Me parece
que su majestad la reina Victoria de Inglaterra, se pasaba por la manga, sin
doblar el codo, todo lo concerniente a su salud. Y si se trataba de comida. ¡ni
mentarlo!
Aunque no
nos tiene que sorprender, pues a mí, me ha pasado no hace muchos meses que tuve
que desplazarme hasta Oviedo, para asistir a la boda de una antigua amiga.
De momento,
el mismo día de la boda, a las 12,00 “pincheo”. Bueno lo del “pincheo” era una
mesa construida con caballetes para lienzos, más larga, que una semana sin pan,
donde se encontraba de todo: embutidos diversos, tortilla de pata normal otras
con (atún-chorizo-pimiento rojo y la consabida con mayonesa, queso y jamón
york). Rabas. Sándwiches varios y diversos. Bollos preñados con huevo y
chorizón y unos cacitos con un fresco gazpacho.
A las
15,30 la comida, que como tengo a mano el menú, solo recuerdo unos cuantos
platos: centollos, langostinos a la plancha, almejas a la marinera. Vuelta con
los embutidos. Croquetas, pimientos rellenos de bacalao. Entrecot y Pixin (que
es un pescado blanco)
A las
21,40, lo que sobró de lo que se pudo guardar, entre ellos, los bollos
preñados. Después, unos días de sobrias comidas.
Bueno
mejor será dejar de hablar de mis experiencias en cuanto a convites y hablarles
de su británica majestad.
Mientras su majestad Victoria, reinó en Inglaterra, en los banquetes reales, era costumbre servir entre cuatro a seis platos, que contenían de siete a nueve manjares, en cada uno de ellos. La sorpresa es que, eso ocurría a diario, y no en las grandes ocasiones con platos de este calibre-
asado de cordero y bacalao con salsa de ostiones entre otros. Amén los postres, profiteroles de chocolateClaro que
su majestad, no comía, tragaba y a qué velocidad. Con decirles, que aproximadamente,
un banquete venía a durar horas, ella despachaba, siete platos en unos 30
minutos.
La
desmedida obsesión de la reina Victoria, por la comida, traía de coronilla a
sus médicos, porque no dejaba de comer, ya que los desayunos diarios, comía
como si se tratasen de fiestas importantes.
James Read,
médico de profesión, tenía por paciente a su majestad británica, que le daba
verdaderos quebraderos de cabeza- Read. Deme algo para el dolor de estómago. No
he podido pegar ojo -
-El dolor
de estómago de su majestad es consecuencia, del pesado pudin que se comió en la
cena –
-Paparruchas.
-y James Read le prescribió una estricta dieta, compuesta por un brebaje
especial de leche y trigo, que calmaría el dolor de estómago. Su majestad
obedeció, pero solo de palabra, pues cuando el médico abandonó el dormitorio, Victoria
pidió carne asada y helado de postre
Cada uno
es como es, como quiere, o como le dejan las circunstancias. Si. Su majestad era
gorda, como lo fueron sus tíos, los reyes Jorge IV y Guillermo IV. Además, tuvo
bastante afinidad con un personaje que nació 328 años antes que ella, su pariente,
el rey Enrique VIII, al que se le conocía como uno de los monarcas más
glotones, nunca bajó de los 100 kilos de peso, llegando a tener obesidad
mórbida
Lord Melbourne, fue su primer asesor, que
desde luego no tenía pelos en la lengua al decir a reina, que tuviese cuidado
con lo de comer en exceso y la subida de peso- Su majestad debe comer, solo,
cuando tenga hambre - A lo que Victoria contestó. “Pero siempre tengo hambre “,
Tampoco
su esposo, al que adoraba, el príncipe Alberto, consiguió ni siquiera- Bueno me
lo pensaré-
Una de sus damas de compañía, Marie Mallet,
que estuvo a su lado en la vejez, se quejó diciendo “la cena de la reina estaba
programada para durar exactamente media hora. El servicio era tan rápido que
una lenta comensal como yo nunca tenía tiempo de terminar.”
Lo más normal, tras aquellos atracones, en
las tres comidas (desayunar, almorzar y cenar) sobre todo esto último,
finalizasen en verdaderas inquietudes para todos los que vivían a su alrededor.
Lo malo de todo esto, es el carácter que se
le ponía “y con un mal humor con todos”, como si los tuviesen la culpa de la
indigestión El doctor Reid recordó una vez que estuvo convencido de que la
reina estaba teniendo un ataque al corazón para descubrir que “Su Majestad
tenía flatulencias”.
. La consecuencia, porque la hubo fue: Una reina pequeña, que medía 1,52 m de altura y una cintura de 115 centímetros
Recogida información en : .
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