NIÑOS ABANDONADOS LACAUNE VÍCTOR

 


Lacaune, Víctor, bautizado así, fue visto en los bosques cercanos a la ciudad francesa de Lacaune, completamente desnudo, cubierto de una espesa mata de pelo, lleno de marcas de haber luchado con animales y con comportamientos dignos de una bestia salvaje en el año 1797. Una vez, consigo sujetarlo, fue exhibido en la plaza del pueblo, consiguiendo escapar después.

Un año después, 1798, tres cazadores se topan con él, lo atrapan y se lo encomiendan a una mujer de dicha localidad, quien le cuidó, lo alimentó y lo vistió.



No debió de durar mucho aquel cuidado ya que, volvió a aparecer, medio desnudo, pidiendo comida, hasta que dos años después, 1800, es capturado por un tal vial, propietario de un camp, donde Víctor estaba robándoles patatas.



La noticia de aquella captura corrió como la pólvora. Y no era para menos: un jovencito que se comportaba como un animal. Solo sabía comunicarse con gruñidos y chillidos. Que se negaba a vestirse. Qué dormía enroscado y que defecaba, allí donde estuviera sin importarle quien estuviese, pasó la frontera del pueblo.


Es más, el suceso llegó a oídos de Lucien Bonaparte hermano de Napoleón y ministro del Interior, a través de la recientemente fundada Sociedad de Observadores del Hombre, institución en la que participaban eminentes doctores, científicos y filósofos, así que tomó cartas en el asunto.




No obstante, antes de su traslado a París, las autoridades locales solicitaron que Víctor fuera examinado en primer término por el abad Pierre-Joseph Bonnaterre, que era profesor de historia natural.



Éste llevó a cabo una serie de pruebas y reconocimientos que lo llevaron a concluir que el jovencito solamente estaba interesado en comer y dormir.

Y que sólo mostraba algún tipo de emoción cuando se le sacaba al aire libre, circunstancia que él aprovechaba para escaparse, y que, al no lograrlo, siempre concluía en una serie de espasmos y convulsiones.


Bonnaterre advirtió que Víctor no establecía relaciones entre su mente y su cuerpo, y que carecía de juicio, inventiva o memoria, así como, de no fijaba la atención en los objetos, y de producir de manera permanente sonidos inarticulados sin propósito alguno y que, de no ser por su rostro humano, no podría distinguírselo de un simio.

Y en París, las opiniones no cambiaron. Después fue internado en el Instituto Nacional de Sordomudos, por espacio de siete meses.



 El Dr. Phi- lippe Pinel, que era la máxima autoridad de la época en enfermedades mentales, y cuando era normal que a los “enfermos mentales” se les encadenara a las paredes o se les infligiera castigos físicos, logró reglamentar las instituciones psiquiátricas y proponer una nueva forma de entender las patologías mentales.

Pues bien, Pinel juzgó que se trataba de un idiota con retardo mental y que no valía la pena intentar rehabilitarlo, recomendando que todo el episodio fuera olvidado cuanto antes.

Contra lo que podía esperarse, el Dr. Jean Itard, un joven médico del Instituto, juzgó injusto el veredicto de Pinel, arguyendo que, si ése hubiera sido el caso, no habría explicación de la supervivencia de muchacho en los bosques por tantos años.

Itard creyó que la base del problema de Víctor era su incapacidad de hablar y, a partir de esa certeza, dedicó cinco años completos a tratar de revertir esa situación. En los cuales, Itard fue anotando: la historia del chico, el altercado con Pinel, así como los objetivos que lo guiaban a enfrentarse a tal punto de vista, el tratamiento y los posteriores progresos del jovencito, reflejados en su Memorias sobre los primeros desarrollos de Víctor de Aveyron, editada en 1801


Pese a los sinceros propósitos del Dr. Itard, los progresos de Víctor no fueron plenamente los esperado, puesto que nunca consiguió dominar totalmente el habla, aunque sí pudo establecer vínculos sencillos con su entorno, llegando a demostrar claras señales de interés, afecto, gratitud y remordimiento.

Aprendió a dormir sobre camas, a vestirse, a comer en la mesa y a dejarse bañar. Nunca logró controlar del todo sus esfínteres ni a sentir verdadero pudor ante tal circunstancia. Su historia, valió, para plantear no pocos debates filosóficos, al punto de que escritores y, en nuestros días, directores cinematográficos, se ocuparon de él.

Falleció a la edad de treinta años, dejando un sabor amargo dentro de la comunidad científica, que aguardaba con esperanza los avances en el terreno de la rehabilitación de este tipo de niños.

https://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%ADctor_de_Aveyron

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