La primera presentación de cualquier
ser vivo, en la naturaleza, es su nombre en latín o su procedencia Según la
leyenda, el Arca de Noé se elaboró con su madera
En este caso, recibe diferentes
nombres: sin son expertos en botánica, lo llamarán Quercus Robur, (que proviene
del vocablo griego kratós). El ciudadano de a pie, le llamará roble común,
adornado por la sabiduría, el respeto y fuerza, pues debido a su longevidad y
tamaño, es representado por una persona adulta
El dios de todos los dioses griegos,
Zeus, su primer templo no tuvo columnas, ni fuego sagrado, fue un bosque de robles,
ubicado en el país de los molosos, donde la gente llegaba, para consultar el
oráculo de Zeus, así mismo, el de Afrodita
La contestación a las preguntas que
se le hacían, eran respondidas por el mismísimo Zeus, a través del rumor de las
hojas de los robles sagrados, agitadas por el viento.
Localizar la
flor del roble, tan esquiva, estaba considerada como algo prodigioso.
En Galicia se cuenta, que este
árbol, puede tener la cruz y la cara de la moneda, es decir, buena o mal sombra,
que dependerá, de que sus ramas entre tejidas de manera apretada y tupida. O sea,
si vemos que la sombra del roble, no tiene ninguna entrada de luz “es buena sombra.
Lo contrario, si las ramas dejasen, aunque fuese un diminuto hueco, por donde
entrase la luz, sería “mala sombra”
Para evitar la negatividad de la “mala
sombra”, en la entraña del roble vive la tejedora (se supone que es un arácnido),
que le cuida, le protege y entreteje sus ramas. Este acto lo lleva a cabo, en
los primeros días del otoño, pues es cuando las ramas están menos cargadas. Y
así llegada la primavera y las hojas se renueven, el tejido creado, no permita
que pase la luz
LA LEYENDA DEL ROBLE SAGRADO
CARACOCHA
Nos encontramos en Galicia, por más
señas en Montederramo -Orense, donde va a trascurrir esta historia.
Todo comienza con la llegada de la
peste negra, que se hacía con la vida de todos aquellos a los abrazaba, sin que,
entre los galenos, existiese alguien que conociese la cura para tal enfermedad.
Pedro Fernández de Castro, hombre de
confianza del rey Alfonso XI y poderoso señor de Sarria y Lemos, observaba como
la peste avanzaba, por lo que decide aislarse, con su familia en su castillo de
Monforte, acción que no le valió de mucho, pues la menor de sus hijas la
contrajo.
Una serie de circunstancias, le
harán que este pida ayuda a Bernando el boticario más sabio la corona, que vivía
en el monasterio de Montederramo, en la ciudad del mismo nombre, en la
provincia de Orense
Bernando contó a sus ayudantes, la
urgencia de encontrar el remedio para la sanación de la pequeña. Pero un día, Samuel,
aprendiz de Bernando, el más joven y talentoso de todos sus discípulos, desapareció,
así que todo el mundo pensó, que había huido porque no sabía como ayudar a
localizar el medicamento apropiado.
Pero se equivocaron, Samuel regresó,
pero no lo hizo solo, le acompañaba Elvira Boborás,
una anciana de ojos claros, con la
cara agrietada por arrugas hondas y grises y el pelo desmarañado del color de
los topos. -Bernardo. Ha esta mujer, la conozco desde pequeño, es una ermitaña
que hace verdaderos milagros
La palabra milagros hizo que el
boticario pidiese al abad que encarcelara a los dos, y así se hizo, aunque el
hecho de no encontrar ningún remedio para la pequeña, hizo que el abad en
secreto, sacase a Samuel y a Elvira, para llevarlos hasta a botica.
-Necesito unas tijeras-. Después si
ser vista trepó a lo alto del un roble que estaba al lado de la fuente y
regresó con una de sus ramas, para encerrarse en a botica hasta la mañana siguiente
cuando entregó al abad un ungüento.
El boticario, escondido escuchó la
conversación y según desaparecía el abad, esgrimió la palabra miedo para que
sus ayudantes le acompañasen aquella noche y deshacerse de Elvira, quien
maniatada y sin casi ropa era conducida a la plaza para posteriormente atarla
al roble y con una antorcha prenderla fuego
Samuel asistía si poder hacer nada,
viendo como las llamas consumían a la mujer. Tan absorto estaba, que no se dio cuenta,
que el boticario había dado orden de prenderlo, acusándolo de merecer también
el fuego por haberse convertido en discípulo de ella.
Así que le ataron al mismo roble, en
el que ermitaña, acababa de arder. Samuel cerró los ojos y comenzó a rezar. El
boticario se disponía a prender la hoguera cuando un silbido cortó el aire y
una flecha le atravesó por la espalda.
El aprendiz de boticario abrió los
ojos y vio a un hombre a caballo con la ballesta en su mano y en la otra un
escudo donde rápidamente reconoció los seis roeles azules de la Casa de Lemos.
El remedio había funcionado y el noble en persona y su guardia habían regresado
a agradecer a la mujer que, con su sabiduría, había salvado a su hija.
Al regresar al monasterio, cavilaba
angustiado que la hija del noble se había salvado, pero el boticario había
matado a la única persona que conocía el secreto contra la peste, que ahora
seguiría segando vidas y extendiéndose por Galicia.
No obstante, al entrar en la celda donde
había estado Elvira, el corazón le dio un vuelco al ver lo que había grabado en
el interior de la puerta de madera. Sin duda, había anticipado lo que ocurriría
y, segura de su muerte, quiso dejar la cura de las hojas de roble.
A Samuel, el abad Pelagio, le nombró
boticario del monasterio de Montederramo. Sus preparados, salvaron muchas vidas,
aunque no impidieron que la muerte negra, consiguiese llevarse con ella a miles
de vida
Antes de terminas, debo decirles que
la huella que las llamas dejaron en el árbol jamás desapareció. Esa cara del
roble se secó con el tiempo y los vecinos lo bautizaron como Caracocha.
Incluso podrido en uno de sus lados,
el roble creció vigoroso durante siglos, proporcionando remedios y sombra a los
vecinos de Montederramo.
Por desgracia, hace cuatrocientos
años, la Caracocha ardió en un incendio. Entristecidos por la pérdida de su
símbolo, los vecinos plantaron otro roble en el mismo lugar. Como si se tratase
de una reencarnación, el árbol se elevó, presentando en su corteza la marca de
su historia, una cara hueca y negra, memoria de la historia de Elvira de
Boborás.
Sea cual sea, su historia o su
leyenda la historia y la leyenda, la verdad es que la Caracocha sigue hoy en la
plaza y en el escudo del pueblo, velando por el futuro de Montederramo y su
monasterio
Recogida información en :
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/b6/Alfonso_XI_de_Castilla_%28Museo_del_Prado%29.jpg
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