El mundo se ha vuelto loco, y ahora lo que
priva, ¡es ser un experto cocinillas, perdón, perdón!, ser chef o cocinero. Y
no se cómo aguantamos, las recetas de gente famosa o famosilla a todas horas y
somos capaces de comprarles sus libros de recetas.
Con lo bonito que era antes,
cuando se pasaban de generación en generación, recetas que sabían a gloria, por
su dedicación y porque había que hacerlas varias horas. Hoy en día echamos mano
del robot y nos quedamos tan pichi.
Nuestro chef particular nació, en
el año 1631, él muy francés, en París. Y su verdadero nombre era Fritz Karl Watel,
cocinero y maître francés de origen suizo, famoso por haber inventado la crema
chantilly en el castillo del mismo nombre (Chantilly), cuando servía a Luis II,
Príncipe de Borbón-Condé.
Hijo de un humilde padre techador.
Vatel con quince años, ya es suficientemente mayor, para dejar atrás, la
profesión que su progenitor tenía, eligiendo, la repostería. Y así lo hace,
entra como aprendiz en la pastelería que Mesie Jehan Heverard, el padrino de su
hermano, tenía, donde estaría durante siete años
Alguien que ve en él, buenas maneras,
cuando Francois contaba veintidós años, le contrata como pinche de cocina en el
palacio de Vaux-le-Vicomte, en fase de construcción por el marqués Nicolas
Fouquet, al que nombrarían, ese mismo año Superintendente de Finanzas por el
cardenal Mazarino, quien llevaba la regencia, de Francia, debido a que Luis
XIV, aún era menor de edad,
Como Vatel resultó ser una
persona activa y bien dotada para la organización, es nombrado «maestro de ceremonias»
de Fouquet.
El 17 de agosto de 1661, Fouquet
invita al rey Luis XIV, de 23 años de edad, junto a la reina madre Ana de
Austria y toda la corte, para celebrar la inauguración del palacio de
Vaux-le-Vicomte. Vatel.
Y es aquí cuando Francois Vatel,
tiene que demostrar su valía. Sentado en una de las mesas de la cocina, se
imagina como quedaría el salón con 80 mesas, más 30 mesas de bufé y cinco
servicios de faisanes, codornices y perdices.
Además, estaba el tema de la
música, por lo que Vatel, se interesó, ¡cuál era el compositor favorito del rey!,
que no era otro, que Jean–Basptiste Lully, así que se escenificó Les Fâcheux,
una comedia-ballet fruto de la colaboración entre Molière y Lully, compuesta
para la ocasión, ¡representada por !84 violines!
Nada le parecía caro a Fouquet,
con tal de que su majestad, quedase satisfecho de la fiesta, Así que decidió
tirar la casa por la ventana; diamantes y caballos, como recompensa, para los
ganadores de los juegos que los nobles disputarían
Ni que decir tiene, que todo el
mundo disfrutaba de la velada … bueno no, todo el mundo no, ya que, para el Rey
Sol, aquella velada tan lujosa, la interpretó como una afrenta personal- ¡Se
está intentado equipará conmigo! ¡O sea con su rey!
Quince días más tarde de la noche
de la celebración, Fouquet fue despojado de todas sus propiedades, detenido y
encarcelado en la torre del Pinerolo, donde cumpliría una doble sentencia de
destierro y cadena perpetua. Y es que
Luis XIV, opinaba, que todo aquel despliegue de ostentación había sido robado
al Estado, y él, era el Estado.
Como el miedo es libre, Vatel,
huyó de Versalles para exiliarse en Inglaterra, por temor a ser, también
detenido. ¡Menuda metedura de pata! Y es que Vatel ignoraba que el rey deseaba
emplear el personal de servicio de Fouquet para su nuevo palacio,
En Inglaterra conoce a Gourville,
un amigo de Fouquet con el que se reencontró en Flandes, donde éste convenció
al príncipe Luis II de Borbón-Condé, el Gran Condé, de que contratase a Vatel
para su palacio de Chantilly.
En 1663, François Vatel es
nombrado encargado de la organización, de las compras, del abastecimiento y de
todo aquello que corresponde a «la boca» de palacio.
