Quinto Sertorio nacido en el 122 a.C., nacido
en el seno de una familia no muy conocida, de origen sabino.
Los sabinos eran
un pueblo ganadero que habitaba las colinas cercanas a Roma en el Lacio, se
ubicaron al oeste de los Montes Apeninos, ocupando toda la ribera este del río
Nera y a ambos lados del Velino (Velinus), hasta llegar al Tíber y el Aniene
(Annio) en el sur.
En 99 a.C., se le envía a Hispania, ya como
tribuno militar de Tito Didio. En el tempo que duró su estancia en ella,
combatió contra los celtíberos, haciendo frente a una sublevación en la ciudad
de Cástulo, acciones por las que recibió la corona gramínea.
Pero ¿qué era la corona gramínea? En la
Roma republicana y al comienzo del Imperio, se conoció por corona gramínea o
corona obsidional, la máxima y más rara condecoración militar.
Estaba reservada únicamente a los generales o
comandantes que salvaban a un ejército entero.
La corona se hacía con flores, hierbas y
cereales (de donde toma el nombre), incluyendo trigo, recogidos en el mismo
campo de batalla y trenzadas. Era otorgada por el propio ejército al general
que lo había salvado.
Fue elegido pretor en el año 83 AC, cuando
Roma se encontraba en plena guerra civil. Aunque lograse hacerse con la ciudad
de Sessa Aurunca, se vio forzado a refugiarse en Etruria porque fue abandonado
por sus soldados. Tras la finalización de su mandato fue enviado a la Hispania
Citerior con el grado de pretor.
Con la llegada de Lucio Cornelio Sila, procedente
de una familia patricia a Roma, quien se convertiría en un terrible dictador,
Sertorio era para Sila un enemigo, así que le despojó de su cargo, nombrando a
Lucio Valerio Flaco como gobernador de Hispania Citerior
Ayudado por Cayo Annio Lusco intentarían
desalojar a Sertorio de su gobierno con un ejército de 20.000 hombres.
SERTORIO EN HISPANIA
Este, pensó que la mejor manera de ganarse
a la población local, era, que sus soldados en vez de residir, como de
costumbre, en casas de la población civil, lo hiciese en sus propios
barracones.
Tras haber fortificado, los estratégicos
pasos de los Pirineos, los puso a cargo de su lugarteniente Livio Salinator,
que contaba con 6.000 soldados.
El amigo de Sila, el general Cayo Annio,
tras observa dichas fortificaciones, se decidió por la traición,
sobornó a un
soldado para que asesinara a Salinator. Muerto este el resto de tropas se
rindieron y abrieron los pasos para que el ejército de Annio Lusco entrase en
la Península tranquilamente.
Mientras tanto, Sertorio que solo contaba
con 3.000 hombres optó por escapar a Cartago Nova, para embarcarse de allí a Mauritania.
Tras toda una odisea de viaje marítimo en el que le pasó de todo, logrando
entablar contacto con los piratas cilicios, se alió con ellos para saquear las
islas baleares según Plutarco,
REGRESO A HISPANIA
Sertorio regresó a Hispania en el 80 AC,
desembarcando exitosamente en Baelo Claudia (cerca de Tarifa),
Los numerosos triunfos hicieron que
Sertorio se ganara el cariño de la población, razón que aprovechó, este, para
reclutar más hombres para su ejército.
Sertorio enseñó a sus jóvenes reclutas
hispanos a luchar al estilo romano: de
forma ordenada y disciplinada. Asimismo, les entregó un buen equipo militar,
buenos cascos, escudos e incluso túnicas de alta calidad. Todo ello sin
escatimar gastos.
LLEGADA DE POMPEYO
Roma, decidió acabar de una vez por todas
con Sertorio y creo un potente ejército, al mando del cual se puso a Cneo
Pompeyo Magno, un joven y brillante general.
