciones
higiénicas excepcionales, como cloacas o abastecimiento de agua por medio de un
acueducto, contando con una capacidad de tres mil camas.
Sigue en funcionamiento destinado a hospital,
hasta febrero de 1.972, periodo en que el edificio tuvo que ser abandonado por
su deplorable estado de conservación, aunque se seguían manteniendo algunos
servicios sanitarios.
Queda abandonado (y expoliado) durante
catorce años, tras los cuales, se cede gratuitamente a la Junta de Andalucía,
que decide instalar allí el Parlamento Andaluz, que se encuentra en la ciudad
de Sevilla
En 1.986 se elaboran los primeros proyectos
de rehabilitación y en el 87 se inician las obras que concluyen en 1.992. El 28
de febrero de ese año el Parlamento de Andalucía estrenó su sede.
Este edificio, antiguamente conocido, como
el Hospital de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, por su antigüedad.
O por ser la sede del Parlamento Andaluz, lo es sin duda por su particular
fantasma: sor Úrsula.
En 1830, hay constancia histórica de que
existió una monja de la Caridad con ese nombre. A la que acompañaba la fama, de
tratar a los pacientes con extremada dureza y de no ser flexible, en lo que a
las normas establecidas se refería.
Pero a Sor Úrsula, le llegó el tiempo de
irse con el Creado, falleciendo durante una epidemia de peste, de la misma
enfermedad de la que atendía a sus enfermos, que en honor la verdad,
seguramente no soltaron ni una pequeña lágrima.
Y es así, como comienza a manifestarse, un
fantasma vestido de monja, en el hospital.
Como se relata en la leyenda, algunas
noches aparecía aquel personaje, en la sala de los enfermos. Luego se paraba
ante uno de ellos, y se dedicaba a arreglarle las ropas de la cama. Y seguía
diciendo la leyenda que aquella persona moría al día siguiente.
Vamos que lo enfermos no querían que se les
apareciese Sor Ursula, ni para darles las buenas noches, que las ropas de sus
camas ya se las arreglarían ellos mismos
Las apariciones de la monja fantasma se
sucedieron durante toda la existencia del Hospital, pero con más fuerza y constancia,
en los últimos setenta años.
Se la podía ver, como una figura mongeril
muy nebulosa y con cierto brillo, acompañada de un manojo de llaves que tintinean,
una bajada de temperatura, con un “olor a hospital”, gritos de dolor, lamentos
y llantos de niños. Todas estas señales eran con las que se aparecía
habitualmente al que visitase el Hospital, y tuviese la desgracia de toparse
con ella
Testigos de las apariciones
Enfermos, y alguna que otra vez, le
pudieron contemplar, dos la vez en la misma habitación
Los vecinos de los edificios colindantes, o
a través de las ventanas (como en el caso de Antonio Muñoz en 1.975, de
Esperanza García en 1.980, de Carmen Cruz en 2.002),
Residentes por su trabajo en el Hospital
(como Manuel Fernández, hijo del fogonero del Hospital, que veía pasar las
camillas con los cadáveres camino del depósito sin nadie que las dirigieran),
Chatarreros que entraban a “rebuscar”
hierro en los años en que el edificio estuvo cerrado (acontecido en 1.982),
Personal de obra, ejecutor de la
remodelación del edificio (Carlos Ruiz y compañeros) e incluso políticos (tanto
Plácido Fernández Viagas, primer presidente de la Junta de Andalucía como José
Antonio Marín Rite, expresidente del Parlamento la vieron varias veces).
Claro que no podía faltar el personal de
limpieza de horario nocturno, que se vio obligado a trabajar en grupo, pues
solo no se atrevían a realizarlo solos.
Y qué decir del colectivo de seguridad, que
ofrecen testimonios como para ponernos los pelos de punta, con todo lujo de detalles: chillidos lastimeros de niños y mujeres, las
consabidas puertas que se abren y cierran solas, también, las súbitas bajadas
de temperatura sin corrientes de aire, piedras que no saben de donde salen y
que les golpean en el cuerpo, gritos y lamentos en habitaciones cerradas
Así que no nos vamos a extrañar que los
vigilantes que presenciaron estos fenómenos pidiesen la baja alegando motivos
psicológicos.
Madrugada de marzo 2002, un reloj marca la
hora, 3,30 de la madrugada y un desgarrador grito ahogado resuena en los
pasillos y patios del Hospital de las Cinco llagas: «¡Sacadme de aquí, por
favor, sacadme de aquí! ¡¡¡Sacadme de aquí, por Dios!».
Mientras que el vigilante de seguridad en
el patio 3, al hacer su ronda en esa zona veía con terror el paso parsimonioso de una
monja etérea, translúcida y espectral... Una visión quimérica, una visión de
otro mundo que sin embargo estaba ante él dejando a su pasar el frío aliento de
la muerte...
En la actualidad, los incidentes continúan,
aunque, gracias a Dios, se van espaciando en el tiempo.
Recbada informació en:
https://archivos.wikanda.es/sevillapedia/thumb/Cartuja_Sepulcro_Pedro_Enr%C3%ADquez.jpg/400px-Cartuja_Sepulcro_Pedro_Enr%C3%ADquez.jpg
https://www.launion.com.mx/media/k2/items/cache/b6481f25f452674ea0fe8ad281094c24_XL.jpg