AGUSTÍN LUENGO CAPILLA EL ‘GIGANTE EXTREMEÑO



En aquel 15 de agosto del año 1849 y en la calle Colón número 10 de la localidad pacense de Puebla de Alcocer, venía al mundo un niño, al que se impondría el nombre de Agustín, de apellidos Luengo Capilla.

El pequeño, nació en un humilde hogar quien le vería crecer, como a otros pequeños del pueblo, pero en 1863 cuando hubo cumplido los 14 años, Agustín comenzó a crecer de una forma desmedida.

Si buscamos a la culpable este desarrollo tan brutal, pronto daremos con él, se trataba de la acromegalia, una enfermedad, que en el siglo en el que nos encontramos -XIX- que ni tenia tratamiento y que era una especie de tumor, asociado a una secreción, excesiva, de la hormona del crecimiento.

Años después a Agustín Luengo Capilla, se le conocería con el sobrenombre del “Gigante extremeño”, y que se exhibiría o le exhibieron, en aquellos circos, llamados de los horrores, en los que tenían cabida: seres humanos con algún tipo de rareza, malformación, alteración biológica o con alguna extravagancia.

Aunque nos encontremos, a finales del siglo XIX, esta clase de espectáculos, ya eran conocidos en el país de Shakespeare, allá por el siglo XVII, extendiéndose por Europa y que llegaron también a España.

Así que no es de extrañar que Agustín, tuviese como compañeros a: enanos, mujeres barbudas, albinos, faquires, mujeres extrajeras e individuos con una elasticidad o fuerza desmesurada.
Y con ellos, recorrería toda la geografía española, donde exhibiría uno de sus dones, esconder una hogaza de pan entre sus manos.


En 1875, era tal extensa su fama, que es recibido por su majestad Alfonso XII, el 3 de octubre de ese mismo.  Nuestro “gigante” desde agosto, ya había comenzado a sufrir, dolores en sus articulaciones
Hablaremos ahora del Doctor Pedro González de Velasco, quien estaba adaptando su gabinete, para que, en él, cupiesen curiosidades con objetos de índole natural, etnográfico y arqueológico, la semilla del del futuro Museo Nacional de Antropología.

Pero no lo haría solo, ya que contaba con la ayuda del Marqués de Cubas quien levantaría el edificio que hoy se puede ver frente a la Estación de Atocha.
Antes de regresar de Madrid, su vida llamó la atención de González de Velasco, quien sustentaba por aquel entonces la Cátedra de Anatomía de la Facultad de San Carlos.

Después de haberle examinado, le propone un trato- Yo le pagaré, 2,50 pesetas, cada día, a cambio que, a través de un documento notarial, en el cual aparezca, que, a su muerte, su cuerpo, pase a engrosar, mi colección particular –. Y Agustín aceptó

Volvamos con el “Gigante extremeño”, quien estaba postrado en su cama, y que ya había perdido la vista, debido a su acromegalia. Estaba asistido por un profesor de la Beneficencia domiciliaria.
Dos meses después, el 31 de diciembre de 1875, Agustín Luengo, fallecía en Madrid a la edad de 26 años de edad, debido a su enfermedad. Y dos días después, el Doctor Velasco acudía al depósito de cadáveres, exhibía su contrato y trasladaba el cuerpo al Museo Nacional de Antropología para proceder a hacer la autopsia.


Tenemos que aclarar, que las técnicas de conservación de cadáveres, del momento, dieron al traste con la intención, por parte de Velasco de embalsamar el cuerpo de Agustín.
Al final dio con una opción: realizar un molde de escayola, de cual decidió hacer dos réplicas, una de las cuales, aún se conserva en el Museo Nacional de Antropología. En cuanto a la otra, se ha perdido, con el detalle, que llegó a ser cubierta por la propia piel de Agustín.

Se sabe, que dicha réplica atrajo a muchas personalidades, entre ellas en 1877 de emperadores de Brasil (Pedro II y Teresa Cristina de Borbón- Dos Sicilias) o la de Alberto I de Mónaco que lo visitaría dos veces, una en 1878 y otra un año después junto al secretario de la embajada francesa en Marruecos y familias distinguidas.


Recogida información en:
https://es.wikipedia.org/wiki/Agust%C3%ADn_Luengo_Capilla