ALIANZA CON MITRÍDATES
En el año 75 AC, Sertorio, viendo la diferencia
numérica a la que se enfrentaba y sufriendo carencia de medios, sobre todo
botines y dinero con que contentar a sus soldados, se decidió a sellar un pacto
de mutuo apoyo con el rey Mitrídates del Ponto, el mayor enemigo de Roma
Mientras tanto, su aliado Marco Pepena,
buscaba obtener el mando supremo y no cesaba de levantar a sus soldados romanos
en contra de Sertorio, al que tildaba de cobarde por sus métodos guerrilleros.
Las incesantes huidas y revueltas, incitados por las maniobras de este, fueron
minando a lo largo del año al ejército de Sertorio.
Y quizá como era de esperar, Sertorio,
viéndose arrinconado y presa de furia por las desbandadas de sus aliados
hispanos, resolvió castigarles de la peor forma; asesinando a gran parte de los
jóvenes estudiantes de la academia de Hosca (Huesca), muchos de los cuales eran
hijos de jefes hispanos. Los jóvenes supervivientes fueron vendidos como
esclavos.
MUERTE DE SERTORIO
En
el año 72 a.C., cuando durante una cena Perpenna tomó una copa de vino, y con
disimulo la dejó caer, haciendo gran ruido. Aquel suceso nada extraño, era la
señal convenida. Antonio, que estaba
tendido al lado de Sertorio, le hirió con un puñal. Volviéndose éste al golpe
intentando levantarse, pero Antonio se lanzó sobre él y le cogió por ambas
manos, de modo que, hiriéndole muchos a un tiempo, murió si poderse defender”.
Plutarco.
LA
LEYENDA DE LA CIERVA BLANCA
Tras
su llegada, a Lusitania, al cabo de unos días, una cierva domesticada que tenía
un pastor del campamento de Sertorio, alumbró varios cervatillos, uno de los
cuales era completamente blanco.
Quinto,
miraba ensimismado a la recién nacida, creyéndola un signo de buena suerte,
decide adoptar al animal que empezó a seguirle a todas partes, y que según
Sertorio le había sido enviada por la diosa Diana.
Gracias
al maravilloso animal, persuadió a los supersticiosos Lusitanos de que la
cierva le hablaba en sueños y le trasmitía mensajes de apoyo de la Diosa. Así
pues, 4.000 infantes y 600 jinetes lusitanos se unieron a su ejército.
Pero
cierta mañana, la cierva se escapó. Parece que Sertorio, supersticioso como
buen romano que era, tuvo tal ataque de ansiedad, que hubo que relajar con
friegas e infusiones hasta que, ya más tranquilo, designó partidas de hombres
para que buscaran al animal
Pero
el bando romano también estaba al tanto de la huida, así que aceptaron,
deambular por los bosques con sus propias partidas de caza.
Suetonio,
historiador y biógrafo romano durante los reinados de los emperadores Trajano y
Adriano, cuenta que los ejércitos enfrentados se olvidaron mutuamente de volver
a las refriegas, porque lo único que les obsesionaba era el susodicho animalito.
A pesar de las partidas por localizar a dicho animal este no apareció.
Meses
después, en el marco de una batalla decisiva, Sertorio avanzaba a la cabeza de
sus hombres con indisimulado pesimismo. No le preocupaba la calidad de sus
fuerzas, ni la disposición del adversario sino el hecho de que no estaba su
cierva blanca para alumbrar su suerte.
En
algún momento del choque, el animal perdido irrumpió en las primeras filas,
produciendo un golpe psicológico tremendo y provocando una desbandada en las
filas romanas. A partir de este momento las fuentes difieren.
Suetonio
dice que la cierva murió aplastada por las patas de un caballo, mientras
deambulaba, asustada, por el campo de batalla.
Pero
para Salustio, historiador romano, que por su obra es considerado como uno de
los más importantes historiadores latinos del siglo I a. C. y de toda la latinidad,
defiende que, corriendo, se metió en medio de un enorme charco que había en la
explanada y al salir, mostró su esbelto lomo… ¡de un precioso color marrón!;
alguien había blanqueado a otro animal para hacerle pasar por la verdadera y
albina cierva
Recabada información en :
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