Las
personas que vivieron durante la Edad Media, no tuvieron una vida nada fácil: Hambrunas,
analfabetismo, abusos de los poderosos, y una naturaleza usualmente hostil
Por
lo que no nos puede sorprender, que para salvar su alma y conseguir el cielo,
llegasen hasta la enajenación. Uno de aquellos penosos casos de psicología
social, lo constituye el Culto de los Carros.
Un
fenómeno que se dio, especialmente, durante la construcción de la Catedral de
Chartres , de la ciudad del mismo nombre, y una de las primeras, del entonces
nuevo estilo gótico, que empezó a levantarse en 1144 (aunque evidentemente, la
definitiva, datase de las extensas reparaciones después de un incendio en
1194).
Antes
de continuar, diremos que esos gigantes de piedra, que son las catedrales
góticas, devoraban montones de piedras en su edificación, y estas salían, por desgracia,
de canteras que distaban muchos kilómetros de distancia
En
cuanto a los picapedreros, estos, no trabajaban bajo un jornal establecido, más
bien cobraban, según fuese la cantidad de piedra producida. Después había que subir
los bloques arriba de carretas transportadas por resignados bueyes, que tiraban
de ellas durante recorridos a veces enormes.
Y
he aquí, que esto originó, algo tan curioso como el Culto de los Carros, que consistía,
en que aquellos hombres llevados por la necesidad de salvar su alma y llegar al
cielo, se uncían ellos mismos, reemplazando a los bueyes para tirar de los
carros, en reparación de sus pecados.
Claro
que otros, iban más allá, pues una vez llegados al destino, pedían, suplicaban
a los sacerdotes, que los flagelasen, para así, completar su mortificación,
vista por la iglesia, como se relata en el año 1145, en una epístola del
arzobispo Hugo de Ruán
( declarado santo por l iglesia católica) para el obispo
de Amiens: "...los hombres, en su humildad, empezaron a llevar a rastras
carros y carretas para la construcción de la catedral, y su humildad estaba
incluso iluminada por milagros".
Pero
no piensen ustedes, que solo el pueblo llano, fue quien participó en este desatino,
pues en ese mismo año, Haymo, cronista y abad de Saint-Pierre, describía, que
poderosos príncipes del mundo, nobles y damas, se habían apeado de su orgullo,
para acarrear, como bestias de carga, hasta la morada de Cristo: vinos, granos,
aceite, piedra, madera y todo lo necesario para las necesidades vitales, ¿o
para la construcción de la iglesia?".
La
larga cola de seres humanos arrastrando los carros, iba en silencio, solo
interrumpida en un alto del camino, por las confesiones de los pecadores, y sus
suplicas por el perdón de sus pecados.
También
por la voz de los sacerdotes, que les exhortaban a que, en sus corazones, el
dio dejase paso al amor. A que se perdonasen las deudas, a que se establezca la
unidad de los corazones
Claro
que existían los que, cegados por la codicia y el mal, no estaban por la labor
de llevar a la práctica aquellas recomendaciones. Al momento su ofrenda era arrojada
de la carreta como algo impuro y él mismo, ignominiosa y vergonzosamente
excluido de la sociedad de los santos.
Por
las pocas carreteras, que existían, la comunicación se hacía a lomos de animales
(caballos, mulas, camellos, o los carruajes arrastrados por estos animales, que
llevaban mercancías y personas, correspondiendo a las grandes mercancías su
trasporte por mar o bien por vías fluviales.
Para
eso estaban las cocas en la Edad Medía,
las carabelas,
que podían llevar hasta 300 toneladas de carga,
o las 500 que podían transportar
un bajel
Tenemos
que pensar, que los trayectos, eran más bien cortos, pues solo eran dentro de
la relación, entre regiones, y que tenía para ello, un gremio, compuesto por
arrieros profesionales, que, a través de los siglos, llegaron a ser un
colectivo con muchos privilegios
Si
nos ceñimos a las ferias y mercados, que estaban limitados al ámbito regional o
local, el transporte partía de personas, vinculadas al pueblo que las hiciesen,
pero de manera temporal, ya que, al finalizar las tareas agrícolas, se
dedicaban, al comercio, por turnos, entre los jóvenes y adultos del pueblo
Por
aquel entonces, solo existían dos tipos de vías: los caminos de herradura
Las carreteras eran
escasas, y sólo unían las principales ciudades. Tal y como suponemos se
trataban de caminos nada seguros.
Recogida información en :
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