Tras muchos años de espera y de
muy importantes trabajos destinados a la renovación de su palacio, el 21 de abril de 1671, el Príncipe
de Condé, caído en desgracia después de haber participado en la rebelión
nobiliaria de la Fronda contra Luis XIV y al borde de la ruina, invita al rey y
a toda su corte de Versalles.
La fiesta tendría una duración de
tres días y tres noches, o sea, de la noche del jueves a la del sábado
incluyendo sus tres respectivos banquetes, ante la aprobación tres mil
invitados.
Esta
recepción, que llegaría a costar, el módico precio de 50 000 escudos reales, comprometería
marcar por completo el retorno en gracia y el perdón de Luis XIV, que a
depender …de un simple, entre comillas,
encargado de compras y maestro de ceremonias llamado Francois Vatel.
El cual solo y únicamente tiene
quince días para: realizar grandiosas
puestas en escena, dejar iluminar la noche con fuegos artificiales, juegos de
luces y sombras, naumaquias, elaborar candelabros con masa de pan sin levadura,
viandas, centros florales con caramelo «soplado» (según la técnica de los
vidrieros), sopa de tortuga o trucha a la crema, entre otras exquisiteces.!
Una comitiva, encabezada por una
hermosa dama, Anne de Montausier, por más señas, la favorita del rey, y la
delegada personal de la reina, apareció dos días antes del evento, quien se sorprendió
ante el escaso aprecio, que su persona recibió por parte de Vatel.
Anne pensó que había que solucionarlo,
y sacó todas sus armas de seducción para emplearlas contra el maestro de
ceremonias, quien no tardó en caer, en las redes de aquella intrigante dama disfrutando
ambos de largas noche de amor.
Luis XIV llegaría al castillo de
Chantilly la noche del jueves. Y como
una fila de fichas de dominó, comenzaran las desgracias: Dos mesas no pudieron
degustar el asado, ya que no se tuvo en cuenta a veinticinco comensales. Los
fuegos artificiales tampoco funcionaron… ¡Y costaron 16 mil francos! Este hecho afectó mucho a François Vatel:
” He perdido el honor, esto es
una vergüenza que no podré soportar, la cabeza me da vueltas, llevo doce noches
sin dormir. “Un compañero de François Vatel alerta al Príncipe Condé de las
duras palabras y este lo visita inmediatamente en sus aposentos:
«Vatel todo marcha bien; la cena
del Rey ha sido excelente No os atormentéis, todo va bien”
Otra desgracia estaba por caer. Y
es que al rey le gustaba jugar a los naipes, y claro las apuestas entre él y el
Príncipe de Condé, debían ser altas. Cuando este vio que no podía apostar
dinero dijo a al rey - Pongo sobre la mesa a mi maestro de ceremonias, que
pasará a vuestra majestad si yo pierdo- y perdió.
Mientras todos duermen, para eso son
las cuatro de la madrugada, Vatel contempla con estupor la llegada de las
carretas que traían el pescado ¡perdón, carretas no, una sola! Y la espera del resto se hace insoportable.
Fue en ese mismo instante cuando François Vatel vislumbró la cruda realidad.
No estaba dispuesto a soportar
una segunda humillación pública ante el Rey. Y competir con el Rey Sol por una
de sus amantes, era algo ilógico. Así que Vatel se siente solo y decepcionado,
con una sola idea rondándole por la mente, desaparecer en la más absoluta
desolación
Apurado por su autoexigencia, y teniendo la firme convicción de que había fracasado, subió a su habitación, apoyó su espada contra la puerta y se atravesó el corazón.
Tras la muerte del «gran Vatel»,
Gourville se encargó de reparar su muerte. Comenzaron a llegar carretas
repletas de pescado fresco, todos los problemas se resolvieron.
Cuando el Rey es informado del
trágico final del maestro de ceremonias, desaprobó su radical determinación y
Luis II de Borbón-Condé obtuvo el puesto de comandante en jefe del Ejército
francés. Al fin y al cabo, no había sido para tanto.
Es probable que Vatel, no hubiese
inventado la crema chantilly para esta ocasión y que esta fuese conocida tiempo
antes del banquete. El drama y la subsecuente descripción de la comida por
parte de los comensales ayudaron a popularizar la crema chantilly para el uso
en postres.
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