Yo, Diana de Poitiers, nacida el 3 de
septiembre de 1499, en una de las familias más nobles e importantes de Francia,
admito que mi final no fue nada romántico.
El padre de Diana, fue un personaje muy
conocido, Jean de Poitiers, conde de Saint-Vallier y vizconde de Estoile.
Cuando Diana contaba 6 años de edad, su
madre, Jeanne de Batarnay, fue enviada a la corte, donde pasó casi una década,
como dama de Ana de Francia, hija de Luis XI.
Mi belleza siempre fue una de mis armas
favorita. Acordaron mi matrimonio con Luis de Brèzè, 40 años mayor que yo, y yo
con tan solo 15 años.
Este gentil hombre, era conde de
Maulevrier y señor de Anet, representante del rey en Normandía, como gran senescal.
Esta palabra indicaba, que Maulevrier, al ser cabeza principal de la nobleza,
gobernaría, especialmente, en la guerra.
El citado señor, descendía, de una rama
bastarda formada, por una relación surgida entre Carlos VII y su amante Agnès
Sorel. Los años, en los que estuvieron casados, Diana se portó como una esposa
y madre ejemplar. A pesar de la gran diferencia de edad, le respetó y le hizo
padre de dos niñas. Sin embargo, el fallecimiento de Luis, daría un giro de 260
grados, a su vida
1531 Yo Diana de Poitiers, me quedo
viuda a los 31 años. Un año antes, los dos hijos mayores del rey Francisco I de
Francia, habían regresado de la corte española. En ella estuvieron como
rehenes, debido a la derrota que supuso a su padre, la batalla de Pavía, contra
el rey español, Carlos V, acontecida en 1525.
Carlos I de España - Carlos V de Alemania,
había hecho prisionero al rey francés, quien quedó solo en libertad, por el
tratado de Madrid que reclamaba a sus dos hijos como rehenes.
Enrique, uno de los hijos de Francisco I de Francia, que entonces tenía 11 años, se reencontró con Diana, a quien tenía
siempre en cuenta, por ser ella, la última persona que le había consolado, cuando
debía partir hacia Madrid. A partir de aquel suceso, Enrique había permanecido enamorado
de la belleza y personalidad de Diana.
Evité a toda costa, que el luto empañase
mi vida, así que busqué un modelo a seguir… y lo encontré en la vida y obras de
Artemisa hija del rey de Halicarnaso (Conocida como tirana de Halicarnaso.
Reina doria, guerrera, de gran valentía y reputación, y quien llegaría a ser uno
de los consejeros más queridos del Gran Rey).
Decidí que los colores, blancos y
negros, fuesen mis colores básicos. En el escudo de mi casa, puse, una antorcha
invertida, símbolo de las viudas. Los restos mortales de mi esposo, descansaban
en un mausoleo, en la capilla del castillo de Anet
En esta ocasión es Diana quien superaba
en más de 20 años en edad, a la de Enrique, pero no dudó en aceptarle como si
de un amor cortés, se tratase, rodeando de un halo entre misterioso y sacro,
que hizo posible, su transformación, de viuda, en diosa de Olimpo.
Es más, se
hizo retratar como se representaba a la diosa Diana cazadora. Los símbolos no
se cortaron porque en el año 1547, Enrique subiese al trono, pues no dudó en crear,
el famoso escudo, con sus entrelazadas
Lo cierto es que nunca fui únicamente la
amante del rey, llegando a utilizar, esa conexión, en asuntos de gobierno,
procediendo a hacer y deshacer, como lo hiciese un primer ministro.
Utilizó su poder, como consejera del rey,
para que este, se casase con la reina legitima Catalina de Médicis, con la
intención, de que Catalina, diese al reino un heredero. Cuando los hijos
llegaron, Diana se ocupó de su educación.
En la corte, se hablaba, que, en los
primeros años del reinado, de Catalina de Médicis, tuvo que soportar mi
presencia, capeando el temporal como pudo.
En 1559, a Enrique le traen, de una batalla,
herido de muerte. La reina me prohibió, que me colocase al lado del monarca,
durante las exequias, para después apartarme de la corte, y dejar de ser la
educadora de sus hijos
Por eso no dejé de tener, relaciones,
con las familias más importantes. Ni tampoco, que desde el castillo de Anet,
donde me exilié, me trasladase hasta París, manteniendo mi puesto, en la
sociedad aristocrática.
Mientras que su majestad Catalina,
exigió las joyas de la corona, que Diana, lucia, y el cambio del castillo de Chenonceau,
por el de Chaumont, aunque debía de actuar con astucia, pues de sobra conocía, la
influencia, que su eterna rival mantenía en París, por lo que una venganza, se
podría volver en su contra.
Fallecí a los 66 años de edad, en mi
castillo de Anet el 25 de abril de 1566. ¿Pero de qué morí?
LA OTRA HISTORIA
Uno de sus
contemporáneos, Brantôme, había mencionado que la joven –de quien alababa su
gran belleza y lozanía– ingería regularmente oro disuelto en sus bebidas, como
un elixir de juventud.
Todo parece ser, que mi obsesión, por mi
eterna juventud, junto al brillo de una belleza sobrenatural, el hecho de beber
con las bebidas, pequeñas cantidades de una solución líquida de oro potable, mi
tez se volvía pálida. La tradición cuenta, que, durante la Revolución francesa,
mi cuerpo fuese profanado
2008. Año en que se pudo comprobar,
gracias a una excavación arqueológica, en el lugar donde había sido sepultada,
la duquesa, gracias a la recuperación de unos restos, cuyas características
físicas concordaban con las de Diana, y que revelaron que tenían
inexplicablemente una concentración de oro muy alta, en los residuos de tejido
y del cabello, de la aristócrata
Recabada información en:
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